La curación de una religiosa a quien los médicos le habían pronosticado una muerte segura fue el "milagro" que se le atribuyó a Mama Antula para ser proclama ayer beata en Santiago del Estero.

A María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, se le atribuye la intercesión por la curación de la hermana María Rosa Vanina, religiosa de la congregación Hijas del Divino Salvador, quien se recuperó de una colecistitis aguda con shock séptico en 1904, luego de que otras las monjas le rezaran a su fundadora por su recuperación.


El testimonio de la hermana María Rosa Vanina fue clave para avanzar en el proceso de canonización de Mama Antula.

Según figura en la causa, la religiosa declaró el 24 de septiembre de 1906, cuando tenía 31 años.

"Agradezco este beneficio de la Providencia Divina y creo fundamentalmente haber sanado por la intercesión de nuestra venerable madre fundadora", afirmó Vanina en su declaración incluida en el expediente canónico de beatificación recién aprobado en marzo de este año.

El 2 de julio de 2010, el papa Benedicto XVI autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos la promulgación del decreto que reconoció que las virtudes cristianas en grado heroico y la proclamó venerable.

En tanto, el papa Francisco autorizó el 4 de marzo de este año la promulgación del decreto que reconoce el "milagro" atribuido a la intercesión de Mama Antula.

La causa para su canonización fue la primera presentada ante el Vaticano por el episcopado argentino, a comienzos del siglo XX.


A Mama Antula también se la conoce por su valentía, ya que desafió la expulsión de los jesuitas al predicar y difundir los ejercicios espirituales ignacianos.

Cuando los jesuitas fueron expulsados de estas tierras, Mama Antula tenía 15 años e hizo una promesa privada de castidad y pobreza. Decidió dedicar su vida a la difusión de los ejercicios espirituales según el método enseñado por San Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los jesuitas (que consiste, generalmente, en ocho días de meditación guiada).

Se vistió con un hábito jesuita y se puso a predicar y organizar retiros espirituales primero en pueblos de Jujuy, Salta, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Córdoba. Y, desde 1779, en Buenos Aires, donde hizo construir una casa para los ejercicios que se conserva aún en la avenida Independencia al 1100.