Numerosas películas y novelas se han alimentado de los templarios mostrando siempre una mezcla de misterio y misticismo. Muchos grupos dicen ser hoy herederos de estos caballeros e intentan utilizar una supuesta identidad católica para realizar sus ceremonias en iglesias.

Ante la confusión que esta situación puede generar entre sacerdotes y muchos católicos acerca de los templarios y sus herederos, el sacerdote Luis Santamaría, experto en sectas y grupos New Age, arroja luz en un reportaje en Aleteia:



En primer lugar, nos encontramos con grupos que tienen toda la apariencia de ser órdenes nobiliarias. En España, por ejemplo, se encuentra la Orden Soberana y Militar del Temple de Jerusalén (OSMTJ), fundada en los años 80.

Tiene todo un organigrama con maestres y priores, celebra actos de investidura y juramento… y hasta forma parte de la denominada Alianza Federativa Internacional Templaria. Según los expertos, se trata de una “orden ilegítima” que, por supuesto, no tiene nada que ver con la Orden del Temple original, disuelta en el siglo XIV.

Otro ejemplo semejante es el de la Soberana Orden Monástico Militar de los Caballeros Templarios Gran Priorato de Sicilia Federico II de Sicilia, cuyos miembros son conocidos como “Templarios Federicianos”. Lo mismo que en el caso anterior, han constituido una plataforma más allá de su país de origen (Italia), creando la Asamblea Internacional Templaria.

La lista completa sería interminable. Coinciden todos estos grupos en la organización de actos con la indumentaria propia de los caballeros templarios (o damas templarias, en los casos en los que se ha integrado a la mujer), en la reclamación que hacen de ser los verdaderos sucesores del Temple originario… y hasta en su insistencia, a veces, en ser reconocidos por el Vaticano, dirigiéndose a los Papas para solicitar su restauración (al final de este artículo veremos cuál es la respuesta permanente de la Santa Sede).

Otros grupos autodenominados templarios son más modestos en sus pretensiones y en su ámbito de acción. Fundados por personas aficionadas a lo medieval y a lo misterioso, en muchas ocasiones sirven para mezclar lo estético, las ínfulas de nobleza y una cierta actividad más allá de sus ceremonias, ya sea social (beneficencia), ya sea cultural. A veces incluso pueden tener motivaciones religiosas (católicas). Suelen ser grupos que no presentan mayores riesgos que la fantasía o, si la cosa deriva así, una espiritualidad sincretista de tipo New Age.


Y conectando precisamente con esto último nos topamos con un tercer tipo de grupos templarios que, con más o menos ambigüedad en su presentación pública, no son otra cosa que grupos esotéricos, rosacruces y hasta directamente masónicos. La masonería ha querido hacerse, en gran medida, sucesora natural de la Orden del Temple, que habría custodiado y transmitido el saber oculto procedente del Templo de Salomón. Así que el relato caballeresco se convierte en una tradición legitimadora muy querida para “los hijos de la viuda” (hermanos masones).

Un ejemplo de esta ambigüedad que busca la confusión es el de la “Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén. Estricta Observancia Templaria”, que utiliza de forma ilegítima el nombre de una orden de caballería reconocida por la Santa Sede (como veremos más adelante) y lo mezcla con el elemento templario.
 
Con motivo del centenario de la muerte del último maestre del Temple, en el año 2014 representantes de este movimiento intentaron organizar Misas en algunas diócesis de España. Cuando las diócesis investigaron, descubrieron que se trataba de una orden iniciática, cuyo líder actual se refería a sus miembros como “los francmasones de la Estricta Observancia” y afirmaba sin tapujos que es “una Orden masónica y caballeresca a la vez”.

Y como este grupo, otros muchos se aferran a la terminología o simbología templaria para constituir movimientos esotéricos que se apartan totalmente de lo que fue la Orden del Temple y, sin lugar a dudas, de lo que es el cristianismo. El neotemplarismo, alentado por la masonería y diversas corrientes del ocultismo moderno y contemporáneo, no tiene nada que ver con los templarios medievales.

También hay que recordar que una de las sectas más conocidas a finales del siglo XX fue la Orden del Templo Solar, centro de la actualidad en la década de los 90 porque protagonizó dos episodios de suicidios colectivos, en Francia y en Suiza, además de otros sucesos.


Tal como recoge en un artículo Miguel Pastorino, Massimo Introvigne afirma que “a comienzos del siglo XV –como muy tarde– los Templarios habían desaparecido por completo”, y “la idea de que los Templarios, oficialmente suprimidos, habrían proseguido clandestinamente su actividad hasta el siglo XVIII, se difunde sobre todo entre la masonería francesa y alemana”. Y así, concluye Pastorino, queda claro que “no hay conexión histórica alguna entre los Caballeros Templarios y el esoterismo moderno”.

Es sabido que en 1312 el papa Clemente V suprimió la Orden del Temple, en un episodio histórico controvertido que concluyó, finalmente, con la ejecución en la hoguera del último maestre de la Orden, Jacques de Molay, en 1314. En este momento terminó la historia de los templarios.

Además, en la bula Vox in excelso (1312), el pontífice no sólo disolvió la organización de los monjes soldados, sino que dejó claro lo siguiente: “prohibimos enteramente Nos que nadie, en lo sucesivo, entre en la Orden o reciba o use su hábito o presuma de comportarse como un templario. Si alguien actuare en este sentido, incurre automáticamente en excomunión”.

El vacío que dejaron los templarios lo llenaron otras órdenes similares, que ejercieron algunas de sus funciones o que ocuparon sus lugares para seguir ejerciendo una labor defensiva, caritativa y eclesial. En las tierras hispanas, por ejemplo, en la Corona de Castilla cobraron protagonismo las órdenes –ya existentes anteriormente– de Calatrava, Santiago y Alcántara, y la Corona de Aragón creó la de Montesa tras la supresión del Temple.


En 2012, la Secretaría de Estado del Vaticano publicó un breve documento puntualizando algunas cosas sobre las “órdenes ecuestres” o de caballería en relación con la Iglesia Católica. Y no era la primera vez que tenía que hacer un comunicado sobre este tema, lo que nos da una idea de los problemas que se generan en torno a lo “caballeresco” y, concretamente, con muchos grupos que aseguran representar al Temple con un sentido eclesial.


 
En este documento se dice claramente que además de las órdenes propias, “la Santa Sede reconoce y tutela solamente a la Soberana Orden Militar de Malta […] y a la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, y no tiene intención de hacer innovaciones en este sentido”. Es decir, que fuera de las órdenes erigidas por la propia autoridad papal, sólo hay dos reconocidas oficialmente por la Iglesia a nivel universal: la Orden de Malta y la del Santo Sepulcro.

También es importante esa aclaración de que “no tiene intención de hacer innovaciones”, ya que algunos grupos aseguran estar en proceso de reconocimiento, en diálogo con la Santa Sede… pues nada de nada. Una cosa es conseguir la foto, vestidos con capa y espada, con un cardenal o con un obispo, y otra cosa es que haya un aval eclesiástico serio.

Por ello, la notificación continúa diciendo que “todas las otras Órdenes –sean de nueva institución o derivadas de las medievales– no son reconocidas por la Santa Sede, no pudiendo la misma hacerse garante de su legitimidad histórica y jurídica, de sus finalidades y de sus sistemas organizativos”.

Y termina con algunas indicaciones concretas: “para evitar equívocos desgraciadamente posibles, también a causa de la expedición ilícita de documentos y del uso indebido de lugares sagrados, y para impedir que se sucedan abusos que después resultan dañinos para muchas personas de buena fe, la Santa Sede confirma que no atribuye ningún valor a los diplomas de caballería y a las correspondientes insignias que sean expedidas por asociaciones no reconocidas, y no considera apropiado el uso de las iglesias y capillas para las llamadas ‘ceremonias de investidura’”.

Queda claro, entonces, que por parte de los pastores de la Iglesia, tanto obispos como sacerdotes, no deben cederse los templos ni entrar en el juego de la parafernalia templaria, por muy buenas intenciones u obras de caridad que traigan por delante estos grupos que, como hemos visto, son de lo más variopinto. De lo contrario, habrá una complicidad directa en la ceremonia de la confusión. Y a río revuelto…