Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

No, María no fue madre soltera

La Anunciación de Sandro Botticelli (c. 1485). Museo Metropolitan de Nueva Yok.
La Anunciación de Sandro Botticelli (c. 1485). Museo Metropolitan de Nueva Yok. La Virgen María estaba ya plenamente casada con San José en ese momento.

por Joe Heschmeyer

Opinión

Dos de los más memorables pasajes bíblicos del tiempo de Navidad son Lucas 1, 26-38 y Mateo 1, 18-25, que recogen el mensaje del arcángel de la Encarnación a la Virgen María y a José, respectivamente. Sin embargo, por muy familiares que estos pasajes nos resulten, hay muchos que apenas comprenden lo que sucede en ellos.

Por ejemplo: ¿estaban casados María y José en el momento de la Anunciación? ¿Por qué Mateo se refiere a José como el “esposo” de María (Mt 1, 19), y sin embargo, María le dice al ángel “no conozco varón” (Lc 1, 34)? ¿Qué significa que José “acogió a su mujer” (Mt 1, 24) o que “sin haberla conocido [José], ella dio a luz un hijo” (Mt 1, 25)?

Para responder a estas cuestiones al tiempo que meditamos sobre los misterios del alegre tiempo de la Navidad, hemos de aprender a leer estos pasajes de las Escrituras con ojos judíos.

Un auténtico matrimonio

Los matrimonios judíos constan de dos actos: el kidushin [el desposorio] y el nisuin [la boda]. Tras el primer acto, ya hay un matrimonio legal que solo la muerte o el divorcio pueden romper. En nuestros días, ambos actos suelen celebrarse en una única ceremonia. Pero dado que, en la Antigüedad, un “piso de soltero” no era realmente nada, un marido del siglo I disponía de un cierto tiempo después del matrimonio (llegaba a un año) para preparar un hogar para su nueva esposa. Al traer a su esposa al hogar y comenzar la vida conyugal (nisuin) se completaba el proceso del matrimonio.

Y así, reconocemos esta imagen del matrimonio cuando Jesús dice: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros” (Jn 14, 2-3). Él le dice a la Iglesia que ella ya es su esposa, y que esta vida es el corto espacio entre el kidushin y el nisuin, entre la ceremonia nupcial y la acogida por el esposo.

Lo mismo pasa en el camino de María y José hacia la Natividad. Leemos que María está “desposada” con José (Mt 1, 18; Lc 1, 27).

Ellos no están “prometidos” [expresión que usan algunas traducciones inglesas] en el sentido del “compromiso” moderno [previo al matrimonio]. Están legalmente casados y podrían tener lícitamente relaciones sexuales. Por eso José decide un divorcio silencioso (“repudiarla en privado”): porque “no quería difamarla” (Mt 1, 19). Pero no había nada infamante [en el embarazo de María], porque todo el mundo asumiría que el hijo de María era el hijo de José (Lc 3, 23: “Se pensaba que era hijo de José”), y era perfectamente aceptable quedarse embarazada del marido en el tiempo entre el kidushin y el nisuin.

Sin relaciones sexuales

Por tanto, lo primero que hay que afirmar es que María y José están legalmente casados, y son libres de tener relaciones sexuales. Lo segundo es que, por alguna razón, no las tienen. Esto lo vemos en las respuestas tanto de María como de José.

María le pregunta a Gabriel: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (Lc 1, 34). Ella no dice que no tenga marido. Ella dice que no tiene relaciones sexuales con su marido. Es una respuesta extraña, pero coherente con la respuesta de José.

Él sabía dos cosas: primera, que todo el mundo consideraría que el hijo de María era suyo, puesto que estaban casados; y segunda, que el niño no podía ser suyo. La única razón por la que él sabía que no podía considerarse padre del niño era que (pese a que todo el mundo supusiese lo contrario) no estaba teniendo relaciones con su esposa.

Los primitivos textos cristianos afirman que María hizo en el Templo algún tipo de voto de virginidad perpetua. Sea cierto o no, lo que sí sabemos es que María y José eran libres de tener relaciones conyugales lícitas, pero no las tuvieron. Ni en el momento en el que el arcángel Gabriel se aparece, ni después del nisuin, cuando empiezan a vivir juntos.

Aquí es donde las cosas se vuelven realmente extrañas: Mateo nos dice que “cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer. Y sin haberla conocido, ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Jesús” (Mt 1, 24-25).

A nuestros oídos, la expresión “acoger” puede sonar como algo sexual. No lo es. Es una referencia al nisuin: José lleva a María a su hogar, y se completa el proceso matrimonial. Sin embargo, la expresión “sin haberla conocido” sí es sexual (Gén 4, 1: “Adán conoció a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín”).

Así que podríamos preguntar: ¿por qué José y María siguen sin tener relaciones? No hay ninguna prueba de que el ángel le pidiese a ninguno de los dos que siguieran siendo célibes, y sin embargo lo son, aun viviendo bajo el mismo techo.

Los protestantes pasan por alto todo esto porque están obsesionados con la palabra “hasta” de algunas versiones inglesas, que traducen "sin haberla conocido, ella dio a luz" como "no la conoció hasta que dio a luz" . ¿Acaso esto no implicaría que ambos mantuvieron relaciones después del nacimiento de Cristo?

Pero esta obsesión no entiende lo que quiere decir Mateo. Como señala San Jerónimo, la Escritura está llena de afirmaciones como ésa: “Hasta vuestra vejez yo seré el mismo, hasta que tengáis canas os sostendré; así he actuado, así seguiré actuando, yo os sostendré y os libraré” (Is 46, 4) y “pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies” (1 Cor 15, 25). Pero eso no significa que Dios dejará de ser Dios cuando seamos ancianos o que Cristo dejará de reinar después de su triunfo final. Simplemente, el autor inspirado emplea la palabra “hasta” para delimitar un periodo de tiempo importante.

Mateo hace lo mismo. Lo que quiere decir es que incluso después del nisuin, María y José siguieron sin tener relaciones. ¿Por qué esto es importante? Por la profecía mesiánica en Isaías 7, 14: una virgen “concebirá y dará a luz” un hijo.

Joe Heschmeyer, licenciado en Teología por el Angelicum de Roma, formador de catequistas en la archidiócesis de Kansas City, abogado y padre de familia.

Publicado en Catholic Answers y tomado del portal mariano Cari Filii, donde fue publicado con algunas adaptaciones porque el autor hace referencia a imprecisiones de las versiones de la Biblia en inglés que, afortunadamente, no existen en  ninguna de las versiones más comunes en español. Traducción de Carmelo López-Arias.

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