52 episodios, tres películas, la vida de los Crowley desde 1912 a 1930; aquí todos se casan
Downton Abbey llega a su gran final: hijos, matrimonios, pasar el relevo, renovar la tradición

Los Crawley, de Downton Abbey, van a las carreras de caballos de Ascot en 1930, en su última película
Se estrena en España, un mes después que en los países anglohablantes, la tercera y última película de la saga de Downton Abbey, titulada El gran final. Downton Abbey empezó como una teleserie que de 2010 a 2015 emitió 52 episodios en 6 temporadas. Muchos de sus capítulos superaron los 20 millones de espectadores.
Después llegaron las películas de 2019 y 2022, que recaudaron unos 290 millones de dólares. Esta tercera película, que costó 50 millones, ya ha recaudado casi 100. Quince años después, el público sigue amando a sus personajes y la historia sigue dando dinero, pero parece claro que narrativamente se necesitaba un final. El guionista sigue siendo el escritor católico Julian Fellowes.
“Ninguno de nosotros sabía que iba a ser un éxito", explicaba hace poco el actor Hugh Bonneville, que interpreta a Lord Grantham. En 2010 el productor ejecutivo Gareth Neame le dijo: "Admitámoslo, no serán más de siete episodios, este tipo de series no da para más". Y se equivocaron.
Recordemos que 2010 era el año en que la teleserie Spartacus rompía récords de sexo, violencia y cinismo, y al año siguiente Juego de Tronos se sumaría a la ola (aunque acabaría 8 años después con otro enfoque, como contamos aquí).
Y he aquí que el público se enganchó a los amables personajes de Downton Abbey, a la noble familia Crawley y a toda su amplia servidumbre, dos mundos separados (arriba y abajo, upstairs y downstairs), pero que se entrelazan continuamente, con poco sexo (a menudo castigado) y nada de violencia.
Los personajes más intrigantes o tramposos fueron desapareciendo o mejorando, como el lacayo Barrow, homosexual rencoroso y envidioso, que en las últimas temporadas y películas encuentra su lugar, se reconcilia y gana amistad con todos. Las damas jóvenes Crawley siguen metiéndose en algunos líos, pero todos han crecido en sabiduría.

A la cocina de Downton Abbey llega Barrow, que ya no es lacayo, con sus amigos famosos del mundo del cine
La serie empezó ambientada en 1912, y esta tercera película se ambienta ya en 1930. Aristócratas y criados han ido viendo llegar el teléfono, el coche, la radio y el cine, primero mudo, luego sonoro.
Tres películas sin "malos"
En las 3 películas no hay ya "malos", sólo retos de crecimiento y madurez. En la primera, rivalizan con el séquito real para recibir a los reyes de Inglaterra. En la segunda, se ven asaltados por el rodaje de una película, mientras descubren cosas inquietantes del pasado familiar. En esta tercera, el gran tema una y otra vez es el traspaso de funciones, es decir, la tradición, el transmitir un legado al llegar la jubilación.
Anna, la ayudante de Lady Mary, que ha sufrido tantas tribulaciones en las primeras temporadas, parece resumir la enseñanza social y moral de toda la serie cuando le dice a su señora y amiga: "Todos nos necesitamos unos a otros".

Todos nos necesitamos unos a otros, dice Anna a Lady Mary tras 18 años de trabajar juntas en Downton Abbey
Es un eco de lo que decía San Pablo (1 Corintios 12,21): “El ojo no puede decir a la mano: ‘No te necesito’, ni tampoco la cabeza a los pies: ‘No tengo necesidad de vosotros’". La Doctrina Social de la Iglesia lo recoge al hablar del trabajo ("la interdependencia que une entre sí a los hombres del trabajo", párrafo 319 del Compendio) e insiste muchas más veces sobre esa interdependencia.
El gran final
Aunque la película se titula El gran final, no es realmente grande, aunque se expande, porque la vida se expande. Vemos muchos niños de los Crawley, que juegan y han ido creciendo. Los niños casi no hablan, y los adultos hablan poco de ellos, pero visualmente se nos muestra que ellos son su riqueza. En los títulos de crédito vemos escenas familiares de cada familia, de clase alta o baja, incluso con bebés.
La película es suave y elegante, como espera el público, y repasa a todos los personajes, más de 25 y sus situaciones. Pero no se enfrentan a ningún reto realmente duro: ni una visita real, ni un secreto del pasado. Sí hay una serie de problemas económicos y un extraño invitado en casa, pero es evidente que los Crawley no van a pasar estrecheces.
En películas anteriores, aún mencionaban en alguna ocasión a Dios (por ejemplo, para que mejore el clima y retire las tormentas en la visita del Rey). Aquí ya no hay ninguna alusión a Dios: se recuerda a los difuntos en el cementerio o el salón, pero no se habla de la Otra Vida.
Vamos a relajarnos con los habitantes de Downton Abbey en sus sofás, tomando té, paseando en el césped y vistiéndonos para cenar. Los vamos a acompañar a un baile de la nobleza en Londres, a las carreras de caballos en Ascot y a la feria de ganaderos. Eso espera el espectador, y lo tendrá, con pocos sobresaltos.
También tendrá un momento final de homenaje y recuerdo a todos los que fallecieron en los 18 años anteriores, incluyendo la condesa viuda Violet, cuya galardonada actriz, Maggie Smith, murió en septiembre de 2024 con 89 años.
***Atención, aviso de spoilers***
Tras 52 capítulos y 3 películas, todos acaban casados, incluso los recién jubilados. El matrimonio es la conclusión natural, también para los ancianos.
El señor Barrow, siendo homosexual, es feliz en su relación estable con el cineasta que conoció en la anterior película, y así nos insisten. Pero las barreras sociales se van difuminando. Técnicamente, él es sólo un ayudante del cineasta, pero lo invitan a tomar copas en la elegante recepción con los que fueron sus señores. En la servidumbre se escandalizan.
Hay tres historias de jubilación y traspaso de poderes: en el liderazgo de la casa noble, en el de la cocina y en el lugar de lacayo mayor. Sólo la cocinera deja el cargo con plena confianza a su heredera, a los hombres les cuesta más y no dejan de revolotear por la casa.
Mary se encuentra con que su marido, siempre viajando y en carreras de coches, no sólo la ha dejado, sino que se ha divorciado legalmente, para escándalo de la alta sociedad. La culpa parece de él, que tiene una amante, aunque ella dice que con los viajes y carreras se fueron distanciando. Parece "algo que sucede", no algo que se puede decidir, prevenir y tratar de sanar. Nadie intenta mover un dedo por el matrimonio (al marido ni lo vemos). Tampoco se insiste en la película en la idea de que Mary ha sido, básicamente, abandonada.
Todos los esfuerzos se orientan a tratar de convencer a la sociedad, y al espectador, de que Mary no merece ninguna censura social por divorciarse. Parece que nos digan que el divorcio es, como la radio o el teléfono, algo inevitable que llega con los tiempos, no una decisión. Es verdad que sabíamos que su marido (de las últimas temporadas) era un juerguista, y que no tienen hijos en común.
Mary, después de beber mucho, comete una indiscreción sexual, de la que se arrepiente en cuanto recupera la lucidez. No puede dar sermones sobre responsabilidad a su hermana Edith, que en esta película ha alcanzado una madurez plena y equilibrada y aunque aún choca con Mary, intenta ayudarla en su triste situación de divorciada rehuida por la sociedad. Para ello, se apoyará en una nueva fuerza social: las estrellas de cine.
Nostalgia y deseo de sentido y estructura
Hay quien cree que las primeras temporadas de Downton Abbey triunfaban porque con sus normas sociales rígidas mostraban un mundo con sentido y estructura, cosas que muchos hoy apreciarían. Parte de ese sentido y estructura se han ido debilitando ya en esta película, pero con todo sigue siendo un homenaje a la tradición, la solidaridad familiar y el respeto mutuo entre personas de distintas clases sociales.
Hay que destacar que en esta película nadie va a emigrar a la ciudad ni al extranjero y todo el mundo va a seguir en Downton Abbey, o en su vecindario. Nadie deja sus raíces. Un ejercicio de nostalgia elegante, pero que no intenta acercarse a nada trascendente más allá de la familia.