Curas rebeldes en tres países y su invitación abierta a la desobediencia
«La invitación abierta a la desobediencia me ha sorprendido», declaró el arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn, a raíz de la manifestación de 300 sacerdotes que en ese país, en el mes de julio de 2011, han apelado a la ordenación de mujeres y la reconsideración del celibato sacerdotal en el enésimo manifiesto que aparece en los últimos años.
La coincidencia temporal con otras dos manifestaciones análogas cuyas requisitorias van en la línea de las peticiones apenas referidas (una de 157 sacerdotes en Estados Unidos y otra de un grupo de «católicos» en Australia) ha logrado nutrir de información las cabeceras de diarios dados a plasmar una desproporción entre los sucesos y la repercusión real en la vida de la Iglesia.
En Estados Unidos la situación gira en torno a la figura del sacerdote de la congregación de Maryknoll, Roy Bourgeois, de 72 años, quien llegó a bendecir a una mujer «sacerdote» del cismático y heterodoxo grupo «Roman Catholic Womenpriests». Al religioso en cuestión le fueron dadas las respectivas advertencias canónicas al perseverar en su apoyo público a ese tipo de «ordenaciones» que están en abierta disonancia con el Magisterio de la Iglesia católica. ¿La respuesta? Ampararse en una inexistente e improcedente «objeción de conciencia». En este contexto nació la declaración de apoyo de 157 presbíteros que reivindican para el P. Bourgeois el «derechos de hablar según la propia conciencia».
En Austria, además, los signatarios exigen que la mujer pueda predicar durante la misa y que se dé la comunión a personas divorciadas vueltas a casar. En Australia, por último, la disidencia vendría del laicado si bien la figura que ha motivado el alzamiento es el ex obispo de la diócesis de Toowoomba, William Morris, y quienes estarían detrás serían algunos sacerdotes del National Council of Priest of Australia (Consejo Nacional de Sacerdotes Autralianos), organización que afirma agrupar al 40% del clero de esa nación.
La desavenencia australiana tuvo especial resonancia gracias a una carta abierta al Papa Benedicto XVI y a los obispos australianos, del 8 de julio de 2011, publicada en la web catholica.com.au. La misiva, que dice «hablar» a nombre de «los católicos de Australia» expresa, esencialmente, cinco quejas: 1) el mal manejo de los casos de abusos en la Iglesia, 2) el desacuerdo ante la remoción del ex obispo de Toowoomba, 3) el no haber sido consultados sobre la nueva traducción del misal al inglés, 4) la «postura patriarcal hacia la mujer en el interior de la Iglesia» y 5) las enseñanzas actuales sobre la sexualidad humana.
Estos puntos son los que les llevan a exigir y 1) «nuevas formas de ministerio para mujeres y hombres casados», 2) «una Iglesia fuera de sí, totalmente empeñada por la justicia, la paz, el ecumenismo y el diálogo con las demás confesiones, y que sostenga inequívocamente los derechos de los oprimidos y de desfavorecidos tomando atención de ellos», y 3) colegialidad y consultación de los laicos en las decisiones (razón por la cual piden a los obispos australianos convocar sínodos diocesanos), como por ejemplo el nombramiento de obispos (piden expresamente que el nombramiento del nuevo obispo de Toowoomba sea el primero).
No es la primera ocasión –quizá tampoco sea la última– en que «rebeliones» de este tipo quedan ampliamente recogidas y divulgadas en los medios. En el pasado reciente han venido tanto de quienes creen que el Papa y la Iglesia son «demasiado conservadores» (cf. «Los teólogos, el Papa y la castidad», Análisis y Actualidad n. 12 (206), 2010) como de quienes creen que son «demasiado liberales» (cf. «RemnantOnline: católicos opuestos a la beatificación de Juan Pablo II», Análisis y Actualidad n. 18 (212), 2010).
Las situaciones referidas y sus puntos comunes de contestación invitan a reflexionar no sólo en la superficialidad de las requisitorias sino también en respuestas adecuadas que en el pasado ya se han dado a ellas. Superficialidad de las requisitorias porque bastaría dar un seguimiento serio y diario a la información relativa con la vida de la Santa Sede para darse cuenta de lo que se hace a diario a favor de la paz, el ecumenismo y la lucha contra la pobreza (como muestra de ejemplo bastaría recordar la acción reciente de Cáritas en Haití y en el cuerno de África, la atención que se da a un cuarto de los enfermos del SIDA en el mundo o la próxima «Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo» que se tendrá en Asís el 27 de octubre de 2011 –sobre esto último han sido publicados dos amplios e interesantes artículos de los cardenales Levada y Bertone en L´Osservatore Romano, edición en lengua castellana: del primero «Las razones de la paz y el único Logos», n. 29, 17 de julio de 2011, p. 10; y del segundo «de Asís 1986 a Asís 2011, el significado de un camino», n. 28, 10 de julio de 2011, p. 9–).
Sobre el ex obispo de Toowoomba, Williams Morris, es comprensible que haya sido removido si las enseñanzas que estaba dando a la grey confiada contradecían el Magisterio de la Iglesia con la cual se supone debe comulgar (para más detalles se puede consultar el informe que revela las tesis heterodoxas que el prelado transmitía. Como se puede advertir tras la lectura de ese dossier, no fue una decisión precipitada la del Santo Padre sino más bien meditada, justa y necesaria). Sobre la participación del laicado el Papa ya hizo una clara alusión al respecto en la carta que escribió a todos los sacerdotes del mundo con ocasión de la convocatoria del año sacerdotal en 2009. En referencia al santo cura de Ars decía:
«Su ejemplo me lleva a poner de relieve los ámbitos de colaboración en los que se debe dar cada vez más cabida a los laicos, con los que los presbíteros forman un único pueblo sacerdotal y entre los cuales, en virtud del sacerdocio ministerial, están puestos “para llevar a todos a la unidad del amor: ‘amándose mutuamente con amor fraterno, rivalizando en la estima mutua’ (Rm 12, 10)”. En este contexto, hay que tener en cuenta la encarecida recomendación del Concilio Vaticano II a los presbíteros de “reconocer sinceramente y promover la dignidad de los laicos y la función que tienen como propia en la misión de la Iglesia… Deben escuchar de buena gana a los laicos, teniendo fraternalmente en cuenta sus deseos y reconociendo su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana, para poder junto con ellos reconocer los signos de los tiempos”.