Un riesgo de «guerra litúrgica» a gran escala

Las decisiones del obispo Michael Martin han sorprendido por su radicalismo, yendo más allá de 'Traditionis Custodes', y por la agresividad de su formulación.
Con la directriz que prohíbe la celebración de la misa tradicional en sus parroquias, y la amenaza de instrucciones más detalladas que impedirían incluso la modesta incorporación de rúbricas tradicionales, el obispo de Charlotte (Carolina del Norte), Michael Martin, amenaza con reavivar las amargas “guerras litúrgicas” que dividieron a la Iglesia católica en los años 60 y 70. Irónicamente, el obispo explica que sus normas pretenden fomentar una mayor unidad entre los fieles.
La pasada semana, el obispo Martin anunció que prohibiría la liturgia tradicional en iglesias parroquiales para “promover la concordia y la unidad de la Iglesia”. Dijo que la misa tradicional solo se permitiría en una capilla que será reformada para acoger a los católicos tradicionalistas de la diócesis, un territorio que abarca más de 52.000 kilómetros cuadrados en las escarpadas colinas de la región occidental de Carolina del Norte.
Como es natural, el anuncio dejó consternados a los católicos devotos de la misa tradicional, que esperaban que la elección del Papa León XIV condujese a un alivio en las restricciones a la antigua liturgia. Pero su decepción se convirtió en agravio cuando se supo que el obispo Martin planeaba una regulación mucho más minuciosa de las rúbricas litúrgicas, desaprobando e incluso prohibiendo los reclinatorios, el latín y la orientación ad orientem… todo ello permitido, si no alentado, por directrices oficiales vaticanas.
La página web tradicionalista Rorate Caeli desveló el borrador de las regulaciones que el obispo Martin, evidentemente, pensaba publicar. The Pillar confirmó luego que la carta del obispo era auténtica, pero añadió que la aplicación de dichas medidas se había aplazado ante la oposición surgida entre los sacerdotes de la diócesis de Charlotte. (Varios sacerdotes ya habían escrito al obispo pidiéndole que reconsiderase su prohibición de la misa tradicional en las parroquias.) Las razones para esa resistencia son fáciles de comprender. Las normas del obispo Martin iban más allá de la prohibición de la misa tradicional, llegando a prohibir toda incorporación de rúbricas tradicionales litúrgicas al Novus Ordo.
En su larga y detalladísima propuesta, el obispo Martin decretaba:
- “La misa debe celebrarse cara al pueblo”.
- No deben usarse los reclinatorios aunque sean nuevos.
- No deben colocarse sobre el altar crucifijos ni velas que puedan interferir con la línea de visión de la asamblea.
- No debe usarse el latín en ninguna parte de la misa, ni en las respuestas de la asamblea, ni en los himnos, “dado que dificulta la participación del pueblo”.
Todas y cada una de estas normas litúrgicas contradicen las directrices del Vaticano y de la Instrucción General del Misal Romano. De hecho, tras ser elegido, el Papa León XIV ha presidido varias misas públicas que violarían las estrictas regulaciones pretendidas por el obispo Martin.
En algunos pasajes, la carta del obispo es engañosa hasta la deshonestidad, por ejemplo cuando remite a la Instrucción General del Misal Romano -que recomienda la colocación de velas sobre el altar o en torno a él- para rechazar la colocación de velas sobre el altar.
En otros momentos es intelectualmente burda, como cuando alega que “es una falacia pensar que si empleamos el latín con mayor frecuencia, los fieles se acostumbrarán a él y finalmente lo entenderán”. El obispo Martin insulta a las generaciones pretéritas cuando escribe: “Nuestros antepasados ‘oían’ misa en latín todos los domingos, pero nunca la entendieron”. ¿Debemos deducir que solo a partir de finales del siglo XX empezaron los católicos a entender la misa?
La carta del obispo Martin invoca la autoridad del Papa Francisco en una forma que indica claramente que la escribió cuando el anterior pontífice aún vivía. La decisión del obispo de seguir adelante incluso después de la muerte del Papa plantea un desafío al Papa León, quizá poniendo a prueba deliberadamente el temple del nuevo Papa. ¿Apoyará a un obispo que va más allá de las estrictas restricciones a la misa tradicional impuestas por Traditionis Custodes hasta el punto de suprimir del Novus Ordo todo vestigio de costumbres tradicionales?
Las draconianas reglas del obispo suponen también un reto para los demás obispos estadounidenses, forzados a gestionar el renovado temor de los católicos tradicionalistas y/o el requerimiento de los correspondientes “progresistas” de prohibiciones similares a las que se están instituyendo en Carolina del Norte.
Si un obispo puede ser desautorizado e incluso destituido por atacar la colegialidad y por tensionar la unidad entre los fieles... ésta es la prueba del nueve.
- Publicado en Catholic Culture.
- Traducción de Carmelo López-Arias.