La tragedia se cebó en los 21 cristianos asesinados en Libia. Probablemente serán venerados en los altares en un futuro próximo por haber derramado su sangre por fidelidad a Jesucristo, pues nadie niega que si hubieran apostatado y abrazado el Islam no habrían sido degollados.

“Yo solamente decía: Jesús, ayúdame” comentaba el Papa Francisco al recibir en el Vaticano al reverendo John Chalmers, Moderador de la Iglesia reformada de Escocia. “Fueron asesinados por el sólo hecho de ser cristianos. Usted, hermano, en su alocución se refirió a lo que pasa en la tierra de Jesús. La sangre de nuestros hermanos cristianos es un testimonio que grita. Sean católicos, ortodoxos, coptos, luteranos, no interesa: son cristianos. Y la sangre es la misma, la sangre confiesa a Cristo”.

En este contexto se enmarca muy adecuadamente la conferencia que con el título “La Persecución de los cristianos: una realidad olvidada” pronunció el día 10 de febrero Rupert Shortt en el Campus de Barcelona de la Universitat Internacional de Catalunya.

Periodista y miembro del comité de redacción de The Times Literary Suplement, Shortt habló del contenido de su investigación de los últimos años de la que fue fruto su libro “Christianophobia: a faith under attack”, publicado por Rider Books en Londres en 2013, y “dedicado a todos los que sufren por sus creencias”.

Esta obra de Shortt nació a raíz de la consideración por parte del periodista, como comenta en el vídeo que registró Religion En Libertad (véalo aquí) del suicidio de Siddique Khan tras la masacre que lideró el 7 de julio de 2005 en Londres haciendo eclosionar una serie de bombas en la capital. 




Siddique Khan (en la foto) lideró a otros 3 colaboradores
para poner una serie de bombas en el metro de Londres
que mataron a 56 personas e hirieron a 700


“A Siddique Khan, comenta Shortt, se le permitió practicar su religión de manera libre en Gran Bretaña, sin embargo no hay un solo país desde Marruecos a Pakistán en el que los cristianos puedan ejercer su culto sin sufrir persecución o discriminación”.


En su presentación analiza fundamentalmente la causa del “mobbing” informativo a que se ha condenado el fenómeno de la aniquilación masiva de cristianos en Oriente Medio, denuncia la inacción de las primeras potencias, y se sorprende de que todavía creamos en occidente que el cristianismo nos pertenece, cuando precisamente lo hemos heredado de esas zonas en las que ahora los cristianos están desapareciendo.

Apunta fundamentalmente dos causas de la ausencia de información proporcionada a lo que ocurre realmente:

1. La primera sería que “los cristianos jóvenes en Occidente no se radicalizan, y los cristianos perseguidos tienden a no responder con violencia terrorista”.

2. La segunda, y es muy lamentable, corre de la mano de los formadores de la opinión pública “bien pensant”, políticamente correcta: no quieren ofender y tienen reparos en informar pues, falsamente, identifican “crítica a los musulmanes con racismo, lo que es incorrecto por definición”. Esto habría “desviado aún más la atención del acoso a los cristianos y ayudado a consolidar la idea sorprendentemente generalizada de que el cristianismo es una fe occidental”.


Para Shortt este genocidio de la aniquilación y exterminio de los cristianos en el mundo debería ser un tema prioritario en la agenda de los países desarrollados, y el hecho que no lo sea, y a la vista de qué otras cosas llegan a serlo, ya habla por sí mismo de la existencia de lo que él llama una “jerarquía del victimismo”.

La realidad es que “existe un alto riesgo de que las iglesias desaparezcan del corazón de la tierra bíblica en Oriente Próximo”. Aun así, reporta situaciones todavía más dolorosas si cabe, como “la matanza de Sudán, donde el gobierno musulmán fue responsable de la muerte de 2 millones de cristianos y otros civiles no musulmanes entre mediados de los 80 y la partición del país en 2011”; y en Timor Oriental “entre 200.000 y 300.000 católicos no combatientes fueron asesinados a manos de agentes del régimen de Suharto durante los años 70, 80 y 90”. Hay también una clara evidencia, comenta, de que “la agresión a los cristianos de Nigeria y Egipto ha sido fomentada por canales oficiales”.


Ya en 2 de enero de 2013 firmaba Shortt un artículo en The Guardian de Londres: “En oriente Medio, la primavera Árabe ha dado paso al invierno de los cristianos”.

Su tesis era que “el ataque a las comunidades cristianas en Oriente Medio desde Irak hasta Egipto dinamita el esfuerzo de toda la región por conseguir una mayor rango de libertades”.

Citaba Shortt en este artículo publicado en The Guardian un encuentro sorprendente entre un general de Estados Unidos y un árabe cristiano. La pregunta del general aparentemente fue “cuándo se convirtió su familia”, a lo que el árabe, o cristiano, era las dos cosas, dijo que “hace 2000 años”.

Con una anécdota ilustra en el mencionado artículo lo ampliamente extendida que se encuentra esta falsa percepción de que el cristianismo es cosa de los occidentales.

Otra anécdota viene en ayuda de la primera: en el Reino Unido, las “Assemblies”, en las escuelas con un ideario cristiano tienen un contenido de valores cristianos; semanalmente, es presentada durante unos 40 minutos por uno de los profesores-tutores en rotación. Así lo viví yo mismo en mis años de docencia en Londres. También Shortt se refiere a ellas explicando que algunos profesores exageradamente puristas sacaban aparte a alumnos sirios en unas escuelas de Londres durante la Assembly semanal asumiendo que eran musulmanes, y tal vez presumiendo que no se sentirían a gusto. Falsa presunción, que no hace más que, se queja Shortt, compartir la ignorancia del general de la anécdota, pues Siria era históricamente una tierra de cristianos.


A pesar de todo lo dicho, Rupert Shortt afirma que “rechazo la similar, aunque opuesta, fantasía que considera el Islam una religión violenta. Ideas equivocadas de este tipo nacen normalmente de la incapacidad de distinguir entre la devoción islámica y el islamismo como ideología totalitaria”.

Shortt fundamenta esta conclusión a la que llega en dos argumentos principales:

1. “la mayoría de lo que (…) se ha denominado cristianofobia –en China, India, Vietnam, Burma, Sri Lanka, Cuba o Israel, entre otros sitios-, no tiene nada que ver con el Islam militante";

2. "en segundo lugar, gran parte del descontento sentido por muchos musulmanes es justo”.

Aun así, para Shortt, “el cristianismo, hablando en términos generales, aunque no es perfecto todavía, ha mejorado mucho”; mientras que el Islam, por otra parte, tiene una tarea difícil por delante porque es un poco reticente, tímido, quiere también presentar dos caras”.

Apunta seguidamente distintos acontecimientos mundiales que han causado malestar en el mundo musulmán, como:
 
- 1. “la invasión de Irak en 2003”;

- 2. la “misión cristiana en el siglo XIX en África orientada a minar la expansión de la influencia musulmana”;

- 3. las “acciones políticas anglo-francesas de principios del siglo pasado encaminadas a beneficiar muchas veces a estas naciones occidentales a base de crear movimiento en tierra árabe, lo que benefició al nacionalismo árabe y regó las semillas del resurgimiento islámico”;

- 4. y el hecho que “Al-Qaeda fue fortalecida por la indulgencia occidental con respecto a los dictadores de la región antes de la Primavera Árabe”.




Históricamente podemos viajar al pasado y recordar la época en que T.E. Lawrence, el famoso Lawrence de Arabia, fue enviado en misión a los países árabes, y se involucró hasta la médula en su causa. Confiesa en su libro Los Siete Pilares de la Sabiduría su clara percepción de la maquinación y conspiración del gobierno inglés a principios de siglo, que “levantó a los árabes en armas para que lucharan para nosotros con promesas definitivas de autogobierno más adelante. (…) Era evidente desde el primer momento que si ganábamos la guerra estas promesas serían papel mojado”.

Se sentía orgulloso de pertenecer a la misma raza que esos jóvenes [ingleses] joviales que eran “entregados por miles a la guerra a la peor de las muertes, y no para ganar la guerra, sino para que el maíz y el arroz de Mesopotamia pasase a nuestros graneros. Lo único que nos hacía falta era derrotar a nuestros enemigos (Turquía entre ellos)” (Capítulo introductorio del libro).
Con este desvío tangencial podemos tal vez afianzar la idea ya sabida de que “nadie regala duros a cuatro pesetas”, y que hoy también, los que deben protegernos, miran por sí mismos.


Rupert Shortt confiesa a Religion en Libertad que su libro viene a ser descriptivo de una situación que causa perplejidad, pero que no se atreve a ofrecer una solución, ni siquiera se atreve a creer que exista una: “probablemente no, es muy difícil cuando la situación ha llegado hasta un punto tan extremo, confío en que la situación mejorará a medio o largo plazo pero no veo una solución concreta”.

“Esta cifra [de 200 mil a 300 mil mencionada anteriormente] no es aun comparable con los armenios, casi 2 millones de cristianos, sacerdotes e incluso algún obispo, asesinados. Cada parte de su vida se ve discriminada, poseen una tarjeta de identidad que indica también la fe. La palabra cristiano no les permitirá ocupar puestos relevantes. Los colegios, los seminarios, el patriarca de la iglesia ortodoxa, todos están controlados; las iglesias tienen que estar al lado de las mezquitas, que tienen que ser más grandes”.

Rupert Shortt es también autor de otros libros de temática religiosa, como las biografías de Joseph Ratzinger (Benedict XVI, 2005) y la de Rowan Williams, antiguo arzobispo de Canterbury, con el que mantiene una amistad personal, y del que fue alumno. Es licenciado en filosofía y en teología, y ha estudiados en las universidades de Oxford y Londres.

Presentó el acto el periodista Daniel Arasa i Favà, que fue enviado especial por distintos países de Europa, Oriente Medio, América y Extremo Oriente, y posteriormente jefe de redacción de la agencia Europa Press de Cataluña. Su último libro, Cristianos, entre la persecución y el mobbing obtuvo el mayor de los silencios, como corresponde”, y “ninguno de los medios de comunicación de Cataluña quiso hacer ningún eco”.

Arasa propone ayudar a salvar la situación a base de “más oración, y ayuda económica”, y cita la labor de Ayuda a la Iglesia Necesitada (www.ain-es.org).