Martes, 23 de abril de 2024

Religión en Libertad

Emérito Merino Abad las cuenta en su librito «Juntos hasta la meta»

5 anécdotas de un franciscano que ha acompañado a 8.000 peregrinos hispanos por Tierra Santa

Fray Emérito Merino en Jerusalén con peregrinos de Talavera de la Reina
Fray Emérito Merino en Jerusalén con peregrinos de Talavera de la Reina

P.J.Ginés

Fray Emérito Merino Abad, que durante un tiempo fue el responsable en España de la Custodia Franciscana de Tierra Santa, ha viajado numerosas veces al país de Jesús. Ha sido guía oficial allí desde 1999 y calcula que ha acompañado a unos 8.000 peregrinos españoles e hispanoamericanos a esta «patria espiritual de todos los cristianos» (dice, citando a Pablo VI). Su grupo que salió el 5 de marzo de 2020 fue el último que llegó desde España antes del estricto confinamiento por el coronavirus.

Rondando los 80 años, ha escrito un librito de memorias de unas 90 páginas lleno de reflexiones interesantes sobre su vida como religioso (incluyendo su infancia en un seminario en los años 50, su noviciado, estudios, etc…) y como guía y acompañante espiritual en Tierra Santa. Lo ha publicado en 2021 con el título Juntos hasta la meta.

De él tomamos 5 anécdotas de peregrinaciones que nos harán pensar o sonreír, como también a él le quedaron inscritas en la memoria. 

1. Dos chicas preguntaron: «¿Y aquí quien está enterrado?»

Lo que muchos cristianos dan por supuesto, hay miles de personas que pasan por Tierra Santa que lo desconocen por completo. Incluso el Santo Sepulcro. Incluso Jesús. El centro físico y espiritual de la Cristiandad puede parecer un lugar anodino para viajeros en Jerusalén que hacen colas. Y no sólo para exóticos taoístas llegados de Taiwán o la China comunista, sino para hispanoamericanos. Fray Emérito cuenta un caso.

«Dos chicas jóvenes entraron por primera vez al Santo Sepulcro y estaban sorprendidas de la cantidad de gente que entraba a visitar la tumba. Estas jóvenes venían de Hispanoamérica. Yo estaba con hábito. Se me acercan y me dicen: ‘Perdone la pregunta, ¿quién está ahí enterrado, que pasa tanta gente?‘»

– Nadie -dijo el franciscano. Ellas quedaron más asombradas.
– Es que era una persona que estuvo enterrado tres días y después resucitó – añadió el fraile español, junto al lugar de los hechos.
– ¿Nos está bromeando? – dijeron ellas.
El fraile les señaló la parte del Calvario y explicó que allí lo habían crucificado.
– Cuéntenos más. Somos judías de Hispanoamérica, no sabemos nada de esto -dijeron las jovencitas, y le pidieron que les mostrara todo el lugar.

«Muy amablemente me escucharon, y me sentí muy halagado explicando la resurrección del gran judío, Jesús de Nazaret», recuerda fray Emérito.

Un franciscano reza ante la piedra de la unción en la entrada del Santo Sepulcro de Jerusalén

Un franciscano reza ante la piedra de la unción en la entrada del Santo Sepulcro de Jerusalén.

2. La cruz en dos lugares especiales

La explanada del Templo (donde antaño estuvo el Templo de Jerusalén, destruido en la guerra con los romanos del 70 d.C.) la vigila y gestiona una entidad musulmana que sólo permite entrar visitantes en unos escasos días determinados y sólo a las primeras horas de la mañana. Allí llevó fray Emérito a un grupo.

«Cuál es nuestra sorpresa cuando el vigilante de turno [de la organización musulmana responsable] nos da una consigna: si queremos entrar aquí, nada de cruces, de Biblia ni rosarios. Ante esta consigna insólita dije al grupo: ‘sé que estáis muy ilusionados en entrar, pero donde la cruz, la Biblia y el rosario no pueden entrar, tampoco nosotros. ¿Qué os parece? Todos nos volvimos y dejamos plantados a los vigilantes».

En el Muro de las Lamentaciones pasó algo similar. Allí puede ir cualquiera, siempre que hombres y mujeres vayan a una parte distinta y los hombres se cubran la cabeza. Aquí fray Emérito iba con su hábito y cruz de Tierra Santa en el pecho. Una vez dentro, un judío jasídico (vestido de negro, la rama más integrista) le escupió. «Trato de no dar importancia, le sonrío y sigo adelante, pero al poco tiempo se acerca otro y me dice que me quite la cruz o me salga del recinto. Sin más, me di una vuelta y salí de aquel lugar. Donde no puede estar la cruz, tampoco puedo estar yo«.

Más allá de estas experiencias tristes protagonizadas por integristas, fray Emérito insiste en invitar a Tierra Santa, donde la mayor parte de la gente es acogedora y respetuosa.

3. La señora en silla de ruedas

A veces, quien toca corazones en Tierra Santa son los peregrinos que con su actitud edifican a los otros compañeros. El fraile recuerda una señora que iba en silla de ruedas y a veces con muletas se afanaba en dar unos pasos. Jerusalén, ciudad de colinas y desniveles, no se lo ponía fácil. «He venido a Tierra Santa con gran ilusión y esperanza, y quiero recorrer los pasos de Jesús», le dijo. «Hace unos meses me dieron por muerta por las enfermedades que tenía, y ahora estoy en su tierra. Él me va a ayudar».

«Este fue el primer mensaje de esperanza y valentía para todo el grupo, que le puso en actitud positiva y acogedora», recuerda el guía franciscano. La señora cautivó a todo el grupo con su gozo y alegría extraordinaria. No se perdió ningún santuario, recorrió el Via Crucis, subió al Calvario y transmitía paz interior. «Cuántos mensajes nos dio el Señor a través del ejemplo de esta persona», constata.

4. El matrimonio de viajeros no creyentes

A una peregrinación cristiana se apuntó un matrimonio de profesores que dijeron con respeto y naturalidad que no eran creyentes. Explicaron que les interesaba «conocer mejor lo que sabíamos y habíamos estudiado de pequeños sobre Jesús». Asistieron con el resto del grupo a las misas y viacrucis. Cuando el último día fray Emérito preguntó a cada peregrino qué era lo que más le impresionó del viaje, ellos dijeron: «Nos ha impresionado la fe de nuestros compañeros peregrinos». «Si algo se despierta en sus vidas y empieza a crecer la fe de su bautismo, mi trabajo como guía queda recompensado», escribe el fraile acerca de casos así.

Emérito Merino, veterano guía franciscano en Tierra Santa

5. El viaje en que fue «infiltrado» entre ejecutivos

En 2014 una escuela de negocios organizó un viaje de 8 días a Israel para 50 directivos de varios países. Se llamaba EBS Challenge. El guía, con chaqueta y corbata, era Emérito, «de incógnito», que fue presentado como «licenciado en Filosofía con experiencia en equipos internacionales». Explicaba los lugares, detenía el autobús para mostrar detalles, hablaba con políticos y empresarios…

En Jerusalén, participaron en la procesión del Ingreso Solemne dentro del Santo Sepulcro, un Via Crucis dentro del templo con una breve oración y reflexión en cada parada, acompañados de los franciscanos con cantos y velas. Y ahí vieron que el «profesor Emérito» acudía con hábito franciscano: fue toda una sorpresa para los ejecutivos.

Un conclusión aprendida de San Jerónimo

Emérito recuerda que en 2020 se ha celebrado el 16º centenario de la muerte de San Jerónimo, traductor de la Biblia al latín, que a los 38 años dejó Roma y se fue a vivir a Belén, donde nació Jesús. Allí pasó 30 años dedicado a la oración, estudio y penitencia. Emérito ha celebrado misa muchas veces en la capilla que según la tradición fue su cueva de ermitaño.

Y recuerda una frase que ya él decía a los peregrinos de su época: «Lo importante no es haber vivido en Belén 30 años, sino haber vivido santamente». Emérito la adapta así a sus peregrinos: «Lo importante no es haber peregrinado a Tierra Santa, sino que esta visita nos ayude a ser mejores cristianos».

(Publicado originariamente en la web de Fundación Tierra Santa).

Una curiosidad: la peregrinación de mayo de 2012 coincidió con el cumpleaños de fray Emérito y lo recuerdan con fotos vídeos divertidos que grabaron.

 

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