Melitón de Sardes fue un santo obispo, venerado por latina y la ortodoxa. Murió sobre el año 180, por lo que podemos estar seguros de que esta muy cerca de la fuentes de En uno de sus escritos habla sobre cómo se debería construir la realidad por medio de , que es Cristo. Esto puede parecer abstracto, pero no señala uno de los peligros que nos acechan actualmente: la deconstrucción de la fe y : 

Lo que se ha dicho y lo que ha ocurrido, no es nada, amadísimos, si se separa de su simbolismo y de su proyecto. Todo lo que se realice y se diga, participa del simbolismo—la palabra, del simbolismo; el hecho, de la prefiguración—para que, así como el hecho se manifiesta por la prefiguración, así también la palabra se ilumine por el simbolismo. 

Una obra no se construye sin un proyecto. ¿O no se ve lo que ha de ser a través de la imagen que la prefigura? Por eso, el proyecto que se va a realizar se modela primero con cera, o con arcilla, o con madera, a fin de que se pueda ver lo que va a ser construido más alto en grandeza, más fuerte en resistencia, y bello de forma y rico en instalación, gracias a una pequeña maqueta, destinada a perecer. Porque cuando se ha realizado aquello para lo que había sido destinada la figura, entonces, lo que hasta aquí portaba la imagen del futuro es destruido, por haberse hecho inútil, al haber cedido su imagen a una realidad verdadera. Pues aquello que en otro tiempo era de valor se devalúa una vez aparecido lo que es verdaderamente precioso. (San Melitón de Sardes, Oíd la dinámica del misterio) 

La palabra deconstrucción está de moda en muchos ámbitos de nuestra sociedad. Desde la psicología, pasando por la educación y terminando en la cocina. Hoy en día apreciamos que nos sirvan platos reconstruidos y encumbramos a los cocineros que se dedican a recrear lo que comemos. 

En la cocina puede estar muy bien crear y recrear los aspectos y los sabores de lo que comemos, pero ¿Están sometidas y a la decostrucción? 

Decontruir es un término postestructuralista, empapado, de postmodernidad. Resumiendo mucho, deconstruir es separar la realidad en sus partes para ser reconstruidas en otro orden diferente. La deconstrucción busca generar una realidad diferente, más atractiva y útil. El “nuevo todo” reconstruido, se postula como equivalente a la realidad previa e incluso a , ya que sus partes no cambian. Nada cambia y todo es nuevo. Muchos hablan que “Cristo hace todo nuevo”, haciendo referencia velada a este entendimiento reconstructivo de la realidad. 

De hecho muchos católicos se preguntan en estos momentos ¿Por qué no deconstruir para el bien de todos? Nos dicen que no hace falta que la doctrina cambie para que cambie. Los dogmas y pueden ser reinterpretadas o reestructuradas de forma conveniente, para satisfacer las necesidades actuales del ser humano. De esta forma se consigue contentar, aparentemente, a todos. 

Los relatos y las vivencias de cada persona pueden ser utilizadas como palancas que modifiquen la forma de interpretar la realidad que nos rodea. Para ello, basta cambiar el entendimiento de , sin tener que cambiarla en su literalidad. Dentro del universo postmoderno, el simbolismo es una herramienta para deconstruir la realidad y adaptarla. 

Volvamos al texto de Melitón de Sardes: ¿Qué es lo verdaderamente precioso para nosotros en este momento? ¿Es lo mismo que en el siglo I o en el X o en els XIX? Sin duda lo que ahora nos parece más importante es el ser humano. Damos especial importancia al sufrimiento, llegando a elevarlo a una categoría absoluta para utilizarlo como herramienta de cambio. 

No podemos decir que tengamos mucho aprecio a la doctrina, ni a los mismos Evangelios. “Pues aquello que en otro tiempo era de valor se devalúa una vez aparecido lo que es verdaderamente precioso”. El ser humano se ha convertido en referente para interpretar y reinterpretar la fe y  

¿Qué modelo utilizamos para construir ? “el proyecto que se va a realizar se modela primero con cera, o con arcilla, o con madera, a fin de que se pueda ver lo que va a ser construido”. ¿Qué herramientas simbólicas tenemos en nuestras manos? ¿O no se ve lo que ha de ser a través de la imagen que la prefigura? 

Ya no nos consideramos imagen de Dios. Despreciamos esta revelación porque nos parece anticientífica e ilógica. Hoy en día somos imagen de nosotros mismos, con toda la carga de relativismo que conlleva absolutizar aquello que está en constante cambio. Todos conocemos los reiterados intentos de humanizar y dedivinizar a Cristo, para que la referencia que Dios nos ha dado, deje de ser válida. 

¿Un ejemplo? El domingo escuché varias interpretaciones del Evangelio de la misa (Mt 22, 34-40.), en el que Cristo deja claros los dos mandamientos principales. La primera interpretación señalaba que el amor a Dios y al prójimo, eran como dos patines (iguales en todo) con los que tenemos que andar por la vida. Si falta uno de los patines nos caemos o no podemos andar. 

La segunda interpretación señalaba que sólo podemos amar a Dios si antes amamos a nuestro prójimo. Para quien la refirió, Dios es algo demasiado lejano y extraño para poderlo tomar como referente y base del amor. Indicaba, que en todo caso, el amor a Dios era una extensión del amor al prójimo. 

 ¿Quién ha leído totalmente el pasaje evangélico? Si se lee de verdad veremos que Cristo no hace equivalente el amor a Dios al amor al hermano. Tampoco dice que tenemos que amar primero al prójimo y secundariamente a Dios. Sólo quien ama a Dios sobre todas las cosas, puede ver Su imagen en el hermano y amarlo en esa imagen divina. Amor que conlleva rechazar el pecado que anida en nosotros y que no es imagen de Dios. ¿Qué son estas dos interpretaciones sino reconstrucciones del Evangelio? Deconstrucciones, adaptaciones humanizadoras, simplificaciones políticamente correctas. 

Como dice el Papa Francisco, hay quienes convierten el pan (Evangelio) en piedra para lapidar a los que nos atrevemos señalar que se deconstruye y se dedican a decir que las ideologías (piedras) son pan y para obligarnos a comerlas. 

Nos dirán que somos insensibles, neandertales, postconciliares y otras lindesas diversas. No pasa nada si caminamos junto a Cristo, como los discípulos de Emaús en pleno siglo I. Cristo está vivo y a nuestro lado. Es referencia absoluta como Dios y como hombre. es Apostólica, porque entiende como revelación de Dios y la hace suya. Lo profesamos todos los domingos, en el Credo, como una forma de evidenciar que todos tenemos una misma Fe y queremos vivir según esa Fe. 

Desde el plano humano tenemos tres formas de hacer la Iglesia a nuestra imagen.

Todos los modelos son decostrucciones del modelo de Cristo y por lo tanto, formas sacar el Espíritu de la Iglesia, para dejar la medida humana como única referencia

 …“ lo que hasta aquí portaba la imagen del futuro es destruido, por haberse hecho inútil, al haber cedido su imagen a una realidad...en este caso no es una realidad, sino a la realidad adecuada. Una realidad a nuestra imagen y semejanza.