Katherine y Jay tenían una vida cómoda y exitosa. Tras casarse se trasladaron a Malibú, un cotizado pueblo costero de California puesto que ella era una modelo con una carrera prometedora que también empezaba a hacer incursiones en el mundo del entretenimiento. Incluso había podido ser madre.

Todo iba sobre ruedas en esta familia hasta que con tan sólo 26 años, y seis meses después de haber dado a luz a James, Katherine sufrió un infarto cerebral. Tras una operación que duró más de 16 horas logró sobrevivir aunque pasó 40 días en la UCI y dos años más en rehabilitación donde tuvo que volver a aprender a caminar, hablar e incluso comer.

Hoy las secuelas son evidentes. Tiene parálisis facial, visión doble, sordera en un oído y falta de coordinación motora, incluso tuvo que superar un pequeño aneurisma cerebral. Pero lejos de rebelarse o hundirse por todo lo que les había pasado siendo prácticamente unos niños, se refugiaron en la fe, descubrieron que el sufrimiento era redentor y que había un mundo más allá de las apariencias. Ahora son plenamente felices e incluso tienen una asociación, Hope Heals, que ayuda a personas que también pasan por grandes sufrimientos para hacerles ver que “la esperanza es una fuerza poderosa”.


Katherine tenía una carrera prometedora como modela que se vio truncada por el infarto cerebral que sufrió

Misioneros de la esperanza

La fe va unida a la superación y a pesar de tener todo en contra en 2015 ella volvió a ser madre. Y un año más tarde publicaba junto a su marido un libro La esperanza cura, en el que contaban su historia e intentaban ayudar a otros pues consideran que Dios ha querido utilizar la discapacidad de Katherine para ser “misioneros de la esperanza”, es decir, “mensajeros que han recorrido un largo camino para llevar la buena noticia de que la esperanza de Cristo sana nuestras almas”.

El optimismo de Katherine es contagioso pese a haber pasado nueve veces más por el quirófano y haberse roto la cadera en múltiples partes. “No tenemos control sobre lo que nos sucede en la vida”, afirma ella, pero de “lo que sí tenemos control es sobre nuestra respuesta a lo que nos pasó”.

Así estaba Katherine cuando su hijo James cumplió su primer año

De hecho, Katherine Wolf insiste en que no cree en la “casualidad” y que siente “como si estuviera en casa para salvar mi vida”. Y es que ha pasado de una vida basada en guardar las apariencias a una en la que para muchos es prácticamente un desecho humano pero que ella considera “liberadora”.

"Me siento totalmente libre en mi vida"

En una entrevista en Christianity Today, esta joven madre confiesa que “soy yo la que tiene la cara paralizada pero me siento bella todo el tiempo. No puedo ni escribir ni caminar, pero me siento totalmente libre en mi vida”.

Katherine, que provenía del mundo de la moda y de la televisión, donde la belleza y el físico primaba sobre todo y sobre todos, ha aprendido a colocar cada cosa en su sitio, también ese concepto de lo que se considera bello.



“Mi bebé estaba siendo criado por otras personas y yo no podría decir cuando aprendió a caminar o hacer sus ‘primeras cositas’. Se trata de una mancha horrible. La tragedia redefine y aclara todo en tu vida, y cuando se trata de no poder mimar a tu propio hijo, la apariencia física se va a un segundo plano”, cuenta esta valiente mujer.

De hecho, a todo aquel que le pregunte, ya sea un medio religioso o de información general, Katherine hace afirmaciones que escandalizan a muchos pero no puede hacerlo de otra forma.

Agradecido al Señor hasta por el sufrimiento

“Estoy agradecido de que el Señor me haya permitido experimentar sufrimientos a una edad temprana. La cruz y el sufrimiento de Cristo no parecen hermosos, pero en el Reino de Dios, sabemos que es la fuente última de la belleza, ya que significa que al final de la historia habrá tristeza, dolor y muerte sino una vida nueva, y esto es algo hermoso”, afirma convencida la exmodelo estadounidense.


La familia Wolf quiere mostrar que se puede salir de todo, por muy complicado que parezca, apoyándose en Dios

Dirigiéndose a los jóvenes, y no tan jóvenes, que viven esclavos del físico y de la belleza, Katherine habla desde su experiencia: “Cuando no lo vivimos por lo eterno, buscamos la satisfacción en lo temporal, que en última instancia es insatisfactorio. En este mundo, el envejecimiento se ve a menudo como algo negativo. Pero en verdad quiere decir que estamos creciendo en sabiduría y reconociendo que estamos más cerca de Jesús y conseguir un nuevo cuerpo, que es una hermosa paradoja”.

"La belleza interior crece y aumenta rápidamente"

De este modo, esta madre añade que “la belleza exterior se va desvaneciendo a medida que se envejece, pero la belleza interior tiene el potencial para crecer y aumentar rápidamente”, por l que cree para ser digno no hace falta más que “aceptarnos a nosotros mismos, con nuestras imperfecciones”.

Y manda un mensaje a las madres: “Tenemos que decir a nuestros hijos que estamos encantados con ellos, que estamos encantados de que estén en nuestras vidas y en el mundo, y que Dios los ve como sus hijos queridos. Es importante utilizar un lenguaje inclusive para que sepan que tienen un lugar en nuestra familia y la familia de Dios".

Recuerda además que “las palabras después del Bautismo de Cristo ‘tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco’ son tan poderosas…Nuestros niños necesitan encontrar esto mismo”.
 

Artículo publicado originariamente en ReL el 23 de febrero de 2017