Sábado, 12 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Este religioso está viviendo en primera persona el conflicto en Nagorno Karabaj

El padre Bedros, un joven sacerdote entre Siria y ahora Armenia: una vida marcada por la persecución

El padre Bedros, un joven sacerdote entre Siria y ahora Armenia: una vida marcada por la persecución
El padre Bedros, sirio de origen armenio, está ahora en Erevan, donde está viviendo el conflicto con Azerbayán

Gerardo Ferrara / ReL

En mis trece trabajando en los pasillos de las universidades pontificias de Roma he tenido el privilegio de encontrarme con numerosas miradas, tantas historias, tantas emociones, sobre todo desde que represento al CARF (Centro Académico Romano Fundación), que nació precisamente para conocer y apoyar a seminaristas y sacerdotes que estudian en Roma, en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.

La historia que quiero contar hoy, en cambio, es la historia de un amigo cuyo camino se cruzó con el mío hace bastante tiempo, muchos pasillos, muchas salas y dos Universidades Pontificias. Un día vino a mi oficina un joven, junto con sus otros compañeros seminaristas, de los cuales él era algo como un mediador y un delegado. 

Entre una cosa y otra empezamos a hablar y a ser amigos. Lo vi crecer en su formación, convertirse en diácono y sacerdote. Ahora es el padre Bedros Marashli Haddad. Lo conocí y lo frecuenté. Siempre estaba sonriendo, incluso cuando su ciudad, Alepo, fue sitiada y destruida y su familia buscó refugio primero en el Líbano y luego en Alemania. Hoy, después de tantos años, vuelvo a hablar con él, mientras está en la capital de Armenia, Ereván, como sacerdote, contemplando otra guerra, lejos de Siria pero siempre cerca del corazón de un cristianismo atacado, una vez más, por hordas de milicianos yihadistas, en este caso en el conflicto en Nagorno Karabaj con Azerbayán:

- Ha estallado una nueva guerra por el control de la pequeña región montañosa de Nagorno-Karabaj, entre Armenia y Azerbaiyán, uno de los muchos conflictos “congelados” y nunca resueltos por completo entre las antiguas repúblicas soviéticas. También sabemos que, incluso en este caso, está involucrado el expansionismo de Turquía, que ahora tiende a presionar en todas sus fronteras y que, en el Cáucaso, es el protector de Azerbaiyán, una república gobernada por una oligarquía cuya base es una familia, los Alyiev, y que es de mayoría musulmana chiíta, por lo tanto tendría que estar protegida por Irán que, por su parte, parece apoyar ahora a Armenia, junto con Rusia. Entonces eso es un gran problema.

Sí, lamentablemente. Cuando la Unión Soviética se disolvió, muchas de las repúblicas que la integraban obtuvieron la independencia. Sin embargo, sus fronteras no reflejaban la composición étnica del territorio. De hecho, los armenios no estuvieron históricamente presentes solo en la actual Armenia, sino que constituyeron una gran minoría, a veces incluso una mayoría real, en territorios fuera de la actual República Armenia: en el oeste de Armenia, una zona que después de la Primera Guerra mundial había sido asignada a la República de Armenia pero fue conquistada militarmente por los turcos; en el sur, en Najicheván, que nos fue arrastrada por Azerbaiyán; en el norte, Javakhetia, ocupada por Georgia; en el este, que es la actual República de Artsaj, también conocida como Nagorno-Karabaj, que también formaba parte oficialmente de Azerbaiyán pero que en 1993, con la ayuda de Armenia, obtuvo la independencia, una independencia, sin embargo, nunca reconocida a nivel internacional.

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- Recapitulemos las etapas de este conflicto. Después del genocidio armenio de 1915-16, Armenia declaró su independencia en 1918. Desde entonces, lamentablemente, no han faltado masacres, tanto de azeríes por parte de los bolcheviques de la Armada Roja, quienes pretendían ocupar todos los territorios que luego serían parte de la Unión Soviética, como también de armenios por parte de azeríes y turcos, cuando la Armada Roja, que hasta entonces había protegido a los armenios, se retiró del Cáucaso y volvió a dejar el territorio en manos de los otomanos. Y los otomanos reconquistaron Anatolia oriental y parte de Armenia, se establecieron en las cercanías de Azerbaiyán y crearon allí el Ejército del Islam, bajo el liderazgo de Enver Pasha. Dondequiera que llegaban los otomanos y el Ejército del Islam, formado principalmente por azerbaiyanos, los armenios eran exterminados: se habla de una cifra entre 50.000 y 100.000 armenios asesinados en ese momento en el Cáucaso y unos 70.000 después de 1920 en Anatolia oriental, cuando el fundador de la Turquía moderna, Kemal Atatürk, rechazó el Tratado de Sèvres, que le asignó a Armenia fronteras  mucho más amplias que las actuales, y ocupó militarmente aquella región.

- Sí, y es doblemente una tragedia, si tenemos en cuenta que, estudiando la historia de nuestro pueblo, no se encuentra que alguna vez haya provocado masacres, guerras, genocidios... ¡Qué se abran los libros y se estudie nuestra historia! Es una historia hecha solamente de cultura, música, tradición, fe, inventos, literatura, comercio, héroes que derramaron su sangre por la Iglesia, por la Fe, por la patria.

 -Y luego llegaron los soviéticos, quienes, de 1920 a 1991, fueron dueños de todo el Cáucaso, controlando tanto Armenia como Azerbaiyán, y congelaron el conflicto con las metodologías que siempre siguió Stalin: ateísmo de estado, desplazamientos forzados de cientos de miles de personas y asignación injusta de territorios a una República de la Unión y no a otra. Tenemos un ejemplo de esto en Ucrania, con Crimea, pero también en Moldavia, con Transnistria. Pero ninguna de estas soluciones artificiales, y mucho menos la negación de cualquier peculiaridad nacional, logró resolver el problema, tanto que en 1988 el Soviet de Nagorno-Karabaj votó por la reunificación con Armenia, algo que no fue aceptado por el Politburó ni por los azeríes. Y así, aún más masacres y pogromos para avivar el conflicto.

- Así es… Y nuestra gente ya había perdido mucho, muchísimo. Aparte de los millones de muertos, hemos perdido tantos territorios en los que éramos mayoría y, sobre todo, ¡ya no tenemos soberanía sobre nuestra montaña sagrada, el Ararat! Si se abriera el corazón de un armenio, se encontraría el Monte Ararat, el motor de su existencia, el rayo de la fe entregado en la vida de los hombres con la creación y devuelto a Noé en el mismo Monte Ararat. Esa montaña la vemos desde nuestro país, pero hoy está en una tierra extraña. Sin embargo, para nosotros, que la contemplamos soñando, representa nuestra tierra y nuestra patria, la herencia que nuestros antepasados ​​nos dejaron como legado y que nosotros debemos transmitir a las generaciones futuras.

 - El presidente de la República Armenia de Karabaj habló de un verdadero choque de civilizaciones, declarando: “Esta no es una guerra entre Karabaj y Azerbaiyán, o Armenia contra Azerbaiyán. Es una guerra directa de Turquía, en la que unos cientos de mercenarios se ponen del lado de 10 millones de azeríes y contra 3 millones de armenios”. Y parece que tiene razón. De hecho, según AsiaNews, agencia misionera cercana a la oposición siria, Turquía está reclutando mercenarios islamistas en Siria para enviarlos a luchar en el exterior, como hizo en Libia, sin exponerse directamente.

- Así es: Azerbaiyán quiere reconquistar una tierra donde los cristianos armenios han vivido durante milenios y que para nosotros es parte de nuestra patria. Los armenios, después del genocidio, confiamos en la comunidad internacional. Esperábamos que ésta nos pudiera dar el derecho a vivir por fin en paz en nuestra tierra, pero ya nos hemos dado cuenta que estamos solos, y que nuestra tierra debe ser defendida con la fuerza de la fe y las armas, porque para vivir libremente, como cristianos, necesitamos corazones dispuestos a sacrificarse por la patria, por la Iglesia y por el pueblo que vive en esa tierra. Ahora, en particular, ese espíritu de sacrificio es más importante que nunca, dado que Turquía, como dijiste, apoya a Azerbaiyán enviando, a la frontera con Armenia, a los mismos yihadistas que destruyeron Siria: ¡quieren que se repita lo que pasó hace 105 años con el genocidio!

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- Esta palabra, Armenia, así como las palabras “patria”, “fe”, “sacrificio”, aparece a menudo en tus discursos, de hecho, en los discursos de todos los armenios pero también de los cristianos sirios e iraquíes, y tú también eres sirio, como si vuestras tierras natales, vuestros hogares, vuestra fe fuera algo a lo que tratáis desesperadamente de aferraros desde cuánto, ¿desde hace100 años? ¿Hace cuánto tiempo tu pueblo es perseguido?

¡Ojalá fueran 100 años! Durante siglos, de hecho, durante más de un milenio, mi pueblo ha estado sufriendo persecuciones y guerras, desde que aceptó el cristianismo como religión. Primero los persas nos persiguieron, luego otras naciones y tribus, hasta la llegada de los otomanos que, con su Imperio, conquistaron e incorporaron todos los territorios circundantes. Y desde entonces hemos vivido con la amenaza constante de ser aniquilados, aunque nosotros mismos, como pueblo, siempre hemos contribuido enormemente al desarrollo económico y cultural del Imperio otomano.

…Y durante siglos no habéis tenido un estado propio, mientras que antes sí tenías uno, y también muy grande.

-¡Pues sí! El Imperio armenio llegó a las fronteras de Egipto, Grecia y Persia en el 140 a. C. Era un imperio rico en cultura, una cultura compartida con los pueblos vecinos, a diferencia del Imperio otomano, que invadió, conquistó y saqueó todos los territorios en los que apareció, manchándose continuamente de sangre, en Oriente medio como en el Cáucaso o en Europa.

- Hasta el gran genocidio, al que llamáis Mezd Yeguern...

Sí, en el año 1915... Y todos pudieron ver las imágenes y escuchar los testimonios del exterminio de los armenios en su tierra: ¡al menos un millón y medio de muertos!

-Hoy, sin embargo, has realizado un sueño: estar en tu tierra sirviendo a tu pueblo.

¡Por fin! Estoy en Ereván, la capital de Armenia, que el año pasado celebró el 2.800 aniversario de su fundación. Y también, la semana pasada celebramos el 29 aniversario de la independencia de Armenia de la Unión Soviética.

- ¿Cómo estás viviendo todo esto en cuanto armenio, cristiano y sacerdote?

Sirviendo a la gente, de hecho. Estando con mi gente. Ahora soy vicerrector del Seminario Episcopal de Ereván, en la Iglesia católica armenia en comunión con Roma.

- Ves una diferencia, una situación crítica de la Iglesia católica en Armenia, en comparación con la Iglesia apostólica mayoritaria?

- No, en absoluto. En ambas Iglesias y en el clero no enfatizamos la diferencia entre armenios apostólicos y católicos: compartimos la misma historia, la misma cultura, el mismo idioma y la misma liturgia. Los católicos en Armenia, por supuesto, somos una minoría, esparcidos especialmente en los pueblos y ciudades del norte y noreste del país y, en cierta medida, en Artsaj. Sin embargo, todos estamos dispuestos a servir al pueblo de Dios por igual, sin diferencias.

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El padre Bedros, con parte de su familia en Alepo (Siria)

 -Una cosa muy particular de tu historia es que has vivido entre dos identidades, dos conflictos, dos persecuciones, en un Oriente donde los cristianos nunca parecen encontrar la paz. Y estos conflictos tú y tu familia los lleváis en la sangre, en el alma y en el corazón.

- Así es. Como dijiste, de hecho, soy sirio por nacionalidad porque nací en Alepo, pero de origen armenio. Mis bisabuelos llegaron a Alepo en 1800. Viví una infancia llena de emociones, soñando con la tierra natal de mis antepasados, que es Armenia, y desde allí comencé a estar deseando de irme a vivir allí para siempre. Incluso en la escuela, una escuela armenia (en Siria e Irak, de hecho, había, antes de la guerra, muchos armenios que vivían en paz) también nos daban tareas para ayudarnos a imaginar nuestra patria y todos imaginábamos el Monte Ararat, el valle que lo rodea, los viñedos, las ciudades, las aldeas... Como todo armenio, esa montaña, que es sagrada para nosotros, se ha convertido en una parte esencial de mí.

- Así que no tenías ningún problema en vivir en Siria con tu identidad de armenio y tu fe cristiana...

- ¡Absolutamente no! En efecto, a los catorce años entré en el seminario menor, porque ya sentía que el Señor me estaba llamando a servirle en su Iglesia. Me quedé en Alepo hasta el final de la escuela secundaria. Luego, en 2011, me fui Líbano para ingresar a nuestro seminario mayor armenio-católico en Bzommar, en el área llamada Monte Líbano, y me quedé allí durante un año. Luego, a principios de octubre de 2012, volé a Roma para continuar mis estudios filosóficos y teológicos en la Pontificia Universidad Gregoriana, donde nos conocimos. Fueron seis años muy hermosos con mis hermanos y amigos del Pontificio Colegio Armenio de Roma.

- ¡Y finalmente en 2019 fuiste ordenado sacerdote!

- Sí, el 14 de diciembre de 2019 fui ordenado sacerdote en el instituto del Clero Patriarcal de Bzommar. La primera misión que se me confió fue la de ir a servir como sacerdote a nuestro pueblo de Armenia.

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- Cuéntanos tu experiencia sobre la guerra en Siria: ¿Cómo empezó? ¿Qué recuerdas?

- Cada vez que pienso en la guerra en Siria me viene a la mente que vivíamos en paz y que había una gran economía: Siria tenía altos estándares, era un país que no tenía deudas, todos tenían derecho a la educación, a la atención médica. El país fue autosuficiente hasta 2011, cuando el proyecto globalista de las llamadas “primaveras árabes” llevó a los países árabes a rebelarse contra las dictaduras de sus gobiernos y presidentes.

Incluso en Siria, en nombre de la libertad ciertamente, pero empujados y animados por gente de otros países que, por otro lado, no estaba para nada interesada en favorecer esa libertad pero sí sus propios intereses económicos, los jóvenes comenzaron a rebelarse contra el presidente “dictador”. En pocos meses estas rebeliones y manifestaciones fueron organizadas a sabiendas y se convirtieron en guerrillas, con una importante afluencia de armas y yihadistas que comenzaron a bombardear y matar a cualquiera que no se uniera a ellas.

- Y entonces tuvisteis que huir de Alepo.

Sí, yo antes que mis padres y mi hermano. De hecho, en 2011 ya tenía que trasladarme a Roma para ir a la universidad y mi avión salía desde el aeropuerto de Beirut. Sin embargo, las carreteras fueron cerradas por guerrilleros islamistas y, para llegar al Líbano, me vi obligado a pasar por una zona conquistada por grupos armados de yihadistas quienes asesinaban sistemáticamente a chicos de mi edad pensando que eran parte del ejército regular sirio, contra el que luchaban. Yo tenía 18 años, precisamente la edad del servicio militar, que de todos modos no hubiera hecho en cuanto ya era seminarista (en Siria los religiosos cristianos están exentos del servicio militar). Sin embargo, esto no les importaba a los guerrilleros. Simplemente miraban tu tarjeta de identidad: ¿tienes edad suficiente para el servicio militar? ¡Estás muerto!

Recuerdo que habíamos tomado un taxi rumbo el aeropuerto cuando llegamos a la zona controlada por los yihadistas. Y allí sucedió un milagro: nos pararon para revisar el auto, pero detrás de nosotros había otro, lleno de armas que obviamente eran para ellos, porque ese auto parecía tener que pasar de inmediato. Entonces también a nosotros nos dijeron que siguiéramos y no nos detuviéramos.

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- ¿Tuviste miedo? Qué pensaste?

Bueno, en ese momento me repetí en mi corazón que, si Dios hubiera querido algo de mí, ciertamente me habría dejado pasar para llegar al aeropuerto. ¡Y así fue exactamente!

- ¿Y tus padres se quedaron allí?

No, ellos también huyeron,  después de tres años de penurias y miedos, pero también de milagros. Decidieron escaparse después de que bombardearan nuestra casa. Después de una larga serie de penurias - y milagros - finalmente llegaron a Líbano y desde allí, después de unos meses, pudieron obtener asilo en Europa.

- Alepo, ciudad que albergó una de las comunidades cristianas más grandes de Oriente Medio y que también dio refugio a muchos armenios que escaparon del genocidio turco. ¿Qué queda de tu ciudad?

- En 2017 volví a visitar a mi familia por primera vez, los que se quedaron allí. Y vi otra Alepo diferente de la que vivía, destruida, quemada y en escombros; vi a gente que ha sufrido tantas pérdidas, tanto en lo material como en lo personal. ¡Cuántos de mis amigos han huido para no ir al servicio militar y morir por nada! ¡ Y cuántos de ellos han sido asesinados, bombardeados, exterminados o secuestrados! ¡Cuántas familias cristianas hasta ahora sufren una situación difícil debido a la corrupción de la posguerra! Sin embargo, lo que más me impactó fue mi regreso a casa. Al entrar, me encontré con un gran desorden: mucha arena en todo lado, polvo, ventanas destruidas, puertas abiertas, pinturas caídas al suelo, excepto una cosa que se quedó quieta como un árbol en la cima de una montaña: el icono de la Santísima Madre de Dios con el Niño Jesús en su mano. Y a partir de ahí entendí que la Santísima Virgen María protegía nuestro hogar y todos los recuerdos que quedaban.

- ¿Cuál es la situación de los cristianos en Siria hoy?

La situación de los cristianos no es nada buena, porque nos hemos convertido en una minoría que lucha por la supervivencia cultural, religiosa y económica. Es muy, muy difícil. Mucha gente me pregunta: ¿a quién debemos dejar nuestros hogares e iglesias y todo lo que hemos construido? ¡Es toda nuestra vida!

Y no puedo hacer nada más que servir y orar por ellos, ayudándolos con todo mi ser a no perder la esperanza. Porque, después de todo, nuestra esperanza está en Dios.

Si me lo permites, me gustaría repetir una frase que dijo el historiador Yeghishe en el siglo V, hablando de la muerte y de los armenios; esta frase siempre me da confianza, esperanza y fe, porque con esta frase mi pueblo aún vive y vivirá por siempre defendiendo su tierra, iglesia y nación: “Una muerte desconocida es una muerte, una muerte conocida es la eternidad”.

* Gerardo Ferrara es escritor y experto en Oriente Medio, además de representante de CARF en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz

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