Javier de Cendra: la idea de líder en el ámbito cristiano «se ha difuminado hasta casi perderse»

Javier de Cendra habla de la necesidad de formar líderes cristianos que transformen la sociedad.
Javier de Cendra vive entregado en la formación de las nuevas generaciones. Como decano de la Facultad de Derecho, Empresa y Gobierno de la Universidad Francisco de Vitoria ha acompañado a cientos de alumnos. Pero la sociedad necesita incluso más, urgen líderes que guíen en tiempos convulsos y que tengan una mirada realmente trascendente. De ahí que se volcara en la recientemente creada Escuela de Gobierno y Liderazgo Isabel la Católica de esta misma universidad, donde preparan a los líderes del futuro con unas enseñanzas basadas en el bien común y en el Evangelio.
En una entrevista con Javier Lozano en la revista Misión, publicación en papel de suscripción gratuita, De Cendra analiza la falta de líderes actuales, cómo debería ser el liderazgo cristiano y cómo se puede dar la vuelta a esta situación. A continuación ofrecemos un extracto de la entrevista en Misión:
- ¿Qué tipo de líder promueve hoy la sociedad?
- La sociedad está secularizada y muchas personas consideran que la plenitud se alcanza con el éxito profesional, económico y social. La dimensión espiritual, aunque no ha desaparecido del todo, se ha dormido. Hoy se considera un buen líder a quien se ciñe a guiar a la comunidad para que viva mejor, sin integrar la dimensión espiritual y trascendente.
- ¿Por qué prevalece hoy este tipo de liderazgo?
- Nos hemos conformado con poco. Muchas personas ponen sus esperanzas en un bienestar netamente material y esperan líderes que los lleven con facilidad a esa meta. Cuando se pierde la dimensión trascendente también se pierde el deseo de dejar a las generaciones futuras una situación mejor que la que nosotros recibimos. Por eso se promueven líderes con una visión cortoplacista: que trabajen sólo en el aquí y el ahora. Pero hacen falta personas llamadas a trabajar para generar bienestar espiritual.
- ¿Un líder nace o se hace?
- Ambas cosas. El liderazgo es un don, pero también una responsabilidad. Venimos al mundo con la capacidad de ser líderes y estamos llamados a desarrollarla, pero nacemos como seres dependientes. Aprendemos de otros que nos guían, empezando por nuestros padres.
- ¿Cuáles son las principales características de un buen líder?
- El líder es el que toma conciencia de su destino en un sentido trascendente, tanto horizontal como vertical. Horizontal, porque se da cuenta de que tiene que entregar un legado a los que vienen detrás. Y vertical, porque reconoce que su destino final no está en este mundo, que nada de lo que hay aquí puede satisfacer todos nuestros anhelos. Así que el líder quiere ayudar a otros a descubrir esos anhelos que no puede satisfacer del todo en este mundo, y logra apuntar ese camino. Y no sólo apunta al camino, sino que es capaz de ahormar a la comunidad, de generar unidad en torno a este destino.
¿Cuál diría que es el modelo de liderazgo cristiano?
- Jesucristo. El liderazgo cristiano sólo es posible cuando, en nuestro contexto histórico y social, seguimos a Cristo y llevamos a otros hacia Cristo, con todas sus consecuencias. Jesús fue educado en una familia; fue obediente a sus padres; fue guiado por ellos hasta tomar plena conciencia de su misión. Él estaba en relación constante con Dios Padre, pero aprendió en la familia, en una vida ordinaria, durante 30 años, en un ámbito concreto del mundo y de la historia.
- ¿Cómo se extrapola este modelo a nuestra realidad?
- El líder cristiano vive en oración, en unidad profunda con el Padre y va poco a poco descubriendo quién es y a qué está llamado. Tras un encuentro fuerte con Él, es enviado por Dios a llevar a otros hacia Dios. Es una llamada, una vocación que tenemos todos, que podemos descubrir o no, pero cuando la hemos descubierto tenemos que responder.
- ¿Esta dimensión la comprenden hoy los cristianos?
- Esta concepción de liderazgo, incluso en el ámbito cristiano, se ha difuminado hasta casi perderse. En esta sociedad secular, incluso los cristianos hablamos de liderazgo en términos seculares. Vemos muy difícil hablar de Cristo y del liderazgo cristiano. Tendemos a pensar que no podemos plantearlo porque es excluyente.
- ¿Será por falta de unidad de vida?
- Nos hemos acostumbrado a dejar las creencias y la vida de fe en el ámbito privado, y en lo público nos comportamos con criterios puramente seculares. Es algo que viene de la Ilustración y provoca que la vocación se haya debilitado. Se ha oscurecido la conciencia de la vocación laical y a la vida religiosa. La jerarquía ya no acaba de entender cómo dar testimonio de las verdades eternas en el ámbito público, y el ámbito público no tolera que la jerarquía católica se pronuncie.
- ¿Qué consecuencias se derivan de un liderazgo en estos términos?
- El liderazgo está hoy fragmentado y debilitado, porque un cristiano si entra en política lo hace sin la dimensión espiritual, porque le parece que no puede justificar ninguna decisión en criterios religiosos. Un ateo o alguien de cualquier corriente ideológica puede plantear cuestiones sin problemas, pero a un católico no se le permite hacerlo en el ámbito público.
- ¿Cómo podemos dar la vuelta a esta situación?
- La potencia de nuestra tradición es tan gigantesca en lo filosófico, antropológico, moral o económico que es muy superior a otras fundamentaciones que no están ancladas en esa dimisión trascendente. Pero hay que dar un salto al vacío.
- ¿Cómo hacer acopio del impulso para dar ese salto?
- Cuando se conoce a Cristo de verdad y se vive la fe con todo lo que supone en términos morales y en su manifestación económica o política, se descubre que todos los seres humanos son creados a imagen y semejanza de Dios y que si no han descubierto la fe es porque están a la espera de que alguien se la comparta. Sólo así el líder puede lanzarse sin miedo en ese salto.
- ¿Quiere decir que necesariamente la piedra de toque es la fe?
- No puede hacerlo si no se encuentra primero con la ternura de Dios, que da la seguridad de sentirse amado para lanzarse al mundo a dar testimonio. Si le dan tortas, ya sabe que está en brazos de Dios y puede soportarlas. Pero si no lo vive así, uno acaba cayendo en lo políticamente correcto.
- Pero la cultura woke está al acecho para destrozar todo lo que tiene olor a cristiano.
- De ahí la importancia de vivir la llamada universal a la santidad. Nuestros jóvenes han nacido en esta sociedad débil y fragmentada, sin esperanza, que no da seguridades básicas a los jóvenes. Llegan a la universidad rotos y no son capaces de entenderse ni de entender el mundo en el que están. Por eso hay que curarlos y anunciarles el Reino, decirles que Dios los quiere, explicarles qué es la fe y que Dios tiene un plan de salvación.
-¿Qué papel juega en esto la Doctrina Social de la Iglesia?
- No conocerla y no vivirla es como ir a la guerra sin protección. Es ir a fracasar. Pero ir con ella es ir con la fuerza de Dios. La Doctrina Social no da soluciones concretas a problemas concretos. Eso lo hacen los cristianos que son Iglesia, que gracias a esta doctrina tienen el marco de comprensión de la realidad. Pero al líder cristiano no se le exime de tener que utilizar al máximo su razón. Por eso es ridículo pensar que de un conocimiento no vivido de la fe se puedan derivar propuestas para solucionar problemas complejos. Ese espacio lo rellena primero el encuentro con Cristo, la vida de oración, el conocimiento de la realidad a través de las ciencias y la Doctrina Social.
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