Me llegan las fotos del horrible “altar” (me resisto a aplicarle ese término a tamaño adefesio) que desde ahora mancilla la iglesia de Santa Clara de Sevilla. No pensaba escribir sobre un hecho que confirma que, en tiempos en los que católicos de todo el mundo redescubren la belleza, en nuestro país se nos sigue castigando sin piedad con bodrios que uno creía ya superados.

Pero es que el diseñador, Pablo Millán, lo califica de "un altar franciscano"… ¡y por ahí no paso!

Si algo es ese altar es antifranciscano, justo lo contrario de lo que el pobre San Francisco de Asís quería para las iglesias.

Me imagino que no deben de haber leído mucho sobre San Francisco de Asís y sus referencias serán la peli de Mickey Rourke y Jesucristo superstar. Si conocieran un poco al santo sabrían que sí, que abrazó la pobreza para sí y para los suyos, haciendo de la misma fundamento de su orden, y que esto se reflejaba en su manera de vestirse, en los utensilios que empleaba, en sus alojamientos…

Su compañero Tomás de Celano, en la Vida segunda de San Francisco nos dice que el santo “enseñaba a los suyos a hacer viviendas muy pobres, de madera, no de piedra, esto es, unas cabañas levantadas conforme a un diseño muy elemental” (costumbre que ha caído en desuso). Y continúa: “Este hombre odiaba no sólo la ostentación de las casas, sino que detestaba profundamente que hubiese muchos y exquisitos enseres. Nada quería, en las mesas y en las vasijas, que recordase el mundo, para que todas las cosas que se usaban hablaran de peregrinación, de destierro”.

Eso en lo que se refería a él y a los suyos. ¿Y con las cosas de Dios?

Pues justo lo contrario.

San Francisco se empeñaba en que los objetos de culto (altares incluidos) fueran lo más ricos y preciosos posible, pues no eran para él, sino para el Señor. Así, compraba ricos cálices y vasos sagrados para enviarlos a las iglesias o se indignaba si los manteles estaban viejos o sucios.

Y es que la devoción eucarística de San Francisco era enorme. Lo explica Tomás de Celano: “Como tenía en gran reverencia lo que es digno de toda reverencia, ofrecía el sacrificio de todos los miembros, y al recibir al Cordero inmolado inmolaba también el alma en el fuego que le ardía de continuo en el altar del corazón… Quiso a veces enviar por el mundo hermanos que llevasen copones preciosos, con el fin de que allí donde vieran que estaba colocado con indecencia lo que es el precio de la redención, lo reservaran en el lugar más escogido”.

Es probable que si uno de sus hermanos, enviado con copones preciosos a rescatar al Señor de algún lugar inmundo, se tropezase con el nuevo altar de la iglesia de Santa Clara de Sevilla, no dudaría en arrebatarlo y llevarlo a algún sitio más digno.

No me resisto a citar la entrada que Juanjo Romero hizo en su día con valiosísimas citas de San Francisco sobre este tema:

Si quieren justificarse por el horror perpetrado en la iglesia de Santa Clara de Sevilla tendrán que buscar otro argumento, pero decir que ese altar es al estilo “franciscano” es una burda mentira que no cuela.