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La Santa Sede prohíbe el culto público pero permite el privado en el Monte Sant'Onofrio

¿Contacto con los difuntos? Fernández precisa la doctrina a raíz de un vidente que ve a su suegra

Michelino Marcovecchio, de rodillas en el centro de la imagen, en el Monte Sant'Onofrio durante una de sus visiones.

Michelino Marcovecchio, de rodillas en el centro de la imagen, en el Monte Sant'Onofrio durante una de sus visiones.Gloria TV (captura)

Redacción REL
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C.L.

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A Michelino Marcovecchio se le apareció su suegra, Livia Casciano (1922-2009) al año siguiente de morir, y posteriormente la Virgen María. Son los "presuntos fenómenos sobrenaturales" del Monte Sant'Onofrio [San Onofre], en Agnone, en el centro de Italia, sobre los que este martes se pronunció el cardenal Víctor Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

Lo hizo en forma de carta a Camillo Cibotti, obispo de Isernia-Venafro y Trivento, para confirmar las medidas adoptadas por éste. La Santa Sede declara prohibido el culto público en forma de celebraciones litúrgicas o peregrinaciones y la divulgación de los mensajes salvo autorización explícita de la autoridad eclesiástica competente. Pero permite el culto privado individual o en pequeños grupos, en particular en torno a una cruz existente en el monte antes de las supuestas apariciones.

¿Auténticas o falsas? 

Este nuevo documento sobre apariciones responde a las nuevas directrices de discernimiento de este tipo de fenómenos, formuladas en mayo de 2024 y que desde entonces se han aplicado a varios casos. Los más célebres, Medjugorje y Litmanova.

Como en los casos anteriores, Doctrina de la Fe no se pronuncia sobre la veracidad o falsedad de los mensajes, sino que los cita como "supuestos" y los alaba o reinterpreta, según los casos.

En Monte San Onofre, Fernández distingue "aspectos positivos y signos de la acción del Espíritu Santo en medio de este supuesto fenómeno espiritual", como el hecho de que "en los supuestos mensajes de la Virgen está el recuerdo constante de los medios fundamentales de santificación: la Palabra de Dios, la Eucaristía, la Reconciliación, junto con la invitación a la solidaridad con el mundo en que vivimos". 

Sin embargo, señala dos aspectos negativos.

El primero es la desobediencia a las disposiciones del anterior obispo de Trivento, Claudio Palumbo, que prohibió toda forma de culto público o privado, una desobediencia que la Santa Sede atribuye, más que al "supuesto vidente", a "algunos eclesiásticos" que le rodean.

El segundo aspecto negativo es que en los fenómenos de San Onofre, hay "posibles riesgos" de confusión en torno a "la naturaleza de las relaciones entre las almas de los difuntos" y "la Iglesia que vive en la Historia".

Michelino Marcovecchio, tras uno de sus éxtasis.

Michelino Marcovecchio, tras uno de sus éxtasis.Gloria TV (captura)

¿Qué tipo de contacto con los difuntos es posible?

Por este motivo, el documento de Doctrina de la Fe, además de la decisión sobre San Onofre, incluye una aproximación doctrinal que forma una segunda parte diferenciada dentro de la carta a monseñor Cibotti, parte titulada La comunión entre la Iglesia peregrina y los difuntos.

En efecto, la peculiaridad de esta "experiencia espiritual" -así la califica el documento- del Monte San Onofre es que a Michelino le habla su suegra, quien afirma estar ya en el Cielo. Unas veces lo hace sola, otras junto a la Virgen. 

El cardenal Fernández resalta que no hay un fenómeno de 'mediación' que lo asemeje al espiritismo, pues Michelino no busca el contacto (que, según declaró, fue espontáneo y empezó con un sueño meses después de la muerte de Livia) y además tiene lugar, según le cuenta ella, a través de su ángel custodio, lo que, en palabras del cardenal, requiere "mayor profundización".

La decisión sobre el Monte San Onofre ha servido en cualquier caso para que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe recuerde algunos elementos de la fe católica sobre la relación entre los vivos y los muertos.

Éstos son los puntos doctrinales más relevantes con los que el Vaticano quiere "explicar con precisión el sentido de nuestras relaciones con los difuntos sin caer en prácticas condenadas por la Iglesia":

1. Espiritismo vs Comunión de los santos

El cardenal Fernández distingue claramente entre el contacto establecido rezando por los muertos y la pretensión de convocarlos: "La oración por los difuntos es muy diferente de la evocación de los muertos, práctica explícitamente condenada en la Biblia, como se desprende del conocido episodio de la evocación del espíritu de Samuel por Saúl (cf. 1 Sam 28, 3-25), prohibición confirmada por los Apóstoles junto con el uso de todo tipo de artes mágicas (cf. Hch 13, 6-12; 16, 16-18; 19, 11-20)".

La "evocación" o "espiritismo" es "cualquier método por el que se intenta provocar con técnicas humanas una comunicación sensible con los espíritus o las almas separadas", y el Catecismo de la Iglesia Católica  lo considera "prácticas de adivinación" que "van directamente contra el primer mandamiento", continúa el documento vaticano.

Nada que ver con "la oración por los difuntos", que es una "expresión del misterio de la comunión de los santos", en virtud de la cual "[existe] una relación, misteriosa pero real, fundada en el amor de Dios manifestado en el misterio pascual de Cristo, entre los que están 'más allá' y nosotros que estamos en esta tierra... Este misterio está en el fundamento tanto de la oración de invocación a los santos como en la oración de intercesión por los difuntos".

2. Entender bien qué es el alma

Y cuando hablamos del alma de los difuntos, ¿de qué hablamos? El prefecto de la Fe recuerda un principio básico de la antropología católica, que la Iglesia recuerda también cuando, por ejemplo, rechaza la ideología de género, que disocia completamente el principio espiritual del material (la falacia del 'nací en un cuerpo equivocado'): "El alma", señala ahora Fernández aplicándolo a la separación temporal del cuerpo y el alma con la muerte, "no es una 'parte' de la persona, sino que es una forma de referirse a la persona misma en todo lo que no se reduce al ámbito biológico: conciencia, voluntad, inteligencia, sentimientos y, sobre todo, su relación con Dios, una relación que ni siquiera la muerte puede empañar". Del mismo modo, tampoco el cuerpo es "una porción de la persona, sino una dimensión de su ser".

"Es lícito preguntarse, por tanto", señala el documento, "qué le sucede a la persona en el tiempo que media entre la muerte corporal y la resurrección", momento en el que la unidad del cuerpo y el alma será restaurada para salvación o condenación eternas.

"Con la muerte, la persona no es borrada de la existencia, sino que sobrevive un elemento espiritual que está dotado de conciencia y de voluntad, de manera que subsiste el mismo yo humano, faltándole entretanto el complemento de su cuerpo", explica el purpurado: "Cuando hablamos de las almas de los difuntos, por lo tanto, nos referimos a esas mismas personas que conocimos en vida y que sabemos que están vivas en Dios a pesar del fin de su existencia terrena. Esta es una condición que nos resulta muy difícil, si no imposible, de imaginar, al menos mientras estemos aquí en esta tierra, por lo que es bueno evitar cualquier tipo de fantasía y confiarse, en la fe, a la oración".

El problema, pues, no es tanto buscar el contacto con los seres queridos fallecidos, algo que el texto considera "un deseo muy humano", sino intentar ese contacto "a través de una técnica, un método, que como tal no considera la realidad autentica de nuestros seres queridos fallecidos: estar vivos en Dios en la comunión de los santos".

3. Las almas del Purgatorio

Rezar por un alma que aún no alcanzó la visión beatífica sí tiene sentido, distinto al de rezar a santos que sabemos, por la autoridad de la Iglesia, que están en el Cielo: "Aquí nos enfrentamos a otro misterio de nuestra fe, el del purgatorio. Más allá de las imágenes, más o menos adecuadas, que se han propuesto a lo largo de la historia, también aquí debemos evitar dar demasiado espacio a la imaginación, viviendo este misterio con un auténtico espíritu de fe. Lo que sí podemos afirmar es que muchas almas, sin estar condenadas, se encuentran en estado de purificación y curación, a la espera de alcanzar la plena comunión con Dios".

El Purgatorio es también una razón para la esperanza, añade el cardenal Víctor Fernández, pues nos dice que el mal en el que caemos no tiene la última palabra: "Si construimos nuestra vida sobre el fundamento de Cristo, aunque no seamos perfectos, no tenemos nada que temer, porque Él es más grande que nuestro corazón, a pesar de lo que Él pueda reprocharnos".

"En este contexto se puede comprender la piedad hacia los difuntos", una de las obras de misericordia espirituales: "Auténticas obras de caridad que, por ese misterio de abajamiento por el cual el Señor acepta realizar sus obras a través de sus criaturas, permiten al amor del Padre llevar a esas almas a la plena comunión con Él". Por eso la oración por los difuntos, "aunque sea poco frecuente, mantiene vivo el vínculo con las personas que han compartido su vida con nosotros" y es un antídoto contra el individualismo moderno, subraya.

La relación con los difuntos no es, en conclusión, solo un vínculo de abajo arriba. También de arriba abajo: "La fe y la tradición nos confirman en la convicción de que esta relación espiritual es recíproca, en el sentido de que no solo nosotros rezamos por los difuntos, sino que ellos (los santos, los mártires) también rezan por nosotros, ofreciendo así una verdadera intercesión por el mundo que se une a la de los demás seres celestiales".

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