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La otra cruzada de Robert F. Kennedy: estándares morales para la industria del trasplante de órganos

Robert F. Kennedy, hijo de Bob Kennedy (asesinado en 1968), en el acto de homenaje a Charlie Kirk del 21 de septiembre.

Robert F. Kennedy, hijo de Bob Kennedy (asesinado en 1968), en el acto de homenaje a Charlie Kirk del 21 de septiembre.Turning Point USA (captura)

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Su cruzada contra la vacunación obligatoria acaparó los titulares, pero no olvidemos otra campaña del secretario de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés), Robert F. Kennedy Jr. El mes pasado, proclamó que, bajo su liderazgo, el HHS está "renovando el sistema de trasplantes de órganos. Hemos expuesto negligencias graves, implementado reformas radicales y descertificaremos a cualquier organización que viole la santidad de la vida humana".

Esas últimas palabras -"la santidad de la vida humana"- deberían captar la atención de los católicos estadounidenses. De hecho, también debería hacerlo la campaña de RFK Jr.

El Catecismo de la Iglesia Católica (2296) enseña que los trasplantes de órganos pueden ser meritorios si el donante da libremente su consentimiento y los beneficios para el receptor superan el peligro para el donante. Sin embargo, el Catecismo continúa: "No se puede admitir moralmente la mutilación que deja inválido, o provocar directamente la muerte, aunque se haga para retrasar la muerte de otras personas". Según estos criterios, la donación de un órgano doble, como un riñón, puede ser aplaudida. Pero la extirpación de un órgano esencial, como el corazón, de una persona viva debe ser condenada.

Lamentablemente, los médicos no han encontrado la manera de trasplantar órganos humanos de cadáveres. Una vez que la sangre deja de circular, el estado de los órganos se deteriora rápidamente y se vuelven inapropiados para el trasplante. Entonces, ¿cómo se pueden obtener órganos humanos no dobles para trasplantes?

La "muerte cerebral"

En la década de 1960, un equipo de médicos y especialistas en ética de Harvard reflexionó sobre esta cuestión y concluyó que para cubrir la necesidad de trasplantes había "una gran necesidad de tejidos y de órganos procedentes de personas en coma desahuciadas". Esta contundente valoración, que apareció en un borrador de las conclusiones, podría haber tenido un gran impacto sobre numerosos estadounidenses, y sin duda por esa razón se eliminó del informe final. En su lugar, el grupo de Harvard introdujo el concepto de "muerte cerebral" como criterio para declarar muertos a los pacientes que aún respiraban y cuyos corazones aún latían (aunque quizás con asistencia artificial) y extraer sus órganos para trasplantes.

Desde entonces, a medida que los trasplantes (en particular, los de corazón) se han hecho más habituales, la demanda de nuevos donantes ha aumentado constantemente, al igual que la presión sobre las redes de obtención de órganos para que proporcionen los órganos deseados. 

La situación siempre ha sido propicia para el abuso, y en los últimos meses se han producido tres novedades importantes, cada una de las cuales arroja nueva luz sobre los riesgos morales que conllevan los trasplantes.

  • El pasado febrero, más de 150 médicos católicos, eticistas, teólogos y otros (incluyéndome a mí) nos unimos en una declaración que condenaba los nuevos criterios para el diagnóstico de "muerte cerebral", afirmando que "no ofrecen certeza moral (prudencial) de la muerte". La declaración incluía una sombría advertencia: "Se puede presumir que una clara mayoría de donantes de órganos vitales están vivos en el momento de la extracción de sus órganos".
  • En junio de este año, una investigación federal descubrió múltiples abusos en una red de obtención de órganos en Kentucky. La investigación reveló, como informó el New York Times, que en muchos casos el equipo de obtención de órganos "ignoró los signos de que mejoraba el estado de alerta" de docenas de pacientes programados para la extracción de órganos. En otras palabras, la red de obtención de órganos se preparaba para extraer de una persona viva un corazón latiente.
  • El escándalo en Kentucky puso de relieve que, además del cuestionable diagnóstico de "muerte cerebral", los equipos de trasplantes también utilizaban el término "muerte circulatoria" para justificar la declaración de fallecimiento en casos en los que el paciente aún parecía, según los estándares habituales, estar vivo. La "muerte circulatoria" no era un concepto completamente nuevo, pero ahora se sometía a una nueva perspectiva.

La "muerte circulatoria"

La "muerte circulatoria" se declara cuando a un paciente en coma se le retira el soporte vital y su corazón deja de latir. A primera vista, dejando de lado las cuestiones morales que conlleva la retirada del soporte vital, esto se asemeja mucho a un diagnóstico clásico de muerte. Sin embargo, los médicos han descubierto que, en algunos casos, al restablecer rápidamente el flujo sanguíneo al corazón, pueden restaurar su función, lo que lo convierte en candidato para un trasplante.

Pero, esperen un momento... Si se puede hacer que el corazón lata correctamente para un nuevo receptor, ¿por qué no para el paciente al que se lo extrajeron? Si se pudo hacer que su corazón latiera correctamente, ¿por qué se le declaró muerto?

Y ese no es el único problema moral; de hecho, ni siquiera es el más evidente. Un artículo del New York Times en 2003 sobre el concepto de "muerte circulatoria" explicaba:

  • "Pero eso podría ser un problema menor comparado con una medida adicional que toman los cirujanos: usan pinzas metálicas para cortar el flujo sanguíneo del corazón reanimado hacia la cabeza del donante, limitando el flujo sanguíneo al cerebro y evitando así la posibilidad de que se restablezca la actividad cerebral. Algunos médicos y especialistas en ética afirman que esto supone una admisión tácita de que el donante podría no estar legalmente muerto".

Por tanto, para obtener un corazón para trasplante, el equipo médico hará lo siguiente:

  1. Retirar a un paciente vivo del soporte artificial que lo mantiene vivo.
  2. Esperar hasta que su corazón se detenga y declararlo muerto, pero...
  3. Bloquear el flujo de sangre desde su corazón hacia su cerebro, de modo que la restauración de la función cardíaca no complique las cosas al restaurar la función cerebral.
  4. Restablecer el flujo sanguíneo al corazón, para que recupere su función.
  5. Quitarle el corazón a lo que entonces se convertirá, ya sin lugar a dudas, en un cadáver.

Todas estas macabras actuaciones están permitidas por los protocolos médicos vigentes. Sin embargo, los investigadores federales descubrieron que incluso estas laxas normas solían ignorarse por las prisas en la obtención de órganos para trasplantes. ¿Cabe alguna duda sobre la necesidad de restricciones en el proceso de trasplante, restricciones que reflejen un respeto fundamental por "la santidad de la vida humana"?

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