6.- La despoblación de Toulon por la Primera República

6.1.- El triunfo de los bárbaros

La noticia de la toma de Toulon fue para el Comité Supremo de Seguridad Pública una oportunidad muy dulce para llevar a cabo sus planes de despoblación.

Un decreto de muerte, emitido por su órgano, golpea primero a esta desdichada ciudad; y, como el de Marsella, su nombre es borrado de la historia y reemplazado por el de Port de la Montagne.

Se ordena la demolición de la ciudad; y el bronce [el cañón; (nota de VLR)], eco fiel de quien desgarra a los miembros de toulonnais, proclama en toda Francia su destrucción.

¡Vencedores bárbaros! Lejos de mostrarse guardianes de la República y de desplegar en estas circunstancias todas las virtudes paternales y compasivas que deberían ser prerrogativa de sus representantes, se dejan llevar por sus pasiones y sólo les preocupa la furia. Parecería que los ingleses, después de haberles quitado el oro y la plata, han confiado el artículo más funesto de su política asesina al celo de estos asesinos, que llevan al patíbulo a mujeres, muchachas y ancianos;

-que entregan a la muerte a todos aquellos cuya probidad, ilustración y crédito podrían reactivar el comercio y la industria en Toulon.

¡Oh! Si en aquel momento el genio de la justicia y de la humanidad hubiera podido flotar por un momento sobre estos países desgraciados, ¡qué fácil le habría sido sacar del error a esta multitud de hombres que gemían interiormente de los males que asolaban su patria!

Pero apenas el ejército vencedor se distinguió por su primera victoria sobre los ingleses, el miedo se apoderó de los touloneses: todos temían la presencia de estos hombres sanguinarios, a quienes la Convención envió contra sus murallas.

El exilio y la pérdida de sus riquezas les parecen preferibles a los sangrientos atropellos que esperan. Veremos que este terrible presentimiento sólo se hizo realidad.

6.2.- La masacre

Se había prometido al ejército el botín de Toulon; pero, al momento de su ingreso, le ofrecieron una suma de cuatro millones para compensarlo, suma que logró obtener mediante todo tipo de exacciones.

También le habían prometido entregarle a todos los que habían empuñado armas contra ella, para que pudiera sacrificarlos a los espíritus de sus compañeros que murieron bajo los muros de esta ciudad.

Luego, por orden de Fréron, todos los ciudadanos que se habían armado para apoyar la rebelión, o que habían aceptado algunas plazas en nombre de Luis XVIII, fueron advertidos de que se dirigieran al Campo de Marte, bajo pena de muerte.
– Esta orden infundió terror en la mente de todos.
– Por otra parte, los touloneses se sentían tranquilizados por la esperanza de escapar a este castigo, obedeciendo puntualmente.

No se podría tender una trampa más abominable para obtener víctimas.

Ocho mil ciudadanos acuden al lugar designado. Esta multitud de toulonnais aterrorizó a quienes ordenaron la masacre. El propio Fréron, rodeado de una formidable artillería, contó temerosamente a sus víctimas.

Ricord, Salicetti, el joven Robespierre y Barras: se asustaron al ver esta multitud de ciudadanos; resolvieron entregar un número menor de víctimas al ejército.

Uno de ellos propuso la creación de un jurado para elegir a los más culpables.

Un ciudadano creíble, que seguía a los diputados, nos aseguró que fue a partir de las observaciones de Barras que adoptamos este nuevo medio:

Esta función fue delegada a los prisioneros de Temístocles, lo que presupone la más rigurosa imparcialidad y calma de todas las pasiones. Estos hombres, a quienes la justicia no identificó a ningún culpable grave, ya que habían huido con los ingleses o perecieron; encontró en su ira y venganza motivos para la proscripción; se precipitan entre la multitud y se apoderan de sus víctimas según sus caprichos.

-Adelante, le dicen a un ciudadano.

-Pero no tomé las armas.

Otro invoca su justicia, alegando que sólo se los llevó por la fuerza: también se lo llevan a rastras.

Un señor de 76 años les dijo:

-Como veis por mi avanzada edad, no podía ofrecer mi débil brazo al inglés. Siempre he pedido deseos de felicidad para mi país.

Una defensa tan llamativa sólo provoca una sonrisa desdeñosa; es empujado entre el número de víctimas, que están alineadas a lo largo de una pared. Pronto el latón truena y tamiza a todos estos desgraciados.

Una voz grita:

-¡Que todos los que no están muertos, se levanten!

Excitados por la esperanza de ser rescatados, los heridos obedecen; son nuevamente derribados y el fuego remata lo que la metralla había salvado. (Ver letra B del tomo 1.)

Entre esta multitud de desdichados, se encuentran varios habitantes del campo vecino, que se apresuraron a Toulon con la intención de asistir a la fiesta que se iba a celebrar por el triunfo de la República.

Esperaban sólo tener que alegrarse con la patria, que encontraba a sus hijos. Los nuevos todavía se perderán para ella, y el altar de la patria es su tumba.

Tres ciudadanos, que escaparon como por milagro de esta sangrienta expedición, merecen encontrar un lugar en esta narración.

6.3.- Un anciano y un hombre escapan milagrosamente

Un anciano es arrancado de los brazos de su hijo; es arrastrado en medio de dos mil víctimas.

Después de haber escapado al doble cañoneo y al fuego asesino, simulando la inmovilidad del cadáver, la noche extiende su sombra.

Ladrones de otro tipo vienen a desnudar a los muertos, los pisotean y los cortan para arrancarles las telas y las joyas.

Pronto reina un profundo silencio. Este viejo se atreve a levantar la cabeza; no ve nada, no oye nada. Se estremece ante este vasto campo de cadáveres; de repente ve a un desdichado que se agita; lo llama; y apoyándose el uno en el otro, se alejan de este espantoso espectáculo.

El sol aún no había iluminado el horizonte cuando encontraron en el campo una casa hospitalaria que los protegió de la furia de sus verdugos.

6.4.- El trágico viaje de un joven oficial naval

El otro que tuvo la suerte de escapar de este tiroteo fue un joven oficial de la marina mercante: fue asaltado y dado por muerto.

Alcanzado por una bala en el bajo abdomen, había caído en un sueño mortal, del que lo devolvió el frescor de la noche.

Se levanta y, en medio del mayor sufrimiento, se dirige al otro lado del Campo de Marte.

Incapaz de resistir el dolor agudo que lo desgarra, gime al ver aún el cielo, llama, busca un ser benéfico que se digne darle la muerte.

Un centinela lo detiene; después de haberle informado de su desgracia y de los tormentos que soporta, le reza, en nombre de la humanidad, le pide que acabe con él.

-Ponte de rodillas, le dijo el soldado. Voy a descargar mi rifle, por miedo a dar la alarma...

Inmediatamente, se prepara para noquearlo, dándole un golpe con la culata de su rifle. El golpe fue tan violento que el cráneo quedó destrozado en varios lugares; pero desafortunadamente el rifle, partiéndose en dos por el impacto, atenuó su fuerza y ​​este desdichado, sólo aturdido, cayó inconsciente.

Permaneció en este estado hasta la noche siguiente. El frescor de la noche lo devolvió a la vida por segunda vez; y, argumentando de nuevo contra la muerte, se arrastró hasta una cabaña, donde manos hospitalarias le curaron las heridas y lograron, al cabo de quince días, restaurarlo. Este joven era conocido en Toulon como un buen patriota.

7.- Crónicas de terror

7.1.- Tiroteos y guillotinadas

Los tiroteos se repitieron muchas veces. Sigamos a Fréron en su correspondencia.

El 6 de Nivôse (26 de diciembre de 1793), escribió a sus amigos Nouet y Lambert, en Marsella:

Los tiroteos están a la orden del día aquí; Aquí hay más de 600 que ya no empuñarán las armas contra la República. La mortalidad es uno de los temas de Luis XVIII…

Sin temor a matar víctimas inocentes como niños, mujeres enfermas y patriotas detenidos, todo fue pasado por la espada; como si sin temor a quemar el arsenal y los almacenes del puerto, habiendo escapado a la furia de los ingleses, la ciudad hubiera sido entregada a las llamas; ¡Pero no menos desaparecerá del suelo de la libertad esta ciudad podrida del realismo! Mañana y los próximos días haremos arrasamientos... fusilamientos, hasta que no haya más traidores.

La guillotina, por su parte, mató a numerosas víctimas, mujeres y ancianos.

El ciudadano Baussur, de 94 años, fue llevado en un sillón al patíbulo.

Los verdugos no respetaron a una mujer que salía del parto.

Entre los fusilados: Clerin, 70 años y capitán de barco. Erudito en su arte, su existencia fue preciosa por los innumerables servicios que prestó al arsenal. Citamos también al ciudadano Delon, un oficial retirado que había perdido un brazo en el servicio. Sucedió que estaba en Toulon durante el asedio. Llamado, como los demás, al Campo de Marte, su hijo intentó en vano apartarlo de la multitud, pero él se negó. Este digno hijo; al ver la resistencia de su padre, no pudo decidirse a abandonarlo: ambos fueron fusilados.

7.2.- Es hora de hacer balance

El general Lapoype, este ex marqués, cuñado de Fréron y que comandaba el asedio, no había podido obtener del general inglés la liberación de su esposa, entonces en Toulon.

Para matizar sus motivos de venganza contra el pueblo de Toulon, difundió el rumor de que ella había sido asesinada, pero ella posteriormente negó estos falsos rumores, haciendo justicia al respeto que el general inglés nunca había dejado de tenerle durante la duración de su mandato. el asedio, que costó la vida a más de diez mil hombres, sumando los fusilamientos, guillotinadas, mujeres y niños que cayeron al mar mientras huían, suman 4.323, lo que hace un total de aproximadamente 14.325 individuos sacrificados por la traición de los ingleses, y devorado por estos caníbales montañeses.