Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Tras una división inicial, hasta los obispos se manifiestan ya en las calles

Golpe militar en Myanmar: desobediencia civil de los católicos, movilizados y ahora también unidos

Monseñor Marco Tin Win, obispo de Mandalay
Monseñor Marco Tin Win, obispo de Mandalay, participando en las protestas, levantando tres dedos, símbolo de estas protestas

ReL

La situación en Myanmar (la antigua Birmania) es de extrema gravedad ante el golpe militar producido días atrás y las multitudinarias protestas de la población ante un nuevo golpe de Estado. En esta ocasión, la Iglesia Católica está desempeñando un papel fundamental, en el que los obispos están protestando enérgicamente y donde algunos de ellos, y otras instituciones católicas, están llamando a la desobediencia civil.

El Papa Francisco, que visitó el país en 2017, ha querido manifestarse públicamente sobre los sucesos que se están produciendo estos días con el golpe militar y el arresto de Aung San Suu Kyi, premio Nóbel de la Paz y líder del país.

“En estos días estoy siguiendo con profunda preocupación la evolución de la situación que se ha producido en Myanmar, un país que, desde el momento de mi Visita Apostólica en 2017, he llevado en mi corazón con gran afecto”, dijo tras el rezo del Ángelus

En este contexto, el Papa expresó: “Deseo asegurar una vez más mi cercanía espiritual, mi oración y mi solidaridad con el pueblo de Myanmar, y rezo para que quienes tienen responsabilidades en el país se pongan con sincera voluntad al servicio del bien común, promoviendo la justicia social y la estabilidad nacional para una convivencia democrática armoniosa”.

Mientras tanto, en Myanmar las protestas se siguen produciendo con decenas de miles de personas manifestándose pacíficamente en contra del golpe militar, que está empezando a responder con violencia ante las protestas.

Monjas de Myanmar protestan contra el golpe militar

La reacción ante el golpe ha producido división en el seno de la Iglesia Católica, incluidos los obispos, entre los que piden una condena clara y enérgica de lo ocurrido, y los que preferían  dejar a la Iglesia en un segundo plano.

En un mensaje emitido por el arzobispo de Yaigon, el cardenal Bo pedía: "Ya hemos derramado suficiente sangre. Siempre hay formas no violentas de expresar nuestras protestas. Incluso en este momento difícil, creo que la paz es el único camino, que la paz es posible".

"La paz es posible. La paz es el único camino y la democracia es la luz de este camino", recordaba el purpurado, que instaba a la junta militar a liberar a los líderes políticos arrestados: "No son prisioneros de guerra, son prisioneros de un proceso democrático. Si prometes democracia, empieza por su liberación y el mundo te entenderá".

El cardenal fue acusado por parte de algunos católicos de haber sido demasiado complaciente con el golpe, por lo que otros obispos y líderes católicos han sido más contundentes e incluso han salido a la calle a protestar.

Sin embargo, el propio cardenal Bo se ha ido colocando cada día más cerca de los que protestan contra el golpe y en su Twitter está colgando imágenes de las manifestaciones y de numerosos católicos en la calle y llamando a la desobediencia civil y pacífica.

 

Este viraje oficial de la Iglesia queda de manifiesto con la eliminación de comunicados y declaraciones anteriores como la que prohibía a sacerdotes, seminaristas y religiosos participar en las manifestaciones prodemocráticas.

La directiva, además de establecer la prohibición para el personal religioso, ordenaba a los fieles laicos no llevar símbolos religiosos a los actos. Esto había provocado que en las redes sociales se criticara la actitud de los obispos, acusados de "miedo" y "abstracción".

 Un sacerdote preguntó: "Nuestro país estuvo bajo poderes coloniales durante más de un siglo y bajo una junta militar durante más de 50 años. ¿Qué ha hecho la Iglesia por su pueblo, por su nación? ¿Qué hace la Iglesia cuando la gente es detenida y perseguida sin razón?".

Tal y como recoge AsiaNews, una de las imágenes de las protestas se ha dado en Mandalay, donde el obispo católico de la ciudad, Monseñor Marco Tin Win, salió a la calle en apoyo de los manifestantes y saludó con los tres dedos en alto, que se ha convertido en el símbolo de la lucha por la libertad contra la dictadura militar.

Al igual que él, numerosos sacerdotes, monjas y líderes católicos están tomando protagonismo en estas protestas pacíficas a pesar de que los católicos tan sólo representan el 1% de la población de la antigua Birmania.

Un testimonio muy valiente es el de la hermana Rebecca Ray, superiora de las Hermanas del Buen Pastor, cuya comunidad al completo ha salido a la calle a protestar. Este es el sentir de esta religiosa:

“Queremos mostrar nuestra unidad con la gente. Estamos en total armonía, compartimos los mismos miedos, preocupaciones y temores. No queremos estar gobernados por la junta, queremos una vida segura. En los últimos 10 años, para bien o para mal, hemos comenzado a gozar de la libertad, hemos podido entrar en contacto con el mundo y nuestro país ha visto crecer el futuro y la luz. Antes del golpe de estado, la situación era bastante tranquila: podía comunicarme con el mundo; podía desarrollar mi compromiso misionero como Superiora provincial de cuatro países; podía convocar reuniones, incluso sin viajar; podía apoyar el trabajo de mis Hermanas en varios países; podía comunicarme con nuestra Casa madre en Roma. Ahora todo eso ha quedado destruido y ya no hay nada seguro. Eso me pone muy triste, porque limita mis capacidades al servicio del pueblo.

Hermanas del Buen Pastor protestando contra el golpe de Estado

Hermanas del Buen Pastor protestando contra el golpe de Estado

No queremos volver atrás, a la época de oscuridad, viviendo en el miedo y la opresión. La vida bajo la dictadura era terrible, teníamos miedo a las armas que nos apuntaban, a los enfrentamientos. Ahora no sabemos qué puede pasar, cuándo y cómo.

La oración no es suficiente. Yo creo en la oración y en el trabajo y ambos son la forma más eficaz de apoyar a nuestro país.

[En el convento] tenemos adoración continua, día y noche; el rosario todos los días y el breviario. Rezamos el rosario junto con las personas que trabajan con nosotros o con los enfermos internados en la clínica para los pobres que administramos. El año pasado en Myanmar, debido a Covid, aparecieron muchas formas de pobreza. Las comunidades que ayudamos ya tienen muchas dificultades. Ahora con un golpe de estado y las tensiones civiles, no puedo imaginar cómo empeorará la situación de la gente pobre.

Las Hermanas del Buen Pastor tienen una misión en la sociedad. Bajo el nuevo gobierno democrático, este compromiso está registrado como una fundación. Tal vez, bajo la junta ya no podamos tener este registro y nuestro servicio a la gente se verá reducido. Trabajamos con muchas mujeres, con organizaciones sin fines de lucro, con fundaciones...

Lamentablemente ahora nuestro futuro es incierto; el futuro de nuestra nación se ha oscurecido: no podemos salir, tenemos restricciones y no podemos trabajar para la gente. Todo eso es terrible para los más necesitados, sobre todo las mujeres (jóvenes de la calle, mujeres maltratadas,…).

Como ciudadanos, defendemos a nuestro pueblo y nuestra misión con los pobres y los necesitados, las mujeres, las jóvenes, los niños, los más vulnerables. Es insoportable ver sufrir a nuestro pueblo, perder la esperanza, quedar paralizados por el miedo.

Quizás corremos el riesgo de ser encarceladas, pero queremos estar junto al pueblo en las calles, compartir sus traumas y sufrimientos. Lo que está pasando viola nuestra libertad de expresión, el voto libre que emitimos hace tres meses, eligiendo nuestro nuevo gobierno democrático, nuestros dirigentes. Lo que ha ocurrido en los últimos días es una verdadera injusticia, una manipulación del poder. Queremos un gobierno civil, no queremos estar bajo un gobierno militar; queremos ser gobernados desde el amor, desde la atención y no desde la opresión y el miedo.

Queremos que todo el pueblo de Myanmar, todas las religiones, razas y etnias disfruten de los mismos derechos y de la democracia. Todos queremos desarrollo para toda la nación, de acuerdo con lo que hemos visto en los últimos 10 años.

En los últimos días, la vida ha quedado sumida en la oscuridad y la incertidumbre, está llena de miedo y de rabia. No queremos volver a eso: queremos estar al lado de nuestra gente.

Líderes religiosos, consagrados, religiosas, sacerdotes e incluso el obispo de Mandalay muestran su solidaridad con el pueblo. Lo haremos hoy y siempre, en nombre de la doctrina social de la Iglesia, y también por nuestra misión y por lo que dice el Papa Francisco en Laudato si'.

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