Estos días he recibido mi libro Relativismo e ideología de género, publicado por la editorial Voz de Papel. El libro será presentado el próximo 14 de diciembre en la Parroquia San Pablo Apóstol de Logroño por mi todavía obispo, don Juan José Omella, en uno de sus últimos actos en mi diócesis, antes de marchar a Barcelona como su nuevo arzobispo, y por su editor Álex Rosal.



¿Qué pretendo con el libro? Ante todo debo decir que me considero sacerdote de la Iglesia católica. Mi título académico más importante es el de doctor en Teología, especialidad de Moral, por el Alfonsiano de Roma. Por tanto creo que mi puesto de servicio a la Iglesia es como moralista, sea dando clases hasta mi jubilación por edad, sea sentándome en el confesionario, sea escribiendo. Y en estos momentos, dos de los problemas más graves a los que se enfrenta la moral católica son el relativismo y la ideología de género. Creo que ambos son de los cánceres más graves que afectan a nuestra sociedad, tanto más cuanto que ambos han pasado a formar parte de lo políticamente correcto.

Por supuesto que no soy el primero que habla de estos temas. Antes de mí se han dado cuenta del veneno de ese tipo de pensamiento, los Papas, nuestros obispos, algunos escritores y esos cincuenta mil objetores a la asignatura Educación para la Ciudadanía que con su objeción querían evitar que la escuela corrompiese a sus hijos. Pero a pesar de esto, y como escribo en la contraportada del libro, “suelo preguntar a sacerdotes, médicos, profesionales y otros, y me estoy encontrando con una ignorancia supina”. Esa ignorancia es la que permite que el relativismo y la ideología de género, que son la negación del sentido común, estén penetrando tranquilamente en nuestra sociedad y en nuestra mentalidad, sin que hagamos frente a estas aberraciones diabólicas.

Alguno me podrá objetar que la palabra diabólica es muy fuerte. En concreto un sacerdote, ante mi afirmación, que también está en la contraportada, de que la ideología de género es la moral del diablo porque, salvo en el caso de violación, que también desaprueban, en todo lo demás su moral sexual enseña exactamente lo contrario que la moral católica, me arguyó: “Están en contra de la pederastia”. A lo que le respondí: “Se está enseñando a niños y niñas a masturbarse y hasta que se acuesten juntos, pues se defiende la total liberación sexual”. Hoy ya en España un adulto puede tener relaciones con un menor de dieciséis años, si éste consiente, pero supongo que habrá que modificar la legalidad, para ponerla de acuerdo con la legal perspectiva de género, porque si dos chicos menores pueden acostarse entre ellos y ellas, según quieran, ¿por qué no pueden hacerlo con adultos?

Nuestro glorioso Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades propugna en un documento reciente para nuestras escuelas: “Frente a los argumentos que sostienen que lo natural es la heterosexualidad, los hechos muestran que lo natural es la diversidad sexual... Favorece las celebraciones del día del Orgullo LGBT… Asegúrate de que todos los eventos celebrados en el ámbito escolar sean inclusivos para las personas LGBT y sus familias. Por ejemplo, celebrando el día de las familias en lugar del día del padre o de la madre”.

Pero estos ataques contra la familia normal llegan todavía más lejos. Para la feminista radical Celia Amorós, “la supresión de la familia es el objetivo fundamental a conseguir”. Hace unos pocos días me encontré con un compañero de bachiller y surgió el tema. Se lo expliqué con este ejemplo: “Mira, si tú y yo nos vamos a la cama, eso está bien. Pero si lo haces con tu mujer, eso está mal”.

Como estoy convencido de que, como alguien me dijo, “en Política se puede hacer todo, menos el ridículo”, publico Relativismo e ideología de género, pues pienso que nuestros diputados y senadores no son conscientes de las salvajadas que han aprobado. Me interesa además que la gente sea consciente de lo que está pasando y así, sea por la vía de tomar conciencia de lo que están haciendo, sea por la vía de la opinión pública, nuestros políticos despierten y se den cuenta de que lo que están haciendo es eso: el ridículo.