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¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David?

Jesús preguntó...

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ReL

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Tobías (11,517)

En aquellos días, Ana estaba sentada, oteando el camino por donde tenía que llegar su hijo.

Tuvo el presentimiento de que llegaba, y dijo al padre: «Mira, viene tu hijo con su compañero.»

Rafael dijo a Tobías, antes de llegar a casa: «Estoy seguro de que tu padre recuperará la vista. Úntale los ojos con la hiel del pez; el remedio hará que las nubes de los ojos se contraigan y se le desprendan. Tu padre recobrará la vista y verá la luz.»

Ana fue corriendo a arrojarse al cuello de su hijo, diciéndole: «Te veo, hijo, ya puedo morirme.»

Y se echó a llorar. Tobit se puso en pie y, tropezando, salió por la puerta del patio.

Tobías fue hacia él con la hiel del pez en la mano; le sopló en los ojos, le agarró la mano y le dijo: «Ánimo, padre.»

Le echó el remedio, se lo aplicó y luego con las dos manos le quitó como una piel de los lagrimales.

Tobit se le arrojó al cuello, llorando, mientras decía: «Te veo, hijo, luz de mis ojos.»

Luego añadió: «Bendito sea Dios, bendito su gran nombre, benditos todos sus santos ángeles. Que su nombre glorioso nos proteja, porque si antes me castigó, ahora veo a mi hijo Tobías.»

Tobías entró en casa contento y bendiciendo a Dios a voz en cuello.

Luego le contó a su padre lo bien que les había salido el viaje: traía el dinero y se había casado con Sara, la hija de Ragüel: «Está ya cerca, a las puertas de Nínive.»

Tobit salió al encuentro de su nuera, hacia las puertas de Nínive. Iba contento y bendiciendo a Dios, y los ninivitas, al verlo caminar con paso firme y sin ningún lazarillo, se sorprendían. Tobit les confesaba abiertamente que Dios había tenido misericordia y le había devuelto la vista.

Cuando llegó cerca de Sara, mujer de su hijo Tobías, le echó esta bendición: «¡Bien venida, hija! Bendito sea tu Dios, que te ha traído aquí. Bendito sea tu padre, bendito mi hijo Tobías, y bendita tú, hija. ¡Bien venida a ésta tu casa! Que goces de alegría y bienestar. Entra, hija.»

Todos los judíos de Nínive celebraron aquel día una gran fiesta.

Salmo 145, 1-2. 6b-7. 8-9a. 9bc10

Alaba, alma mía, al Señor

Alaba, alma mía, al Señor:

alabaré al Señor mientras viva,

tañeré para mi Dios mientras exista.

Que mantiene su fidelidad perpetuamente,

que hace justicia a los oprimidos,

que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos.

El Señor abre los ojos al ciego,

el Señor endereza a los que ya se doblan,

el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos.

Sustenta al huérfano y a la viuda

y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,

tu Dios, Sión, de edad en edad.

Evangelio según san Marcos (12,35-37)

En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: «¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, dice: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies." Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?»

La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo.

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