Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Sínodo. Roma ha hablado, pero la causa no está cerrada


"La Civiltà Cattolica" ha dictado agenda y conclusiones del próximo sínodo sobre la familia. Pero las cosas podrían marchar en forma muy diferente. Últimas actualizaciones desde Francia, Alemania, Argentina

por Sandro Magister

Opinión

La entrevista efectuada por el jesuita Antonio Spadaro al teólogo dominico Jean-Miguel Garrigues, en el último número de "La Civiltà Cattolica", sigue suscitando discusiones.

En efecto, "La Civiltà Cattolica" no es una revista cualquiera. Cada uno de sus números se publica con el control previo de las autoridades vaticanas, en algunos casos casi en el grado más alto. Y su director Spadaro goza de una cercanía muy fuerte con el papa Francisco.

Por un lado, ha impactado entonces en forma muy especial la perentoriedad con la que Spadaro y Garrigues han dictado la agenda del próximo sínodo sobre la familia:

"Le espera al sínodo y al Santo Padre decir hasta qué punto la Iglesia puede verse obligada a ayudar en casos particulares de náufragos del matrimonio en una línea de indulgencia y clemencia".

Por otro lado, está la prontitud con la que han propuesto las posibles conclusiones.

En al menos dos "casos particulares", la revista ha optado explícitamente por la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar.

Esto ha suscitado la reacción inmediata de otro teólogo dominico, quien ha desmontado en ambos puntos los argumentos de su cófrade Garrigues:

> Sínodo. El duelo de dos jesuitas y dos dominicos

UN CASO DE ESCUELA

De las dos excepciones a la prohibición de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, propuestas por "La Civiltà Cattolica", la más instructiva es la primera, porque desde hace tiempo es también la más frecuentemente adoptada en la práctica pastoral.

El padre Garrigues la ha formulado de este modo:

"Pienso en una pareja de la cual un componente ha estado previamente casado, pareja que tiene niños y que tiene una vida cristiana efectiva y reconocida. Imaginemos que la persona ya casada haya sometido el anterior matrimonio a un tribunal eclesiástico que ha sentenciado la imposibilidad de pronunciar la nulidad matrimonial porque faltan pruebas suficientes, mientras ellos mismos están convencidos de lo contrario, sin tener los medios para probarlo. Sobre la base de los testimonios de su buena fe, de su vida cristiana y de su adhesión sincera a la Iglesia y al sacramento del matrimonio, en especial por parte de un padre espiritual experto, el obispo diocesano podría admitirlos con discreción a la penitencia y a la eucaristía, sin pronunciar la nulidad del matrimonio".

Así replicó su cófrade teólogo:

"Es como decir que si los expertos en la materia, que dedican a ello mucho tiempo, no han logrado individualizar la prueba de la nulidad del vínculo, entonces el obispo, que no es un especialista en el campo matrimonial, en su alma y en conciencia, luego de una o dos entrevistas, podrá confiar en la buena fe de los esposos y en la garantía de su guía espiritual.

"Se responderá: 'Pero su matrimonio es nulo'. En este caso, si lo es verdaderamente, ¿por qué no casarlos? ¿Y por qué actuar en forma secreta, con reservas? ¿Por qué se tienen dudas? Y si no se los casa, ¿en qué sentido el hecho que su primer matrimonio sea nulo cambiará el hecho que ellos viven juntos sin estar casados legítimamente con un vínculo sacramental? ¿En qué sentido esto les abre el acceso a la absolución y a la eucaristía?

"Cuando los esposos al fin acuden a los tribunales eclesiásticos (cuando lo hacen...) es porque piensan que hay algún fundamento en la nulidad de su vínculo, es porque están convencidos en su alma y en conciencia que su matrimonio es nulo. Y si el tribunal no les da la razón, ¿se persuadirán por ello? Por consiguiente, todos los que acuden a los tribunales eclesiásticos podrán decir que en conciencia su matrimonio es nulo, y el obispo podrá absolverlos a todos y autorizar a todos a comunicarse.

"En ese punto no quedaría otra cosa que cerrar los tribunales, sustituirlos por los obispos, e incluso cerrar las iglesias, porque también un simple matrimonio civil produciría los efectos de un matrimonio sacramental".

Lo que es interesante resaltar es que este mismo "caso particular" ahora ilustrado por "La Civiltà Cattolica" ya había sido hecho objeto de examen por parte del magisterio de la Iglesia – con resultado negativo – en la "Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la recepción de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados que se han vuelto a casar" publicada en 1994 por la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Al volver a publicar en 1998 esta misma carta en forma de libro, la Congregación la dotó de una introducción del entonces su cardenal prefecto, Joseph Ratzinger, y de comentarios de los cardenales Dionigi Tettamanzi y Francesco Pompedda.

Pompedda, un ilustre canonista que gozaba de alta estima también en esa Gotha del progresismo que es la "escuela de Boloña", había puesto en evidencia cómo el derecho canónico y la praxis judicial de la Iglesia no permiten contraponer el foro interno al foro externo, pero ni siquiera rechazan las convicciones de conciencia de los fieles, tan cierto es que admiten como prueba suficiente de nulidad de un matrimonio también "las solas declaraciones de las partes, naturalmente en los casos que esas declaraciones ofrecen garantía de plena credibilidad".

Y Tettamanzi, especialista en teología de la familia, también había impulsado, haciéndose fuerte a partir de la encíclica doctrinal de Juan Pablo II, "Veritatis splendor", la "perversidad" de atribuir a la sola conciencia "todo poder de decisión sobre la base de las propias convicciones".

Hoy, el anciano cardenal Tettamanzi se ha retractado de sus posiciones, según cuanto ha escrito en su cuadernillo editado este año y que lleva por título "Il Vangelo della misericordia per le famiglie ferite" [El Evangelio de la misericorida para las familias heridas], editado por San Pablo, en el cual define como "plausible" dar la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar.

Pero ésta es solamente una enésima señal de cómo en esta materia todo ha sido puesto en discusión en la Iglesia, también lo que parecía definitivamente establecido hasta la elección como Papa de Jorge Mario Bergoglio.
 
LA DISCUSIÓN EN FRANCIA

Es especialmente vivaz en estos días la discusión que tiene lugar en el área franco-alemana, allí donde la corriente innovadora tiene sus extremos más avanzados.

En la otra orilla, respecto a la cumbre a puertas cerradas celebrada el 25 de mayo en la Pontificia Universidad Gregoriana, de Roma, convocada por los presidentes de las Conferencias episcopales de Alemania, de Francia y de Suiza junto a algunas decenas de expertos, todos fogosos partidarios de cambios en materia de divorcio y homosexualidad, hay al menos dos obispos de estas mismas regiones que han salido últimamente del armario en argumentada defensa de la doctrina y de la praxis tradicionales del matrimonio.

En Francia intervino el obispo de Ajaccio, Olivier de Germay, en el diario católico "La Croix":

> Divorcés remariés: la fidélité est-elle possible?

De Germay fue elegido por la Conferencia Episcopal Francesa como primer hombre de reserva en el caso que uno de sus cuatro delegados al próximo sínodo deba ser sustituido. Pero ello no excluye que de todos modos vaya a Roma, porque entre los cuatro elegidos hay uno, el cardenal de París - André Vingt-Trois – que ya es miembro del sínodo por derecho propio, en cuanto es su co-presidente. En su intervención en "La Croix", De Germay llama la atención sobre todo sobre la pérdida general de significado de la Eucaristía como sacrificio, que sumada a la comunión ahora hecha indiscriminadamente por todos los fieles ha tornado incomprensible la participación en la eucaristía sin comunicarse.

Cuando por el contrario, precisamente "el deseo de la comunión" permitiría a los divorciados que se han vuelto a casar descubrir y testimoniar el sentido profundo de la Eucaristía en la vida de cada uno, de modo que "lejos de ser un castigo, el hecho de no comunicarse se convierte en una misión".

En el área francoparlante otro bastión de resistencia a cambios sustanciales en la doctrina y en la praxis en materia de matrimonio y homosexualidad está constituida por los teólogos dominicos de la revista "Nova et Vetera", impresa en Friburgo, Suiza:

> Sínodo. La propuesta de una "tercera vía"

Pero tal como se ha visto en la polémica desencadenada por "La Civiltà Cattolica", entre los seguidores francoparlantes de santo Domingo están muy presentes y activos también los partidarios del cambio.

Es dominico y francés, por ejemplo, el obispo de Argelia, Jean-Paul Vesco, que en un volumen editado recientemente en Italia por Queriniana, con el título "Ogni vero amore è indissolubile", teoriza la exigencia de no poner en relación exclusiva la indisolubilidad y el matrimonio sacramental, consintiendo a los divorciados que se han vuelto a casar que obtengan el perdón y comulguen.

Vesco representará a los obispos argelinos en el sínodo del próximo mes de octubre. Será entonces uno de los poquísimos obispos africanos – quizás no más de dos: el otro es Gabriel C. Palmer-Buckle, de Ghana – favorables a los cambios.

EN ALEMANIA

No menos animada es la discusión en curso en Alemania, es decir, en el ojo de la tormenta.

Aquí el más batallador de los obispos comprometidos en la defensa de la tradición es el joven obispo de Passau: Stefan Oster.

Su última y robusta intervención fue publicada, inicialmente, en alemán, en el sitio web de la diócesis, pero ahora se puede leer también en francés, en el número de junio del mensuario "La Nef":

> L'oubli de Dieu et la sexualité

El núcleo de la argumentación de Oster está expresado ya a partir del título, "porque allí donde Dios ya no existe más todo está permitido, retomando una fórmula provocativa de Dostoievski". Esto es lo que sucede – él advierte – tambien en el campo de la sexualidad: "allí donde Dios es olvidado ya no hay más referencia última como criterio decisivo de la verdad". Y entonces, en estos tiempos tan fuertemente marcados por el eclipse de Dios, antes todavía de enunciar los principios morales, es decisivo encontrar "un Dios que nos ama y que precisamente por esto no es indiferente a nuestra manera de vivir, particularmente en cuanto seres sexuados".

Hay una fuerte consonancia entre estas reflexiones del obispo de Passau – como también del obispo de Ajaccio – y las del cardenal guineano Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, también él muy comprometido en el debate sinodal y fresco autor de un libro con un título emblemático: "Dieu ou rien" [Dios o nada]:

> Un Papa desde el África negra

Lo que más distingue estas intervenciones es su ir a lo más profundo, a las raíces últimas de las cuestiones.

Es lo que sucede, por obra de algunos autores, también en la crítica a las tesis de Walter Kasper, es decir, del cardenal y teólogo que por mandato del papa Francisco abrió oficialmente la actual discusión sobre el matrimonio y la sexualidad, con la exposición de aperturo al consistorio cardenalicio de febrero del 2014.

Por ejemplo, hay en el área de lengua alemana una crítica a las tesis de Kasper que ha sido formulada por primera vez el 4 de noviembre del 2014 en el Instituto filosófico-teológico "Benedikt XVI-Heiligenkreuz", de Viena, por el profesor Thomas Heinrich Stark, pero que desde hace algunas semanas circula también traducida integralmente en inglés, a disposición de un público cada vez más vasto:

> Historizität im Denken Walter Kaspers und der Einfluß des deutschen Idealismus

Con la finalidad de comprender y valorar las posiciones de Kasper en orden al sínodo sobre la familia, Stark eligió de hecho ir a las raíces filosóficas del pensamiento del cardenal, identificadas por él sobre todo en su ensayo de 1972: "Einführung in den Glauben" [Introducción a la fe].

"El eje de la fundamentación filosófica de Kasper – sostiene Stark – es la relación que él establece entre verdad e historicidad", para la cual "no es la naturaleza sino la historia la dimensión en el que, como cristianos, encontramos a Dios".

Se deduce de ello que "es imposible una fundamentación de la moral sobre la ley natural". Todo se torna negociable, incluidas las concepciones del matrimonio y de la familia. Y entonces todo se torna político. En el discurso teológico de Kasper – concluye Stark – "el político ha ocupado el lugar de la filosofía".

EN ARGENTINA

Naturalmente, la discusión no está en curso solamente en Europa, sino que atraviesa todo el mundo católico.

De Argentina, por ejemplo, este sitio ha relanzado el mes pasado una apretada crítica a las tesis de Kasper, escrita por un jurista católico de la arquidiócesis de Salta, José E. Durand Mendioroz:

> Sínodo. Una voz contracorriente desde Argentina

Pero también en Argentina se elevan voces que, por el contrario, están resueltamente a favor de los cambios propuestos por el cardenal Kasper.

Una de estas voces es la de un párroco de Buenos Aires, Carlos Baccioli, quien al mismo tiempo es juez del tribunal nacional argentino y docente de medicina legal en la Universidad Católica de la capital argentina.

A través de su arzobispo, Mario Aurelio Poli, él hizo llegar a Roma, a la secretaría del sínodo, una articulada respuesta a la pregunta número 38 del cuestionario preparatorio, la referida a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar.

Es una respuesta totalmente elaborada "per auctoritates", es decir, con una lista interminable de cardenales, obispos, teólogos antiguos y recientes, todos favorables a la admisión a la comunión eucarística de los divorciados que se han vuelto a casar, con amplios extractos de sus intervenciones.

Entre los obispos, por ejemplo, está citado el melquita Elias Zoghby, el único que en el Concilio Vaticano II se pronunció en ese sentido.

También tienen un largo espacio los tres obispos alemanes, entre los cuales se cuenta Kasper, quienes en los años Noventa propusieron esa solución, pero fueron bloqueados por la Santa Sede.

También están en evidencia el cardenal Carlo Maria Martini, el otro alemán Robert Zollitsch, el neocelandés John Atcherley Dew, este último creado cardenal por el papa Francisco.

Entre los numerosos teólogos citados se da relieve al italiano Giovanni Cereti, fuente principal de la reconstrucción hecha por Kasper de la praxis de los primeros siglos cristianos, así como también al alemán Eberhard Schockenhoff, personalidad notable en la reunión cumbre celebrada en el Gregoriana el pasado 25 de mayo.

Curiosamente, casi en la conclusión del texto, ocupa un gran espacio también la "auctoritas" del cardenal y luego papa Joseph Ratzinger, con un collage de sus citas, todas presentadas como abiertas a un cambio.

A partir de todo esto, Baccioli deduce estos cuatro puntos conclusivos, respecto a la actitud que los sacerdotes deberían tener hacia los divorciados que se han vuelto a casar:

"1. Ante todo hay que tratarlos bien, como hay que tratar bien a todas las personas, practicantes y no-practicantes, que se acercan a la Iglesia.

"2. Hay que escucharlos para saber cuales fueron los motivos de su divorcio.

"3. Si el sacerdote considera que hubo causas de nulidad, conviene que los envíe a la respectiva curia diocesana para que hablen con algún especialista en derecho canónico para que les indique donde y como iniciar el trámite de la declaración de su matrimonio.

"4. No negarles la comunión sacramental, en los casos aclarados por los autores que hemos citado".
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Traducción en español de José Arturo Quarracino, Temperley, Buenos Aires, Argentina.
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