Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Dos obispos, Verucchi y Negri, homenajearon al último, Umberto Pessina

130 sacerdotes, mártires de los comunistas en la postguerra italiana: hay pruebas del «odium fidei»

Una escena de la película El Secreto de Italia, que presenta sin tapujos los asesinatos cometidos por partisanos comunistas en la postguerra.
Una escena de la película El Secreto de Italia, que presenta sin tapujos los asesinatos cometidos por partisanos comunistas en la postguerra.

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El 18 de junio de 1946 fue asesinado Umberto Pessina, párroco de San Martino Piccolo en Correggio (Emilia Romaña). Se han cumplido pues setenta años del final de una historia apenas contada: los miles de asesinatos cometidos por los comunistas en Italia en los meses posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial. En algunas regiones se trató de una eliminación sistemática de posibles rivales políticos, lo cual incluía a los católicos, y en particular a sus sacerdotes. La Nuova Bussola Quotidiana se ha ocupado recientemente de recordar algunos de los nombres más característicos, la mayor parte de ellos auténticos mártires:

Han pasado setenta años del asesinato de don Umberto Pessina, el último de los 130 sacerdotes italianos asesinados entre el 1944 y el 1946 por la violencia partisana comunista. Era el 18 de junio de 1946 y en la parroquia de San Martín, en Correggio, en la provincia de Reggio Emilia, algunos partisanos del Grupo de Acción Patriótica lo mataron a sangre fría. Su asesinato marca un antes y un después en la historia de la guerra fratricida italiana, no sólo por la complejidad de su caso judicial, que terminó en los años 90 con una revisión del proceso que entregó, más a la historia que a la justicia, a los verdaderos asesinos.


Don Umberto Pessina tenía 44 años en el momento de su muerte a consecuencia de dos disparos en el pecho.

De hecho, con esa muerte tan claramente fuera del tiempo límite, pues la mayor parte de los combatientes de las formaciones partisanas no comunistas ya habían entregado las armas a los comandos aliados, fue evidente que el Partido Comunista Italiano (PCI) tenía una relación muy estrecha con esas bandas de asesinos que, a menudo y de noche, secuestraban y mataban a todos esos italianos que no eran comunistas o que se sospechaba no tenían suficiente simpatía por el movimiento partisano. O peor aún, en lo que respecta al sacerdote, por ser un cura que desde el púlpito denunciaba el riesgo de la invasión comunista.

Mártires sistemática y deliberadamente olvidados
Pero mientras a los sacerdotes asesinados por los nazis se les han dedicado calles y plazas, siendo a menudo glorificados en clave política, los que fueron asesinados por la violencia comunista prácticamente han sido olvidados. Sacrificados en el altar de una reconciliación nacional que nunca se llevó a cabo plenamente. Y, por lo tanto, olvidados porque su recuerdo dividía demasiado. El caso de don Pessina es emblemático, porque si bien la justicia reconoció en 1993 al verdadero culpable, su recuerdo ha quedado destruido.

Actualmente, en Correggio, en provincia de Reggio Emilia, donde fue asesinado, es difícil que se le recuerde y se le honre. Se ha dado mucho espacio a la revisión del proceso y a la dramática historia de la injusta detención de Germano Nicolini, en la época de los hechos alcalde de Correggio; pero en lo que respecta a don Pessina, sus huellas se han perdido en la memoria, que hoy llevan a una más que digna capilla fúnebre en la iglesia del martirio.

Este es el motivo por el que es necesario aclarar este capítulo, aún sangrante, de nuestra historia, con el fin de que la Iglesia tome en consideración el sacrificio de estos hijos suyos y para que también a ellos, como ha sucedido a tantos otros testigos de la fe, se les reconozca el martirio in odium fidei que pueda elevarlos a los altares como beatos de una guerra sucia que se ha ignorado durante muchos años por miedo a seguir alimentado heridas y desacuerdos.


Tráiler de la película italiana El secreto de Italia, dirigida en 2014 por Antonello Belluco e interpretada por Romina Power. Por primera vez en setenta años el cine italiano reflejó las matanzas perpetradas por los comunistas tras el final de la Segunda Guerra Mundial.

Sus muertes están unidas por factores únicos, que definen su martirio: amenazas y presentimientos en los días precedentes, siendo después asesinados o sacados a la fuerza de sus casas parroquiales -algunos de la iglesia-, secuestrados con la excusa de que llevaran el viático a un moribundo o con la petición de que fueran a un comando partisano para aclarar algunas cosas. A algunos de ellos, bajo la túnica ensangrentada, se les encontró la Eucaristía que llevaban al enfermo; otros tomaron el Sacramento antes de la ráfaga de metralleta final.


Algunos sacerdotes mártires asesinados en odio a la fe por los comunistas italianos en los meses previos y posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial. Arriba: padre Sigismondo Damiani, antiguo capellán militar, 11 de marzo de 1944; Aldemiro Corsi, párroco, asesinado junto con su ama de llaves, Zefferina Corbelli, el 21 de septiembre de 1944; Giuseppe Jemmi, 19 de abril de 1945. Abajo: Sperindio Bolognesi, párroco, 25 de octubre de 1944; Luigi Manfredi, párroco, 14 de diciembre de 1944, asesinado tras denunciar públicamente los excesos a los que se entregaban los partisanos comunistas; Dante Mattioli, párroco, secuestrado por los partisanos el 11 de abril de 1945 sin que se le volviese a ver desde entonces. Fuente: La Gazzetta del Pago.




Todos fueron brutalmente torturados y se mancilló su memoria con la acusación de ser espías o enemigos de los partisanos. En la gran mayoría de los casos no se supo nunca el nombre del culpable. Y, sin embargo, una palabra de verdad sobre estas víctimas caídas en el olvido es necesaria. Si es verdad que la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos, su nombre debe estar justamente escrito y valorizado en la historia, para que su ejemplo pueda ser germen de una fe cristiana renovada y convencida.

En la mayor parte de los otros lugares donde estos sacerdotes encontraron la muerte a menudo no hay ni siquiera una placa ni una cruz. Sin embargo, a todos los efectos, son lugares de martirio que deben ser visitados como tales, no confiados a una memoria que se apaga lentamente. Antes de que el último testimonio de estos hechos desaparezca para siempre, es bueno que se les recuerde, sabiendo que su lugar no está en una plaza o en una calle, sino en los altares.

Verdad  y justicia histórica
Para favorecer este clima de reconciliación y búsqueda de la verdad, la publicación mensual de apologética Il Timone ha publicado un nuevo cuaderno titulado Chiesa martire nel Triangolo della morte [La Iglesia mártir en el triángulo de la muerte].



Su autor es el periodista de la Nuova Bussola Quotidiana Andrea Zambrano, que ha recogido las historias de muchos sacerdotes asesinados (Roberto Beretta ha contado 130 en su indispensable obra Storia dei preti uccisi dai partigiani [Historia de los sacerdotes asesinados por los partisanos]) y ha considerado estos asesinatos como un verdadero y propio martirio, similar al reconocido por la Iglesia respecto a los mártires españoles o mexicanos.



El libro incluye una profunda investigación y examen de las pruebas de este odio a la fe. Quienes hablan son los sacerdotes que sobrevivieron, algunos aún vivos, entrevistados por Zambrano, como don Raimondo Zanelli, y que estuvieron a punto de ser asesinados. O los propios ex partisanos rojos "arrepentidos" u otros que con cartas o amenazas intimidaban a la Iglesia con la esperanza de conquistarla para la causa partisana en clave marxista.


Don Raimondo Zannelli fue en el seminario compañero de pupitre de Rolando Rivi, asesinado a los 14 años, el "mártir de la sotana".

Zambrano refiere también la historia de esos sacerdotes que el martirologio del clero no pudo incluir debido a que oficialmente murieron por muerte natural, si bien la realidad es que lo hicieron debido a las hemorragias internas causadas por las palizas a las que fueron sometidos, como es el caso de don Ennio Melioli.


Don Umberto Pessina
Un capítulo particularmente importante lo merece la historia de don Pessina, de la que se volvió a hablar en los años 90 tras la revisión del proceso que entregó a la justicia al verdadero mando de los ex partisanos que lo asesinaron, exonerando definitivamente al ex alcalde de Correggio Germano Nicolini y los otros dos que con él cumplieron, injustamente, casi diez años de cárcel.


En 1991 el comunista que mató al sacerdote Umberto Pessina confesó el crimen. "El Partido Comunista lo sabía", dice en este recorte de periódico de la época uno de los injustamente condenados.

Zambrano ha podido leer la sentencia absolutoria por amnistía de 1993 del asesino de don Pessina, constatando como la reconstrucción que se hizo durante el proceso confirmaba la impronta ideológica-política del odium fidei, como sucede exactamente con el caso del Beato Rolando Rivi. Don Pessina, de hecho, como ha revelado al Timone el sobrino del sacerdote, Graziano Pessina, había recibido muchas amenazas hasta el punto que tuvo que ausentarse una noche de la casa parroquial, a la que volvió para encontrar la muerte.

Su historia es la historia de una muerte anunciada y llevada a cabo por los Escuadrones de vigilancia democráticos, sobre cuya existencia tanto el PCI como los partisanos siempre han sido reticentes. Su descubrimiento se debe al ex diputado comunista Otello Montanari, que más que ningún otro, mediante el "Quien sepa algo que hable", fue muy activo en la búsqueda de la verdad. Escuadrones de la muerte que de noche vagaban por los campos de Emilia Romaña para ajusticiar a los anticomunistas y que tenían, según revelaron el propio Montanari y otros ex exponentes del PCI, una función subversiva en clave revolucionaria.

Dos obispos que sí les recuerdan
Éste y muchos otros aspectos del caso de don Pessina, mártir del Triángulo de la muerte, han sido afrontados por primera vez después de setenta años en la parroquia donde fue asesinado, San Martín de Correggio.



La comunidad organizó a mediados de junio dos días de celebraciones religiosas, contando con la presencia del arzobispo emérito de Rávena, Giuseppe Verucchi, y del presidente del Comité Amigos de Rolando Rivi, el arzobispo de Ferrara y Comacchio Luigi Negri.

Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).

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