Religión en Libertad

Arnaud Imatz vivió el 68: «Egoístas que lo querían todo enseguida, niños de papá irresponsables»

Historiador, hispanista, doctor en Ciencias Políticas... Imatz no es suave.

Manifestación en París en mayo de 1968.

Mayo del 68: su poder destructivo para la sociedad fue mucho mayor y más perdurable que la violencia en las calles.

Carmelo López-Arias
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El hispanista francés Arnaud Imatz (Bayona, 1948) vivió en primera persona, aunque no como "actor" sino como "espectador tardíamente comprometido", la revuelta de mayo del 68. No simpatizaba con los agitadores, al contrario. Era entonces un joven gaullista (y sigue siendo un admirador, aunque crítico, del general Charles De Gaulle, "un gigante entre enanos") que, con esa perspectiva, no pudo ver con peores ojos lo que estaba sucediendo en las universidades.

Imatz es historiador (académico correspondiente extranjero de la Real Academia de la Historia), además de doctor de Estado en Ciencias Políticas y diplomado en Derecho y Ciencias Económicas. Ha sido funcionario internacional de la OCDE y empresario, y autor de una docena de libros, entre ellos títulos centrados en figuras españolas como José Antonio Primo de Rivera y Juan Donoso Cortés.

En su último libro, Resistir a lo políticamente correcto en la historia (Actas), define Mayo del 68 como una "rebelión izquierdista de dirigentes trotskistas, castristas, guevaristas, maoístas, situacionistas, libertarios, católicos de izquierda... y de muchos matones cultivados", rebelión acompañada por la "cobardía de la clase política e intelectual" y de una "innumerable cohorte de oportunistas que, llegado el momento de las afirmaciones y negaciones soberanas, rehúyen siempre la responsabilidad".

Él se hartó pronto de todos esos "seudorrevolucionarios, niños mimados, privilegiados y narcisistas, tristes aliados objetivos del totalitarismo marxista", que habían destrozado la vida universitaria, y se fue al Ejército. Se alistó en un regimiento de paracaidistas, donde pudo comprobar que la opinión del "verdadero pueblo francés, el mundo de los obreros y asalariados, el de los campesinos, los pequeños artesanos y comerciantes", el mundo de sus compañeros de armas, coincidía con la visión que él tenía de lo que estaba pasando.

Las preocupaciones de sus jóvenes camaradas de cuartel "estaban a años luz de las de los manifestantes estudiantiles de mayo del 68": "Los ignoraban, despreciaban u odiaban. Los veían como agitadores, pequeños burgueses, egoístas que lo querían todo, enseguida, sin tener que ganarse la vida desde muy pronto; niños de papá irresponsables, supuestamente en contra de la sociedad, pero que no hacían más que aprovecharse de ella".

Otra visión de la historia

Tan severo juicio forma parte de un completo análisis del fenómeno de aquella revuelta que está incluido en Resistir a lo políticamente incorrecto en la historia.

Arnaud Imatz.

Arnaud Imatz ha consagrado buena parte de su obra a defender la historia de España contra las insidias de sus enemigos.

Arnaud Imatz recoge en este volumen numerosos y muy diversos ensayos sobre cuestiones polémicas de la historia. Básicamente, de la historia de España, pues es un autor que desde hace muchos años combate con tanto rigor como entusiasmo las mentiras y tergiversaciones más habituales sobre el pasado de nuestro país. Forma parte de esa pléyade de hispanistas foráneos que se rebelan, en nombre de la verdad de los hechos, contra las calumnias interesadas que deforman acontecimientos como la conquista y evangelización de América, las luchas en Flandes contra las potencias protestantes o la persecución religiosa antes y durante la guerra civil española.

Con prólogo del recientemente fallecido Dalmacio Negro y epílogo (a modo de entrevista) de Fernando Vaquero Oroquieta, Imatz agrupa en una treintena de capítulos momentos de la historia que exigen aclaración y breves ensayos de pensamiento político que sirven para analizarla. Dos tercios (en páginas y en capítulos) corresponden a España y el resto a otros episodios, como la Revolución Francesa, la Revolución bolchevique o la declaración universal de los Derechos Humanos de 1948.

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Es en ese contexto donde se encuentran dos capítulos en cierto modo ligados, el que analiza mayo del 68 y el que perfila la figura de De Gaulle desde los comienzos de su biografía militar hasta su dimisión y muerte.

Mayo del 68 no nació solo

En su análisis de la revuelta, Imatz recuerda que "la evolución y el cambio de los valores de la sociedad francesa" que se le suelen atribuir en exclusiva a mayo del 68 empezaron en realidad a finales de los años cincuenta y sobre todo principios de los sesenta. Dicho cambio habría ocurrido "con o sin los acontecimientos de 1968", que no fueron sino "una especie de acelerador".

¿Qué es lo que estaba ya en marcha y estalló de forma tan dramática con las barricadas en las calles? Imatz lo sintetiza así: descomposición del Estado-nación, en lo político; ataque a la familia, a la Iglesia y a la escuela meritocrática, en lo social; hiperindividualismo, hedonismo y consumismo, en lo moral; americanización, permisividad, tolerancia sexual y laxitud educativa, en las costumbres. Es decir, la desaparición de los "puntos de referencia firmes y estructurantes" que caracterizaban la sociedad anterior.

En cuanto a la Iglesia, Imatz también señala que "tras el Concilio Vaticano II el declive fue rápido y brutal", lo que formó un todo con la transformación que estaba viviendo la sociedad.

De revolucionarios a advenedizos

El capítulo sobre Mayo del 68 se cierra con un demoledor repaso a la evolución personal de los jerifaltes de aquel movimiento: todo un monumento a la contradicción, el oportunismo y la venalidad. "Sus carreras políticas o profesionales son la ilustración más perfecta del férreo dominio de la oligarquía", señala Imatz. De hecho, buena parte de los oligarcas europeos de las últimas décadas provienen de ahí.

Daniel Cohn-Bendit "se integró admirablemente en el sistema que decía querer destruir" y acabó disfrutando de la condición de eurodiputado. Alain Geismar, maoísta y secretario general de uno de los más violentos sindicatos de estudiantes, acabó siendo inspector general del Servicio Nacional de Educación. Otro maoísta, Denis Kessler, fue con el paso de los años vicepresidente de Medef (Mouvement des Entreprises de France), una de las patronales francesas. Claude Trichet llegó a director de la Banque de France y del Banco Central Europeo. 

Buena parte de las élites socialistas y comunistas de los lustros más recientes, bien retribuidos miembros de la clase política francesa y europea, presumen de su pasado sesentayochista: Lionel Jospin o Jean-Marc Ayrault, ex primeros ministros, o Dominique Strauss-Kahn, ex director del Fondo Monetario Internacional, han conservado de Mayo del 68 todo lo que tuvo de degradación moral y destrucción social y han desterrado todo lo que -por bohemio, por rebelde o por sincero- pudiera perjudicar a sus bolsillos.

"Todos ellos querían, al menos en teoría, la revolución, la destrucción de la sociedad burguesa, la abolición de la alienación del hombre por el hombre. Pero todos ellos, con algunas excepciones, como Guy Debord, se convirtieron en defensores del sistema capitalista o de libre mercado que habían odiado", resume Imatz.

"Sería tedioso enumerar todas las conversiones de estos jóvenes extremistas de 1968", añade: "Muchos resultaron ser simples advenedizos, filisteos modernos, y además orgullosos de serlo". Pues, por encima de todo, se reservaban el derecho a pontificar y a censurar: "Predicaron y aleccionaron a los demás a diario durante décadas".

Ha costado, pero parece que por fin empiezan a perder terreno, a lo que contribuyen libros como éste.

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