Apocalipsis desde Buenos Aires para Netflix... y con las palabras del Papa Francisco
En «El Eternauta» nadie se salva solo: la exitosa serie que canta el Credo de la Misa Criolla
El Eternauta, Ricardo Darín como Juan Salvo, Cesar Troncoso como Favalli
"Nadie se salva solo", dicen los supervivientes argentinos del extraño apocalipsis de la teleserie El Eternauta. Se dan cuenta después de algunos intentos desastrosos de ir cada uno por su cuenta.
"Nadie se salva solo", dijo el Papa Francisco, el Papa argentino, en la oscura Plaza de San Pedro en 2020, solo, en aquella ceremonia en plena pandemia.
Y luego lo escribió en Fratelli Tutti ("sobre la amistad social") en 2020. "Una tragedia global como la pandemia de Covid-19 despertó durante un tiempo la consciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Recordamos que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos", apuntó.
En realidad, el cristianismo insiste en eso desde sus inicios. Lo dice San Pablo en 1 Corintios 12, que compara a cada uno con una parte del cuerpo: "Que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan".
Durante los confinamientos del coronavirus, en 2020, hubo cineastas grabando las calles vacías, inquietantes, de Buenos Aires. Y luego esas imágenes se usaron para crear el Buenos Aires fantasmal, cubierto de nieve, de El Eternauta.
Éxito fulminante de un apocalipsis en Buenos Aires
El 30 de abril se estrenó la teleserie en Netflix, tras varios años de rodaje complicado y lleno de peripecias. La producción involucró a más de 3.300 personas entre actores, extras y personal técnico. Usó tecnología avanzada como fotogrametría y escaneo 3D para recrear digitalmente zonas de Buenos Aires. Se realizó un mapeo detallado de la ciudad utilizando drones y escaneo con sensores LiDAR. Y efectos digitales para los bichos extraños y otras escenas chocantes.
Son seis capítulos sobre los supervivientes de una misteriosa calamidad en Buenos Aires. Es una serie sin escenas de sexo ni violencia truculenta ni propaganda woke. Se puede ver en familia, al menos esta primera temporada.
Está basada en un cómic mítico argentino de 350 páginas de 1957 a 1959, obra del guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López. Esta primera temporada llega hasta la página 140 del cómic.
Imagen icónica de Juan en El Eternauta, en la historieta de 1957, con sus gafas de submarinismo, afrontando la nevada mortal
En las 2 primeras semanas en Netflix se superaron los 20 millones de visualizaciones. Enseguida se confirmó que habrá segunda temporada, aunque tardará en rodarse. Pasados 20 días tras el estreno, seguía en el número 1 de series de habla no inglesa, era la más vista en Latinoamérica (incluyendo Brasil), y en España e Italia. En muchos países europeos (incluyendo Francia, Alemania, Polonia, Reino Unido o Portugal) era la segunda más seguida en habla no inglesa. ¡También en Turquía y Egipto!
Las escenas icónicas, ya desde el cómic
Los espectadores quedamos fascinados, hipnotizados, por esa extraña nieve, tan blanda, tan suave, que cae en pleno verano argentino, al acercarse la Navidad. La gente lleva poca ropa, y cuando un copo le toca, la persona cae desplomada, muerta. Algunos aprenden a cubrirse bien, con lo que encuentran a mano, incluyendo esas gafas de buceo y traje aislante que generan la imagen icónica del cómic y la serie.
Las gafas de buceo no podían ser exactamente como las de la historieta. Debían dejar ver la mirada y su expresión. Tenían que parecer antiguas, industriales. Les añadieron tornillos oxidados para dar sensación de antigüedad y desgaste... como el mismo protagonista, Juan, cansado de varios fracasos y veterano de la guerra de Malvinas (que, obviamente, aún no había sucedido cuando se dibujó el cómic).
El Eternauta, estrenada en Netflix a finales de abril de 2025, ha subido a lo más alto de la plataforma
El cómic de 1957 fue un éxito desde el principio en todo el mundo hispanohablante.
Su guionista, Oesterheld, dijo sobre él: "Siempre me fascinó la idea del Robinson Crusoe. Me lo regalaron siendo muy chico, debo haberlo leído más de veinte veces. El Eternauta, inicialmente, fue mi versión del Robinson. La soledad del hombre, rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte. Tampoco el hombre solo de Robinson, sino el hombre con familia, con amigos. Por eso la partida de truco [un juego de cartas], por eso la pequeña familia que duerme en el chalet de Vicente López, ajena a la invasión que se viene. Lo demás... lo demás creció solo, como crece sola, creemos, la vida de cada día. Publicado en un semanario, El Eternauta se fue construyendo semana a semana; había, sí, una idea general, pero la realidad concreta de cada entrega la modificaba constantemente. Aparecieron así situaciones y personajes que ni soñé al principio. Como el 'mano' y su muerte. O como el combate en River Plate. O como Franco, el tornero, que termina siendo más héroe que ninguno de los que iniciaron la historia. Ahora que lo pienso, se me ocurre que quizá por esta falta de héroe central, El Eternauta es una de mis historias que recuerdo con más placer. El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano".
El dibujo de Solano López y el guion de la historieta generaron una combinación de horror, ciencia ficción y crítica social, sobre todo a la tentación egoísta, que la teleserie mantiene. Hay que recordar que eso fue seis años antes que Doctor Who, nueve años antes que Star Trek y 20 años antes que Star Wars.
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Invasión exterior y enemigo interno
También hay que admitir que entra en la tradición de "invasión exterior" propia de la Guerra Fría y los años 50. La novela clásica de La Invasión de los Ladrones de Cuerpos, de Jack Finney, es de 1954 y la película de Don Siegel de 1956, anterior a El Eternauta. Ambas hablan de humanos copiados o controlados por una potencia o mente colmena extraterrestre. Pero se sabe que Oesterheld era lector de Robert A. Heinlein y probablemente se inspiró en parte en Amos de Títeres, su novela de 1951, con parásitos extraterrestres accediendo a humanos para controlarlos. Es curioso que Heinlein en 1959 publicara Tropas del Espacio, en la que Buenos Aires es destruida por unos bichos insectoides, pero para entonces El Eternauta ya estaba terminada.
La serie de Netflix lo moderniza, lleva aquel apocalipsis de 1957 a nuestros días de dependencia del móvil (o celular). El trabajo del director de fotografía Gastón Girod, con dirección de Bruno Stagnaro y con el actor Ricardo Darín al frente del reparto, en el papel de Juan Salvo, lo hacen creíble. La serie incluye más mujeres, más relaciones familiares, vecinas, ex-esposas, hijas que recuperar, etc... que el cómic.
Todo empieza con apagones "normales", con vecinos hartos protestando con caceroladas. Parecerían "cosas de Argentina" si en mayo de 2025 España no hubiera tenido también su apagón nacional de día completo, aún sin explicar. Ya no nos reímos de los kits de supervivencia.
Pero luego llega el apagón digital, los móviles dejan de funcionar. Los coches antiguos funcionan aún. “¡Lo viejo funciona!” exclama el ingeniero electrónico Favalli (César Troncoso). Hay una reivindicación de los mayores (cincuentones y sesentones). Toda España lo ha vivido en el apagón de mayo buscando sus viejos transistores de radio.
Ni el individuo ni la masa: la comunidad
Aunque en la teleserie "nadie se salva solo", la alternativa a la maligna invasión no es tanto el "héroe colectivo" (que decía Oesterheld) como la comunidad. El enemigo usa la masa, la muchedumbre, la mente colmena, insectora, los hombres-masa controlados. Son como teclas bajo la mano de un siniestro pianista, como se verá después. No se les vencerá con supertipos con supertecnología, sino pequeños grupos de personas que se apoyan mutuamente, con una tecnología mediocre.
En este sentido, muchos recordarán Falling Skies, la teleserie de 5 temporadas de 2011 a 2015 en que unos humanos, civiles con armas, eran capaces de plantar cara a una invasión extraterrestre, aunque al final, como en la serie V, es necesaria la ayuda de una quinta columna, de líderes extraterrestres con mejor conciencia moral. También en esa serie había humanos controlados por los ajenos.
En El Eternauta los protagonistas dudan entre unirse a la resistencia y luchar por su tierra, o huir a una isla y escapar de todo. Como tantos migrantes, empezando por tantos argentinos de clase media: migrar o luchar creando lazos. De nuevo, la comunidad -también la migrante- no puede ser excusa para el escapismo, sino para crear núcleos de reconquista y reconstrucción.
Iglesias y signos religiosos
La teleserie tiene más elementos religiosos que la historieta, y todos son positivos. Hay gente que reza el rosario en grupo en su edificio aislado. Una iglesia sirve de refugio al primer ejemplo de comunidad funcional que encuentran los protagonistas, con una religiosa al frente, cuidando de los pobres y rechazados, y dispuesta a sacrificarse. Uno de ellos era un veterano de la guerra. Era uno de nosotros. Hay pasillos y escondrijos en el templo: la Iglesia es más de lo que pensabas, es protectora en la tormenta. Y es comunidad viva y esperanzada.
Finalmente, en el templo preparan la primera gran trampa contra el enemigo. Los humanos parecen estar en su final, pero resuena el Credo desafiante de la Misa Criolla: no es un texto sentimental, es una proclamación de lo que define a los cristianos. Nada mal para estrenarse a los 1700 años de Nicea y su credo.
En realidad, los cineastas usaron dos templos distintos de Buenos Aires. Para los exteriores, la parroquia de San Isidro Labrador (patrono de Madrid y de los agricultores), en el barrio de Saavedra, construida hacia 1930. Para los interiores y su enorme cúpula, la parroquia de San Pedro González Telmo, en el barrio de San Telmo, que tiene mucha más historia. Comenzó a construirse en 1734, se inauguró en 1752 como "Nuestra Señora de Belén" y la cúpula es de 1858, obra del italiano José Della Valle. En 1807, durante las invasiones inglesas, fue polvorín y hospital de los invasores ingleses. Más adelante se usó como hospital improvisado en una epidemia que nació en ese barrio.
Otro punto interesante lo vemos en el último episodio, cuando Juan tiene que decidir si se suma a una peligrosa misión con los militares, siendo él un mero civil y habiendo reunido ya lo que valora. Contempla en la noche una estatua de San Jorge matando al dragón, una imagen poderosa. Al mal se le debe combatir, no pactar con él ni huir.
El final de Oesterheld y Solano
Hubo una segunda versión en cómic de El Eternauta en 1969, que sólo llegó a 50 páginas, porque no gustó a la editorial ni a los lectores de la revista Gente, que publicaba 3 páginas por semana. El nuevo dibujante, Alberto Breccia, se volcaba en un estilo vanguardista, de terror oscuro, y Oesterheld, que volvía a recontar su historia, ahora le daba significaciones políticas. Las grandes potencias entregaban Sudamérica al invasor, eran traidoras. Para los coleccionistas, la versión de 1969 es hoy un objeto de culto, una versión maldita, digna de estudio, pero el lector general prefiere la historia original.
Una página de El Eternauta de 1969, más oscuro y político, de dibujo experimental y poco comprensible, de apenas 50 páginas
Héctor Germán Oesterheld se unió en los años 70 al grupo guerrillero de los Montoneros, contra la dictadura militar argentina. En 1977 Oesterheld fue secuestrado por las fuerzas armadas, fue visto por última vez en un centro clandestino de detención de los militares y probablemente asesinado en 1978. Ya habían sido secuestradas y asesinadas sus cuatro hijas: Diana (24 años), Beatriz (19), Estela (25) y Marina (18). Dos de ellas estaban embarazadas. También desaparecieron para siempre tres de sus yernos. Sólo se recuperó el cuerpo de Beatriz.
Oesterheld, sus 4 hijas y tres de sus yernos desaparecieron, casi con seguridad asesinados, en la dictadura en 1977 y 1978
Elsa, la viuda Oesterheld, murió en 2015, tras una vida reclamando información sobre los desaparecidos. El dibujante Francisco Solano decía que ella, de fuerte carácter, fue el mayor impedimento para que no se hubiera llevado antes El Eternauta a la pantalla, quizá con buen criterio.
Por su parte, Solano escapó de la dictadura en 1977, primero a España, luego a otros países. En 2003 publicó una continuación de El Eternauta (ignorando la versión de 1969), y otra más sobre la mujer de Juan, Elena, publicada en 2006. En 2008 Francisco Solano declarado «personalidad destacada de la cultura» de la Ciudad de Buenos Aires, pero nunca salió de la pobreza. Murió en 2011 con 82 años.