Sábado, 20 de abril de 2024

Religión en Libertad

«Libertad»: la labor de los salesianos para «llevar un pedazo de cielo al infierno más oscuro»

Channor Bah.
Channor Bah, ex recluso de Pademba y liberado por los misioneros salesianos, cuenta su experiencia de dolor, superación y perdón tras salir de prisión.

J.M.C. / ReL

En 1937, abría sus puertas la prisión de Pademba en Sierra Leona. Pese a que su capacidad es de 300 internos, 2.000 viven hacinados tras sus muros. Hambre, suciedad, enfermedades… Para Chennor Bah, un recluso que logró salir gracias a los misioneros salesianos, lo peor eran los abusos sexuales generalizados sobre menores, y que él sufrió durante años.

Libertad, documental producido por Raúl de la Fuente y el sacerdote Jorge Crisafulli, es la historia de cientos de jóvenes como Chennor y de la labor de los salesianos por rescatarlos. 

Comida y supervivencia a cambio de abusos sexuales

Sin comida, agua ni atención sanitaria. Es la realidad de los reclusos de Pademba, -muchos de ellos niños- encerrados por “delitos” como andar por la calle de noche o robar un móvil, y que Crisafulli desea transmitir en su documental Libertad, presentado recientemente en Málaga.

Chennor fue uno de esos niños. Ahora tiene 29 años. El Confidencial Digital recoge que desde los seis vivía en la calle y se metía en peleas callejeras para poder sobrevivir.

Entró en la cárcel cuando aún era un niño, donde sufrió frecuentes abusos.

La primera vez me echaron algo en la comida y me dejaron sin fuerzas, era consciente de todo, pero no podía defenderme”, recoge. La segunda, sin embargo, los abusos fueron consentidos: “Tenía tanta hambre que los acepté a cambio de comida”, reconoce con dolor.

Cuando salió de la cárcel enfermó y acudió a los salesianos. “Me atendieron, me cuidaron, empecé a vivir en un grupo familiar con otros chicos y aprendí un oficio. El primer sueldo que gané se lo di a ellos para que ayudaran a otros chicos como yo y, desde entonces, voy a la cárcel con ellos, como voluntario, para ayudar a los menores inocentes”, comenta.

Letrero de la prisión de Pademba.

"No te fíes de nadie, ni si quiera de ti mismo", se puede leer a la entrada de la prisión de Pademba (Imágenes: El País).

Perdonó a su agresor y le dio jabón, agua y comida

Como ponente en la presentación del documental, recuerda las palabras que le dijo a uno de sus compañeros de celda, y que había abusado sexualmente de él en varias ocasiones.

Te perdono, pero nunca más vuelvas a tocar a un menor en la cárcel”. El perdón de Chennor fue acompañado de jabón, agua y comida, en una de las visitas que hace periódicamente a Pademba para ayudar a otros reclusos con los misioneros salesianos.

Cuenta el portal de la Diócesis de Málaga que, cuando alguien le pregunta cómo fue capaz de hacer eso, él siempre responde: “por la gracia de Dios y la ayuda de Don Bosco”.

Aquí puedes ver el documental completo de Raúl de la Fuente, "Libertad". 

250 reclusos menores de edad salvados del infierno de Pademba

Tras ocho años de trabajo en la prisión de Pademba, los misioneros salesianos pueden sentirse satisfechos de su trabajo. Chennor es solo uno de los 250 reclusos menores de edad que han salido gracias a los salesianos.

“Chennor vivió 17 años en la calle y 8 en distintas cárceles, donde no tenía comida, ni agua y los abusos sexuales de adultos eran constantes. Llegó a perder el sentido del tiempo y pensaba que iba a morir, como otros de sus compañeros de celda también menores, unos por falta de comida y otros por los continuos abusos. Pero en ese momento llegaron los salesianos a la prisión y lo llevaron al hogar de esta orden religiosa, Fambul home, donde pudo recuperarse y formarse como soldador”, explica el padre Crisafulli.

Vídeo completo de la presentación de "Libertad", con la presencia de Chennor Bah.

Andar por la calle: dos años de prisión

Lo peor de todo, explica el sacerdote, “son las penas tan enormes que les imponen a chicos tan jóvenes por delitos menores”.

Los encarcelan por deambular por la calle, pero es que viven en la calle, o los sentencian a cinco años de prisión por robar un teléfono”. La proporción entre los delitos y los castigos, advierte el misionero, no existe.

Robert, a sus 15 años, narra que le detuvieron “por andar solo, de noche y sin rumbo. `¿Dónde querían que fuera, si soy huérfano?´”, se pregunta. Él es solo uno más de los 300.000 huérfanos menores de edad en Sierra Leona debido a las epidemias de ébola y coronavirus.

Vagar por la calle, tipificado como el delito "frequency", está penado con hasta dos años de prisión.

Además, las condiciones propias de la prisión como el hacinamiento, la insalubridad y la convivencia de adultos con menores convierten a estos últimos en víctimas de todo tipo de problemas y abusos, y hacen de la estancia en Pademba algo insostenible.

“Tanto es así, que este penal se construyó en 1937 para albergar a 300 presos y en la actualidad alberga a cerca de 2.000 reclusos hacinados en celdas insalubres”, explica Crisafulli.

La prisión de Pademba, sin lugar para la esperanza

“En la prisión no había lugar para la esperanza, sólo había resignación y había reclusos que incluso dejaban de comer para no sufrir y morir… Uno de ellos nos contó cómo los propios oficiales obligaban a los presos a limpiarles los zapatos y les quitaban la comida”, relata.

Como informa El País, la tuberculosis, la sarna o los insectos abundan en un lugar con solo un grifo, unos cuantos retretes, un hospital sin medicinas y siete duchas. Alrededor de un 5% de los presos muere cada año. 

Presos lavándose en la prisión de Pademba.

Presos lavándose en la prisión de Pademba, donde mueren el 5% de los reclusos cada año.

“A uno de los oficiales lo llamaban `Cucaracha´ porque en la cárcel está prohibido matar a las cucarachas, y hay muchas por la suciedad, pero este oficial les decía que hasta las cucarachas tenían más derechos que ellos y eran más importantes, y por eso no se las podía tocar”, recuerda Julius, uno de los voluntarios que entra en la cárcel a diario.

Don Bosco y los salesianos, ayudando a rehacer vidas rotas

“Pasar por la prisión de Pademba Road es destruirles la vida. Por eso intentamos detectar a los menores dentro del penal y, cuando son sumas de dinero menores, pagamos las multas o la fianza, y también les prestamos servicios legales. Como Don Bosco, intentamos llevar un pedacito de cielo y esperanza en el infierno más oscuro”, añade el misionero.

En la actualidad Chennor trabaja para la orden de Don Bosco. “Cuando llegué, le dije que su ayuda sería muy buena para detectar a chavales en situaciones similares a la suya, tanto en la calle como dando esperanza a los menores encarcelados”, cuenta el director del documental.

“Ha conseguido darle un sentido diferente a su sufrimiento y ha sido capaz de rehacer su vida. Incluso, ha formado una familia, tiene una hija de 3 años y un bebé de 20 días, por lo que es importante que los jóvenes escuchen su testimonio”, cuenta Crisafulli.

Hospital de la prisión de Pademba.  

Esto es lo más parecido a un hospital dentro de toda la prisión de Pademba, infestada de violencia, abusos y enfermedades. 

Los salesianos, ocho años en el inframundo del que todos quieren salir

Como detalla El Confidencial Digital, la historia de los misioneros salesianos en Sierra Leona se remonta a 1986.

Ayudaron a los huérfanos de la guerra civil del país a principios de siglo y también trabajaron con los menores que habían sido reclutados por la fuerza.

Desde el comienzo de su estancia, fueron poniendo en marcha programas para ayudar a las menores que sufrían abusos y a los que vivían en la calle.

En 2013 pidieron entrar en la prisión y realizar actividades de ocio con los presos. Al hacerlo, comprobaron que había muchos menores en prisión y que sufrían todo tipo de abusos por las noches.

“Entonces decidimos cambiar de plan y empezamos a ir todos los días para llevar comida a los más débiles y enfermos, ofrecerles atención sanitaria, asesoramiento legal y seguir sus casos para conseguir su libertad por ser menores”, comenta Jorge Crisafulli.

Puedes colaborar con los misioneros salesianos pinchando aquí.

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