¿Qué viñeta de Astérix y Obélix retrata a la sociedad actual?

De izquierda a derecha en la foto, Panorámix, Obélix y Astérix: transmiten mucha sabiduría.
He releído recientemente un cómic de las aventuras de los célebres galos, titulado Astérix tras las huellas del Grifo, y cabe considerar que, al final de éste, es reproducido un breve diálogo que retrata al pie de la letra un defecto muy característico de la sociedad de nuestro tiempo. La viñeta en la que tiene lugar tal conversación es la siguiente:

A juzgar por la viñeta, podemos percibir que, mientras uno de los interlocutores sentencia que la tierra es redonda y pone como ejemplo el ojo de un cíclope, el otro desvía su atención del tema principal (es decir, de la esfericidad del planeta), para centrarse en la cuestión adjetiva (véase en el ojo del cíclope).
Este diálogo no puede satirizar con mejor tino una de las peores costumbres de la sociedad actual, que consiste en dar prioridad a lo secundario y esquivar lo principal; un modus operandi propio de un mundo sacudido por el relativismo.
Me ha sucedido, al entablar muchísimas conversaciones, que, tras defender una postura con serenidad, aplomo y sentido común, el interlocutor se fuese por la tangente, para centrarse más en los elementos accesorios que en lo que realmente trataba de decirle. Estoy más que acostumbrado. De hecho, en la inmensa mayoría de los debates que he presenciado a lo largo de mi vida, he podido percibir cómo los participantes se solían enredar en asuntos secundarios e incluso irrisorios, desviándose por completo del tema nuclear.
A su vez, he podido darme cuenta de que esta manera de proceder afecta a todos los ámbitos, incluido el empresarial. Abundan las personas que, a la hora de gestionar un negocio, están más pendientes de las pijaditas secundarias que del objetivo fundamental, que es que sea rentable (dentro de los márgenes de la ética, naturalmente).
Decía Oscar Wilde que la gente tiene una curiosidad insaciable por saberlo todo; todo excepto lo que merece la pena que se sepa. También, este genio irlandés reivindicaba algo que le habían enseñado en la universidad de Oxford, que consiste en dar más importancia a debatir sobre ideas que a hacerlo en base a meras opiniones. G.K. Chesterton, por su parte, trazó una distinción entre dos clases de argumentos: los que están fundados en convicciones, y los que se apoyan en cifras o datos.
En base a lo dicho por Chesterton y Wilde, he llegado a la conclusión de que no podemos articular un pensamiento robusto o vigoroso sobre porcentajes de estudios estadísticos, ni mediante titulares marrulleros, sino que lo que realmente se sostiene es aquello que hunde sus raíces en unas convicciones sólidas; porque no hay convicciones más sólidas que aquellas que se encuentran edificadas sobre “roca firme”.
En definitiva, no se cambia el alma de una persona con porcentajes y noticias, sino tras una profunda conversión.