El director de Western Academy, en Texas, detalla en una extensa carta los motivos de su política
Un colegio afín al Opus Dei declara la guerra al móvil: «Lo destruiremos, aunque sea de tus padres»

Los alumnos de Western Academy hacen deporte, inventan juegos y no dudan en guerrear con palos: el centro lo fomenta y permite, su línea roja es buscar el bien y la verdad... y hacerlo sin pantallas.
“Aulas que se abren al bosque; profesores paseando por el campo o haciendo deporte con los alumnos; estudiantes que se reparten en casas bajo un gran roble, niños declarándose la guerra y luchando con palos, trepando árboles, recitando poemas en casones de madera o escuchando cuentos alrededor del fuego” Aunque podría recordar a un fragmento de las primeras páginas de Harry Potter, se trata de la descripción que hace de sí mismo el colegio católico Western Academy, en Texas. Un centro especialmente sonado en los últimos días, tras anunciar la última revisión de sus políticas respecto al móvil, por la cual, de ver alguno en el centro, ya no será entregado al director, sino directamente “destruido”.
La evocación del centro es idílica. En pleno campo y entorno boscoso, dispone de un gran roble central en torno al que se sitúan los alumnos, en clase nunca son más de veinte y si el papel del hombre destaca por algo es por su estampa marcadamente contracultural. Nada de masculinidad tóxica, sino “culta”: “Hombres deportistas, amigos, trabajadores diligentes y con un interés genuino por el mundo y las ideas”.
Se trata de un mensaje que la escuela considera especialmente importante de cara a su principal etapa educativa, centrada en chicos preadolescentes y adolescentes.
Por ello, el tiempo que el centro dedica al ejercicio físico y a que ejerciten su propia libertad es numeroso.
“Hay tres recreos al día: uno corto por la mañana y uno más largo después del almuerzo para jugar; el tercer receso es para la lectura en silencio. Cada grado también tiene un espacio de gimnasia cuatro veces por semana. Los recreos y la educación física son descansos necesarios en la intensa rutina académica y también son necesarios para el desarrollo de las virtudes que se enseñan a través del deporte, como la valentía, la disciplina, el trabajo en equipo y el buen juicio”, se lee en la página web.
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El buen comportamiento no es lo que se piensa
Lo cierto es que su programa educativo está plagado de sentencias que chirrían por lo idílico que podrían sonar en contextos donde la educación se encuentra impregnada de ideología.
Es el caso de su concepción de la libertad del alumno, que nunca será castigado por construir, explorar, escalar, guerrear o cualquier otro juego de niños que normalmente podría motivar riñas y gritos de profesores o vigilantes.
La libertad es necesaria no solo para desarrollar auténticas virtudes morales, sino también para desarrollar auténticos hábitos intelectuales, afirman desde Western Academy, convencidos de que “el buen comportamiento no debe consistir simplemente en modales externos que agraden a los adultos, sino que debe conectar con el interior, el corazón de la persona que realmente desea hacer el bien”.
Las 4 casas
Al igual que en los colegios tradicionales ingleses, todos los alumnos se integran en una de las cuatro casas: Casa del Cuervo, Casa de la Concha, Casa Verde y Casa del Agua. Cada casa procede del escudo de armas del colegio y tiene como lema una virtud particular (sabiduría, audacia, esperanza y contemplación).

Descripción de las 4 casas de Western Academy.
Las Casas fomentan la camaradería, el liderazgo y una sana rivalidad entre los alumnos. Funcionan como familias dentro de la gran familia que constituye la comunidad de Western Academy.
A lo largo del año, las Casas compiten en torneos de ajedrez, proyectos académicos, concursos de poesía y relato breve, eventos deportivos, etc.
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Dirección espiritual del Opus Dei
Un bien que, según el ideario del centro, es inseparable de la búsqueda de la verdad y la sabiduría, tan presente en los momentos de juego y formación y académica como en la atención y dirección espiritual, encomendada a un sacerdote del Opus Dei.
“El propósito del Opus Dei es fomentar entre hombres y mujeres de todas las condiciones una profunda conciencia de la llamada universal a la santidad y al apostolado, llevada a cabo libremente y con sentido de responsabilidad, en su trabajo ordinario y en su lugar en la sociedad”, se lee en el manual entregado a los padres.

Alumnos de Western Academy, en su misa de graduación.
Cuando castigar o mandar al director no es suficiente
Junto con el fomento de la masculinidad, la formación como fomento de búsqueda de la verdad, el deporte y la espiritualidad, la contundencia respecto a los teléfonos móviles y dispositivos digitales es otra de las notas que están haciendo de este y otros centros un foco de atracción.
Hasta ahora, dicha política se plasmaba oficialmente en sus documentos internos y externos dirigidos a las familias.
Por ejemplo, en el manual de 2022 y 2023, el centro alegaba “distracciones significativas como resultado de los mensajes, videos, imágenes y juegos en los móviles” como motivo para prohibir la asistencia al centro con dispositivos digitales.
Con el fin de favorecer la concentración de los alumnos y la salud social general tanto de los estudiantes como de la escuela en su conjunto, se leía en el documento, “se requiere que los alumnos que tengan teléfonos móviles o relojes inteligentes los dejen en casa. Cualquier comunicación necesaria entre el alumno y sus padres deberá realizarse a través de la línea principal de Western Academy o de la extensión correspondiente del aula”.
Dicho ordenamiento venía seguido de una advertencia que, en un principio, ningún centro tendría que envidiar, pues los alumnos que fuesen sorprendidos con teléfonos móviles o relojes digitales serían enviados al director del centro, Jason Hebert, que mantendría una conversación con los padres.
"No importa que parezca maduro, el daño es severo"
Una medida que, dos años después, habría sido replanteada por completo.
Recientemente, el director del centro Jason Hebert se comunicó con las familias y padres de los alumnos recordando la cosmovisión con la que se fundó el centro. Lo hizo mediante una carta de cuatro páginas en la que observaba como el uso de teléfonos móviles y el incumplimiento de las políticas vigentes al respecto por los alumnos estaría colisionando con su idea fundacional.
Ahora, lamenta al respecto, “algo se está presentando como una fuente creciente de disonancia y confusión en lo que de otro modo sería una armonía de guía para sus hijos”.
A continuación, Hebert se dirigía severamente a los padres recordándoles por que sus hijos no deben traer teléfonos inteligentes –“smartphones”- al colegio.
“Es demasiado joven. No importa lo maduro que parezca. No tiene suficiente dominio propio para usarlo sin hacerse un gran daño. El daño que se le causa a su hijo es físicamente invisible pero severo, y conductualmente demostrable. Además, no es un teléfono, es una computadora personal de entretenimiento muy potente con capacidades de teléfono. Las funciones de teléfono no son el problema. La razón por la que su hijo quiere un teléfono inteligente no es para hacer llamadas”; argumenta el director.
La supervisión eficaz no existe
Tras años como docente y también al frente del centro, Hebert asegura que nunca ha conocido hasta la fecha a nadie que haya sido capaz de “supervisar eficazmente” el uso del teléfono por sus hijos, pero tampoco ha conocido a “ningún padre que haya dicho que el teléfono que le dio a su hijo haya sido bueno para él”.
“Todos experimentamos los efectos negativos a diario. Ustedes saben que no es bueno para él”, dice a los padres.
El director también afirma que ha logrado establecer tres categorías de argumentos por los que los padres deciden dar a sus hijos un teléfono móvil: “Inclusión, seguridad y conveniencia”.
Aunque dedica más de una página a refutar dichos motivos, sintetizamos brevemente el argumentario que emplea sobre cada uno.
1º “Exclusión social: todos tienen teléfono y yo no”
“Eso, dicho entre lágrimas, ha movido el corazón de muchas madres a pasar por alto su mejor juicio. También los padres. Pero el daño real no es lo mismo que el dolor o el sufrimiento. El dolor y el sufrimiento son condiciones necesarias del crecimiento… Es posible que su hijo esté sufriendo mucho por ser excluido porque muchos de sus amigos han recurrido al snapping -mandar fotos por Snapchat- como su principal medio de entretenimiento (me niego a llamarlo comunicación). ¿Qué deben hacer como padres?”, plantea.

Los alumnos de Western Academy, en el icónico roble del colegio.
2º Seguridad: “¿Y si hay un tiroteo en su colegio?”
El director comenta que casos como este pueden ocurrir, “pero un teléfono no lo protegerá en tales situaciones. Lo que realmente lo protegería sería que llevara consigo un arma. Pero, por supuesto, no enviaríamos a chicos jóvenes a la escuela con armas, aunque eso los hiciera más seguros ante una situación extrema, porque sabemos que son jóvenes y no tienen la madurez ni el juicio para manejar tales armas poderosas en un entorno con tanta libertad”.
Del mismo modo, por chocante que suene, agrega que aquello que es definitivamente dañino para la felicidad de los alumnos es el teléfono que le dan sus padres.
“No para mantenerlo seguro (porque no puede hacerlo), sino para que ustedes puedan saber que está bien si se viera envuelto en una situación extremadamente improbable de peligro. Prácticamente aseguran su deformación como muchacho para saber que está vivo si llegara a ocurrir una situación extremadamente improbable”.
De este modo, se da la paradoja de que la obsesión por saber que los alumnos están seguros es lo que, en realidad, les hace vivir de forma menos segura.
“Este cambio no tiene sentido. Facilita la destrucción de la felicidad que sueñan para su hijo para poder “creer” que está más seguro. Pero la realidad es que, en verdad, lo han hecho menos seguro. Pierden en ambos frentes: él es menos feliz y menos seguro”.
3º Es conveniente
“Observo es que los mismos padres que dan teléfonos a sus hijos hacen grandes sacrificios personales de tiempo y energía para ayudarles a desarrollarse como atletas, estudiantes o de otras formas. Pero, irónicamente, la frecuencia y el ajetreo de las actividades relacionadas hacen del teléfono un “mal necesario”. Y así, en un esfuerzo por facilitar la formación del muchacho como atleta, estudiante, etc., simultáneamente facilitan su deformación como hombre. De nuevo, ¿qué deben hacer ustedes como padres? No deben olvidar la otra responsabilidad, más importante y divinamente instituida, que tienen más allá de nutrir, proveer y proteger: deben guiarlos”.
"Si vemos algún móvil, lo destruiremos"
Tras refutar los mitos de la necesidad de móviles en los menores, el director del centro remarca que, por difícil que parezca, todo se reduce a dos actitudes.
Por un lado, decidir desde el amor por los hijos, demostrándoles que, como padres, “sabéis cómo guiarlos y quererlos diciendo ‘no’” o explicando por qué no los envenenaríais, aunque todo el mundo lo hiciera. “Y si ya les habéis dado el teléfono, decidles que ha sido un error y quitádselo. Después, repetiros que tenéis que hacer esto juntos. Todos sabéis que es malo para vuestros hijos, pero ellos no tienen ninguna posibilidad frente a vuestra autoridad como familia, menos aún si acordáis decir ‘no’ conjuntamente”, explica.
La carta del director concluye detallando el cambio de la política sobre teléfonos en el centro. “Los estudiantes no pueden traer ningún dispositivo digital. Hasta ahora, si se veía a un alumno con un teléfono, se le confiscaba. A partir de hoy, si alguien tiene un dispositivo en su poder, lo destruiremos, y si ocurre una segunda vez, lo expulsaremos permanentemente. Puede sonar severo, pero no lo es. Nuestra determinación es firme”, remarca el director Hebert.