Carlos Robledo, filósofo: «El magisterio de Juan Pablo II ha caído en la conspiración del silencio»

El largo pontificado de San Juan Pablo II fue pródigo en documentos de valor doctrinal sustancial y permanente.
A veinte años de su muerte, el legado de San Juan Pablo II continúa siendo actual. A lo largo de más de 25 años de pontificado (1978-2005), el Papa polaco dejó una serie de documentos fundamentales para comprender el mensaje de la Iglesia para impregnar de espíritu cristiano el mundo de hoy.
En esta línea, Carlos Robledo, argentino que reside en la ciudad de Rosario, casado, padre de cinco hijos y abuelo de cuatro nietos, profesor de Filosofía, licenciado en Pedagogía, presidente del Instituto José Manuel de Estrada (Rosario) y secretario de redacción de la revista Verbo (Argentina) en la década del 90 del siglo pasado, organiza una charla titulada Juan Pablo II: ¿un magisterio olvidado o negado? que se transmitirá el próximo 26 de agosto a las 19:30 hora argentina [GMT-3], 00:30 en España.
Le pedimos que nos anticipe algunas ideas.

Carlos Robledo, un profesor de Filosofía que reivindica el legado doctrinal del pontificado de Juan Pablo II.
-¿Por qué es importante hoy recordar el magisterio de San Juan Pablo II?
-El magisterio de San Juan Pablo II hoy reviste especial importancia, y la etimología de la palabra “recordar” nos ayuda a comprender eso. Es decir, re-cordar significa hacer pasar por el corazón, hacer memoria comprensiva y agradecida, de un don recibido. En ese sentido, cada encíclica, cada declaración, cada exhortación apostólica suyas que hemos hecho pasar por el corazón y la conciencia, nos muestra tanto la fuerza doctrinal de su inteligencia como su voluntad de iluminar el mundo actual.
»Sin duda, ha sabido rodearse de excelentes asesores -Joseph Ratzinger, Antonio Livi, George Cottier, entre otros- para dotar de la mayor claridad y precisión posible a sus escritos. La importancia que hoy tiene ese magisterio no obedece a ningún impulso nostálgico, o a quedarse en el pasado, como si esos textos fueran piezas de museo. Ellos tienen una sustancia doctrinal, una fuerza argumentativa, para convertirse en una mediación necesaria, si se quiere servir al hombre y a los pueblos, en orden a su encuentro con la Verdad que nos salva.
»Por otro lado, cuando se ven las problemáticas que abordan, ninguna de ellas ha encontrado una acabada solución, frecuentando ideologías o pensadores de corte nihilista en lo antropológico o liberal-colectivistas en lo social.
-Usted eligió algunos documentos de San Juan Pablo II para tener en cuenta. ¿Cuáles fueron los criterios de elección?
-Elegí algunos documentos, no por descarte de otros, sino por interrogarme acerca de qué cuestiones hoy, siglo XXI, año 2025, despiertan el interés o siguen generando interrogantes a nuestros contemporáneos.
- Con Veritatis splendor (1993), ¿podemos pensar que la verdad existe, podemos conocerla y que ella es la clave para defender a la conciencia de cada persona, del error y la mentira?
- Con Evangelium vitae (1995), ¿podemos advertir hasta dónde llega el oscurecimiento mental y la perversidad política, para saber defender la vida humana, agredida por esas fuerzas del mal?
- Con Sollicitudo rei socialis (1987), ¿identificamos las causas morales y las distinguimos de las causas sociales, siendo concurrentes ambas, para frenar el desarrollo de los pueblos?
- Con la declaración Dominus Iesus (2000), ¿asumimos que sólo declarando la identidad de Jesucristo y de la Iglesia, mostramos coherencia interna como Iglesia católica para dialogar y acercar más almas a la Fe?
»Con todo, estos textos magisteriales son los primeros, pero no serán los únicos seleccionados, en este ciclo de presentaciones temáticas. Subrayo, a mi humilde y limitado entender, que el magisterio de San Juan Pablo II ha caído bajo la conspiración del silencio. Justo en un momento de ausencia de guía moral por parte de los pueblos; no digo que estén esperando la voz magisterial y materna de la Iglesia, pero si Ella se hace escuchar, hasta por el escándalo de su enseñanza, habrá servido al plan divino.
-San Juan Pablo II se detuvo en la Doctrina Social de la Iglesia de modo particular. ¿Cuáles fueron sus principales aportes?
-Me atrevo a decir que su principal aporte ha sido y es poner el foco en la misma Doctrina Social de la Iglesia, como dimensión constitutiva de la Teología Moral y señalar su alcance práctico. Más aun, lo hizo cuando parecía que sólo el capitalismo financiero y democrático era la solución para las naciones del planeta.
»Cómo no recordar, emocionado, cuando sus fuerzas físicas todavía se lo permitían, arrodillarse al bajar del avión que lo llevaba a una nación, y besar el suelo del país que lo recibía. Así nos predicaba el amor a la propia patria y a la patria del prójimo. Que la identidad nacional como las fronteras limítrofes no incitan a la guerra, llaman a la pacífica convivencia, desde las raíces de cada nacionalidad. Nos lo dijo a los argentinos en su visita de 1987. Y afirmó que las naciones son sujetos de derecho, derecho a vivir y desarrollarse conforme a su idiosincrasia. Si logramos aceptar esta línea directriz señalada por Juan Pablo II, amar la Patria como don de la Providencia, podremos insertar todos los otros aportes que nos dejó como legado.
-Por último. En pocas palabras ¿cómo resumiría la principal enseñanza de San Juan Pablo II para los católicos y para los hombres de buena voluntad?
-Su principal enseñanza está desarrollada en su primera carta encíclica programática: Redemptor hominis (1979). Resumidamente: “Jesucristo es el único redentor del hombre y el hombre no debe tener miedo de Jesucristo”. Y Juan Pablo II, el Papa venido de un país lejano, jamás tuvo miedo o dejó que el miedo lo frenara; ni siquiera después del atentado del 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro en el Vaticano. ¡Asesinar al Papa en la plaza! ¿Te acuerdas cuando, al canto de los jóvenes “Juan Pablo II te quiere todo el mundo”, él supo responder “No todo el mundo”? Pues bien, así vivió y escribió Juan Pablo II: nos enseñó a vivir con parresía, sin miedos paralizantes, para reordenar la sociedad según el plan arquitectónico de la Doctrina Social de la Iglesia, con lo que tengamos, desde la realidad donde estemos parados.