Religión en Libertad
Pedir perdón abre la puerta a la misericordia, y con ella a la posibilidad de restauración de lo que está roto dentro de quien se arrepiente.

Pedir perdón abre la puerta a la misericordia, y con ella a la posibilidad de restauración de lo que está roto dentro de quien se arrepiente.Felipepelaquim / Unsplash

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V. La decisión de volver a casa

La decisión de volverse atrás una persona fascinada no es fácil. Si la toma, lo más adecuado es cambiar de ideal: el ideal del egoísmo -el servir al propio yo como si fuera la meta de la vida- debe cambiarlo por el ideal de la generosidad, orientando la propia existencia hacia la búsqueda de la felicidad del otro.

Este cambio era harto difícil para un joven que parecía haberlo puesto todo al servicio de una libertad de maniobra absoluta. Por otra parte, a quien se había portado con su buen padre de modo tan desabrido no podía agradarle la idea de volver a vivir bajo su dirección en una casa sometida a un orden estricto.

El relato nos invita a pensar, en principio, que el altanero joven reacciona desde lo hondo del nivel 1, el de las necesidades corpóreas primarias, a cuya cabeza destacaba la satisfacción elemental del hambre extrema. No pensó en la bondad del padre, en las excelencias de los niveles 2 y 3, en los ideales de la unidad, el amor auténtico, el bien, la bondad, la justicia, la belleza...; recordó solamente que en la casa paterna había abundancia de pan para todos, y él no pensó tanto en recobrar su dignidad de hijo de la familia, sino en sobrevivir biológicamente.

Esta interpretación puede parecernos plausible al principio. Pero pensémoslo mejor. La marcha desabrida del joven había causado en su padre una honda herida, como también, a su modo, en el hermano mayor. Había provocado la deshonra de la casa paterna. Y el mero volver, aunque fuera humillado, podía entenderla el joven como una pretensión desmedida por su parte.

El joven desesperado "vuelve sobre sí"

Aquí irrumpe un dato de la mayor relevancia. El relato nos indica que el Hijo pródigo "vuelve sobre sí". En el lenguaje bíblico, tal género de "vuelta" significa reflexionar, recogerse, recordar, recapacitar, discernir... No se trata sólo de pensar en lo que estaba sucediéndole. Se hallaba, obviamente en un proceso de caída al abismo, y lo más apremiante era sin duda detenerlo. La única salida que le parece, en principio, viable es la de retornar a su casa, pero esto presentaba buen número de graves dificultades. Necesitaba una gran luz para discernir.

Tal vez en ese momento de reflexión tensa se haya dibujado en su interior un paisaje con varias estampas:

  • La casa paterna con su bienestar económico, su orden y su serenidad, y la firmeza que nos dan unos principios sólidos y constructivos.
  • Desde la distancia y con una vista aguzada por la angustia, el hogar se le presenta como el único lugar del mundo donde hay alguien que lo valora por ser quien es -a saber: un hijo de la familia- y no por lo que actualmente es: un despojo humano.
  • La figura venerable de su Padre -que le permitió llevarse la herencia y respetó su libertad de aventurarse a una vida incierta- se agranda a sus ojos, y lo ve capaz de acogerlo si le pide perdón.
  • Al final de esta ojeada a su alrededor, el joven vuelve la mirada a su desolada situación actual y la resume en una frase sombría: "Y yo aquí me muero de hambre".

Viendo todo ello de conjunto, en suspensión, el amargado joven observó de golpe, con la luz irradiada por este círculo virtuoso [el sentido y el alcance de los "círculos virtuosos" se exponen en mi obra La mirada profunda y el silencio de Dios], que su única solución era confiar en la bondad de su padre, y, dejando de lado las ideas contrarias a la decisión de volver, comenzó a formular las primeras palabras que le diría, al encontrarse con él: "¡Padre! Pequé contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo" (Lc 15, 21).

Pedir perdón significa un acto de humillación; supone adoptar la actitud de sumisión que exige la culpa cometida, pero, además de esto y en un nivel superior, es una declaración de la voluntad decidida de restaurar el mal causado y reconstruir lo destruido.

Esta voluntad es refrendada por su alusión a una instancia de rango superior, la suprema, que es el Creador. Al reconocerse deudor con su padre y con Dios, el hijo pródigo da el gran giro a su historia de envilecimiento y realiza un gesto eminentemente creativo. Se pone en verdad; se eleva de la extrema postración, de la situación catastrófica representada por el hambre y la desnudez física, y se plantea la inmensa tarea de regenerar su vida personal.

Por su parte, el Padre vive en estado de entrega incesante al amor oblativo, incondicional; ello lo mantiene abierto sin restricciones al perdón y el reencuentro. Se alegra de que el hijo vuelva a vivir en verdad. Y el hijo desventurado empieza a vislumbrar la misteriosa grandeza de la vida del padre, capaz de convertir a una persona destruida en una "nueva criatura".

El pedir perdón abre las puertas a la misericordia. Es uno de los polos de la donación de perdón. Todo es relacional en la vida del hombre. Por eso pedir perdón supone el gran giro en la vida del Hijo Pródigo, ya que implica asumir el pasado para superarlo, proyectando un futuro distinto con un proyecto existencial renovado.

Tal vez el estado calamitoso del joven no le haya permitido realizar un acto tan completo de arrepentimiento. Pero lo cierto es que, en el acto de pedir claramente perdón, va implícita esa voluntad de renovación y regeneración.

De modo semejante, cabe decir que este joven desorientado no parece haber pensado en subir al nivel 2 y menos al 3 -el de los grandes valores: unidad, bondad, justicia, belleza-, lo que hubiera supuesto una recuperación del rango de persona. Pero su actitud humilde, pronta al reconocimiento de la culpa y a pedir expresamente perdón "por haber pecado contra Dios y contra ti" lo pone en disposición de realizar tal subida, y alcanzar, en una medida inicial, el estado de pleno logro que llamamos "la verdad".

La regeneración de los adictos mediante el cambio de ideal

En nuestros días, los adictos que son acogidos por un Proyecto Regenerativo al borde de la desesperación no saben cuál es el camino que han de seguir para salvarse como personas. Lo que sí observan el primer día es que son trasladados a un centro inspirado por un ideal superior: el de la ayuda mutua (nivel 3). "Ésta es la filosofía del centro", le dicen. Y, de súbito, advierten que todo cambia en su vida, y se les abre un horizonte de dicha. Luego descubren que esa actitud de ayuda mutua los eleva del nivel 1 al nivel 2 y los sitúa en el plano de la creatividad y el encuentro, en virtud de la energía que desprende el valor de la unidad (nivel 3).

Una vez adentrados activamente en el proceso de crecimiento personal, hay internos que se entusiasman con las posibilidades creativas que se les abren y consagran su existencia a ayudar a otros, en el mismo Proyecto Regenerativo, a la ingente labor de dar sentido a su vida, ejercitándose en la práctica del amor oblativo.

Por todo lo que hemos dicho, un buen día el desastrado joven coge la mochila y se pone en marcha hacia su casa.

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