A las seis de la tarde el Papa Francisco inició en la Basílica de San Pedro del Vaticano las vísperas de fin de año con la oración del Te Deum, una oración de agradecimiento y alabanza a Dios, que da gracias por el año vivido. 

Francisco explicó que “la fe nos lleva a contemplar y sentir que Jesucristo, Palabra hecha carne, ha dado plenitud al tiempo del mundo y a la historia humana” expresó.

Y la primera en experimentar este sentido de “plenitud” donada por la presencia de Jesús fue “María”, dijo Francisco. Una plenitud que fluyó, “a través de su corazón humilde y lleno de fe” así como “a través de su carne impregnada del Espíritu Santo”, según recoge VaticanNews.

Es de María que la Iglesia ha heredado y hereda continuamente “esta percepción interior de plenitud” que alimenta un sentimiento de gratitud como “la única respuesta humana digna del inmenso don de Dios”.


Se trata de un agradecimiento conmovedor, que, a partir de la contemplación de aquel Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre, “se extiende a todo y a todos, al mundo entero” exclamó el Santo Padre. Es por tanto un "gracias" que refleja la Gracia y no viene de nosotros sino “de él”. No proviene del ego, sino “de Dios”.

En este año 2017 que Dios nos ha dado íntegro y sano – aseguro Francisco - nosotros los humanos lo hemos desperdiciado y herido de muchas maneras con obras de muerte, con mentiras e injusticias”. Además, las guerras - concretizó el Santo Padre-, “son el signo notorio de este orgullo reincidente y absurdo, pero también lo son todas las pequeñas y grandes ofensas a la vida, a la verdad, a la fraternidad, que causan múltiples formas de degradación humana, social y ambiental” y es por ello que el Papa invitó a “asumir ante Dios” a nuestros hermanos y a nuestra creación.



Al finalizar el Te Deum, Francisco salió a la Plaza de San Pedro a saludar a los peregrinos y contemplar un momento el belén monumental


El Obispo de Roma aseguró que lo que prevalece esta noche es la “gratitud” que siente en su alma al pensar en todas aquellas personas que viven “con el corazón abierto” en esta ciudad.

Esas personas que “contribuyen cada día con pequeños pero preciosos gestos concretos para el bien de Roma” y para ello citó, a base de ejemplo, una serie de comportamientos propios de aquellas personas que expresan concretamente el amor por Roma: aquellas que tratan de hacer de la mejor manera su deber,  aquellas que se mueven en el tráfico con sabiduría y prudencia respetando los lugares públicos, así como aquellas que prestan atención a las personas mayores o en dificultad.

También expresó su inmensa estima por los padres, maestros y educadores que - con el mismo estilo aseveró- , “intentan formar a los niños y jóvenes en un sentido cívico y en una ética de responsabilidad”. “Estos y miles de otros comportamientos” - dijo Francisco – expresan, sin discursos y sin publicidad, “un estilo de educación cívica cooperando silenciosamente en el bien común”.


Antes de concluir, afirmó que estas personas, aunque no sean noticia, “son la mayoría de las personas que viven en Roma”. Personas que a pesar de encontrarse muchas de ellas en condiciones de dificultades económicas “no lloran, ni albergan resentimientos y rencores, sino que se esfuerzan por hacer su parte todos los días para mejorar un poco las cosas”.

Por último el Pontífice invitó a los fieles presentes a “expresar la gratitud por todos estos artesanos del bien común”, que aman su ciudad “no con palabras sino con hechos”.