Recientemente el obispo José Ignacio Munilla pronunció unas proféticas palabras sobre la ideología de género. Fue el pasado 7 de noviembre, al cumplirse exactamente cuarenta años de la jornada catalana en la primera visita del Papa Juan Pablo II a España, cuando la Universidad Abat Oliba CEU, e-Cristians y el Instituto de Humanidades Ángel Ayala celebraron una jornada conmemorativa de este hecho, que contó con la participación, por vía telemática, del obispo de Orihuela-Alicante.

En su intervención, tras recordar con afecto la visita del Pontífice, dijo que San Juan Pablo II fue "la persona adecuada para derribar muros… Con él aprendí a tener esperanza, a saber que el Reino de Dios triunfará y se sigue abriendo paso… Al contrario sucede con lo que está construido sobre la mentira… que tiene los días contados", refiriéndose a la ideología de género en estos términos: “Hoy parece una ideología inexpugnable, pero tiene los pies de barro y la veremos caer como vimos caer el Muro de Berlín”.

Conviene recordar a este respecto que la primera institución internacional que condenó el socialismo comunista fue la Iglesia católica, y que lo hizo ella solita, nada menos que en el siglo XIX. De manera oficial dicha condena se vio explícitamente publicada por Pío IX en 1846.

Lo cuenta de maravilla Pío XI en su encíclica Divini Redemptoris sobre el comunismo ateo: "Este peligro tan amenazador, como habréis comprendido, venerables hermanos, es el comunismo bolchevique y ateo, que pretende derrumbar radicalmente el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana. Ya en el año 1846 nuestro venerado predecesor Pío IX, de santa memoria, pronunció una solemne condenación contra ellos, confirmada después en el Syllabus. Dice textualmente en la encíclica Qui pluribus: «[A esto tiende] la doctrina, totalmente contraria al derecho natural, del llamado comunismo; doctrina que, si se admitiera, llevaría a la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana»".

También añadía Pío XI: "León XIII, en la encíclica Quod Apostolici muneris, definió el comunismo como «mortal enfermedad que se infiltra por las articulaciones más íntimas de la sociedad humana, poniéndola en peligro de muerte», y con clara visión indicaba que los movimientos ateos entre las masas populares, en plena época del tecnicismo, tenían su origen en aquella filosofía que desde hacía ya varios siglos trataba de separar la ciencia y la vida de la fe y de la Iglesia".

La base de la condena era su radical ateísmo, algo que era y es nocivo para la humanidad.

Más de cien años después, el 9 de noviembre de 1989, cayó el Muro de Berlín, una verja en la que desde 1961 y por querer escapar fueron arrestadas 75.000 personas, 200 resultaron gravemente heridas de bala y cerca de 250 fueron asesinadas. No obstante más de 40.000 personas lograron traspasarlo, obviamente porque el supuesto paraíso socialista era un infierno, como después se ha sabido.

Pues bien, yo he vivido épocas en las que destacados dirigentes políticos, incluidos españoles, a sabiendas de estas cifras, no sólo no condenaban el socialismo comunista sino que se bebían los vientos por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, calificándolas poco menos que de paraíso terrenal. Esas políticas, que fueron las mismas que las que confluyeron en el Frente Popular, que desencadenaron la más bárbara persecución religiosa de la historia de la Iglesia, todavía hoy siguen en las mismas, pero ahora apoyando la anticientífica ideología del género, ideología también conocida como generismo, que se fundamenta en el sentimiento y ha generado en España la anticientífica ley trans, que tanto sufrimiento va a generar, sobre todo en las personas que se den cuenta de que se han equivocado en su cambio de sexo y ya no les dejen volver atrás, quitándoles por ley la libertad de hacerlo, obligándolas a cargar con ese error de por vida.

Con el paso del tiempo, los 46 países que forman el Consejo de Europa aprobaron una resolución de "condena internacional de los crímenes de los regímenes comunistas totalitarios", indicando "la poca conciencia" de las sociedades europeas sobre las "violaciones masivas de los derechos humanos" que acontecieron bajo las dictaduras del socialismo comunista del pasado y del presente (Resolución 1481 / 2006 de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, emitida el 25 de enero de 2006).

"Este debate era necesario para que la gente de nuestros países se dé cuenta de lo que fueron los crímenes del comunismo", declaró en el hemiciclo el parlamentario sueco Goran Lindblad, redactor del informe, añadiendo que "todos los regímenes comunistas totalitarios han estado marcados, sin excepción, por las violaciones masivas de derechos humanos", e incluye en esta definición a "los países actualmente comunistas", como Cuba, China y Corea del Norte. Entre las violaciones de derechos humanos que Lindblad enumera, figuran los "asesinatos y ejecuciones, individuales o colectivos, muertes en campos de concentración, muertes por hambre, deportaciones, torturas, trabajos forzados y otras formas de terror físico colectivo". Ni de las filas del socialismo ni de las del comunismo se ha escuchado solicitud alguna de perdón por estos crímenes, mucho menos de la intelectualidad progre, que todavía viaja a Cuba y se viene sin condenar regímenes que ya han sido democráticamente condenados.

La mayor parte de los medios de comunicación silencian los efectos de la ley trans en las personas que descubren su error después de haberse mutilado, y no sólo no se las deja volver atrás, si no que no se deja que se las ayude: permanecerán damnificadas de por vida. Dicen que el socialismo comunista produjo directa e indirectamente cien millones de víctimas mortales. Quiera Dios que veamos caer la ideología de género antes de llegar a estas espeluznantes cifras de personas damnificadas por ella.