Sábado, 27 de abril de 2024

Religión en Libertad

La orquestada tendencia arcoíris

Banderas arcoíris.
La 'normalización' social de la conducta homosexual es producto de una campaña perfectamente dirigida. Foto (contextual): Teddy O / Unsplash.

por Angélica Barragán

Opinión

Durante las últimas décadas, el movimiento que ha tomado como bandera el arcoíris no sólo ha secuestrado nuestras calles sino que, apoderándose de incontables cuerpos y seduciendo no pocas mentes, ha logrado una rápida y dramática transformación social.

Algunos que han analizado las causas de que se pasara, en unas cuantas décadas, de un mayoritario rechazo a una amplia aceptación de la homosexualidad como una opción más son el conocido periodista político James Kirkup con su análisis del documento DentonsDarel E. Paul con su libro De la tolerancia a la igualdad. Cómo las élites trajeron a Estados Unidos el matrimonio homosexual y Marshall Kirk y Hunter Madsen con su obra Después del baile. Cómo Estados Unidos vencerá su miedo y su odio a los gays en los 90.

Todos ellos exponen cómo, a través de la exposición continua de atractivos ejemplos, se logró normalizar una conducta que había sido, por siglos, ampliamente rechazada por ser contraria a la ley natural.

Para este fin, se contó con un Caballo de Troya que ya se encontraba adentro de la mayoría de los hogares: la televisión, que, de manera sutil y astuta, fue introduciendo escenas y personajes cada vez más inmorales; pero, debido a su atractivo y repetición, logró familiarizar a la audiencia con éstas. El público, después de habituarse a contemplar la fornicación, el adulterio y otros pecados, estuvo listo para contemplar a las primeras parejas del mismo sexo (aunque fuese como personajes secundarios). Programas como Friends, Will and Grace, Sex and the City [Sexo en Nueva York] y Modern family, entre otros, lograron manipular emocionalmente a un público que se familiarizó con personajes de “sexualidad diversa” quienes, a través de la pantalla, dieron la impresión de que su estilo de vida, lejos de ser inmoral y objetable, era muy similar a la de la familia natural. 

El feroz apoyo y promoción de las celebridades y líderes de opinión así como el adoctrinamiento continuo, unidos a la manipulación emocional, orquestados por los grandes medios de comunicación, a los que se fueron uniendo varias instituciones educativas y hasta algunas religiosas, han sido altamente productivos. En 1987, de acuerdo con las encuestas de Gallup en los Estados Unidos, el 55% de los entrevistados opinó que las relaciones homosexuales debían estar prohibidas, sólo el 33% declaró que debían ser legales y el restante declinó dar su opinión. Unas cuantas décadas más tarde esto cambió radicalmente. De acuerdo con el Centro de Investigaciones Pew, en su encuesta realizada en el 2019, 72% en los Estados Unidos, 85% en Canadá, 69% en México, 89% en España y 76% en Argentina se declararon a favor de las relaciones homosexuales. Y a pesar de que la Unión Europea acusa a Polonia y a Hungría de restringir los derechos de las minorías sexuales (debido a que ambos gobiernos protegen a la niñez de ser expuestos en los colegios a la ideología de género) la realidad es que actualmente, de acuerdo con la reciente encuesta del Centro de Investigaciones Pew, la mayoría en ambos países, el 53 % de los polacos y el 52 % de los húngaros, opina que la homosexualidad debe ser aceptada socialmente.

Este cambio también se puede observar en los políticos. Basta recordar que en la campaña del 2008 para la candidatura a la presidencia del progresista Partido Demócrata, Hillary Clinton y Barack Obama, al menos por estrategia política, competían para ver cuál de los dos estaba más a favor del matrimonio natural. Unos pocos años después, ambos se pronunciaban a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. En el 2017, el “ultraconservador” Donald Trump fue el primer presidente que entró a la Casa Blanca apoyando el llamado matrimonio homosexual. Desafortunadamente, esto no es particular de los Estados Unidos, pues en gran parte de Occidente vemos cómo la mayoría de los partidos de “derecha” han otorgado su apoyo, en mayor o menor grado, a varias leyes que van en contra de la ley natural.

Desafortunadamente, esta tendencia no se limita a la política, sino que ha permeado las mismas filas del catolicismo. La tibieza -disfrazada de prudencia- de unos, la ambigüedad de otros y el abierto apoyo de algunos han contribuido enormemente a que dicha conducta gane cada vez mayor aprobación entre católicos que, por ignorancia o falsa compasión, han claudicado ante el mundo y sus mentiras, aceptando el pecado y negándole con ello al pecador la compasión y la caridad cristiana que tanto necesita. De ahí que, con ciertas diferencias en porcentaje, tanto en Europa Occidental como en Estados Unidos y Canadá la mayoría de quienes se definen como católicos apoyen el llamado matrimonio homosexual.

Como vemos, la descristianización de Occidente avanza a pasos agigantados de la mano de la revolución sexual que, promoviendo todo tipo de pecados, ha demolido todo principio de moralidad. Bajo las alas engañosas de un sentimentalismo al que osamos llamar amor, crece un movimiento que, para obtener todo aquello que la naturaleza le niega, no duda en ir contra ella, destruyendo a su paso lo que sea necesario; pues a esta rebelión total contra la ley natural, que tiene su fundamento en Dios, lo que le hace falta es el amor.

Sigamos el consejo de San Pablo en su Carta a los Hebreos (13, 8-9): “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas varias y extrañas; porque es mejor fortalecer el corazón con la gracia que con viandas de las que ningún provecho sacaron los que a ellas se apegaron.”

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