Religión en Libertad

Los mártires de la Inmaculada

Los siervos de Dios Salvador Perles y Juan Perpiñá

Lápida colocada en la fachada de la iglesia de San Martín, en la calle de San Vicente de Valencia

Lápida colocada en la fachada de la iglesia de San Martín, en la calle de San Vicente de Valencia

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La semana pasada como ya explicamos desde este blog tuvo lugar el V Encuentro de Congregaciones Marianas en Talavera de la Reina (Toledo). Entre las muchas actividades que se celebraron se convocó un concurso de vídeos.

Cartel del concurso para informar a las distintas Congregaciones.

Cartel del concurso para informar a las distintas Congregaciones.

CONGREGACIÓN MARIANA DE LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA Y SAN PEDRO CANISIO, EN VALENCIA.

La Congregación Mariana de la Asunción de Nuestra Señora y San Pedro Canisio, que fue fundada en Valencia en 1984, presentó la vida de los Mártires de la Inmaculada: los siervos de Dios Salvador Perles Ferrer y Juan Bautista Perpiñá Sebastiá, este último congregante mariano.

1936, y antes en la quema de conventos de mayo de 1931, y antes en la Semana Trágica de Barcelona en 1909... y antes en Valencia, en 1904.

El 17 de diciembre de 1904 aparecía la noticia en La lectura dominical:

«En esta capital se celebraba, casi a la misma hora que en Madrid la de Nuestra Señora del Milagro, otra procesión harto más numerosa, pues pasaban de 12,000 los asistentes a ella, llevando la imagen de la Concepción. Todas las congregaciones de la ciudad iban en el religioso cortejo, y, como en la famosa peregrinación a Begoña, abundaban las señoras con escapularios y luces. Las valencianas han demostrado que no ceden en piedad ni en noble

valor, para confesar su fe, á las vizcaínas. Porque las hordas de Blasco y Soriano, unidas en el común pensamiento de atropellar la procesión, estaban apercibidas y dispuestas a lo largo de la carrera, como ejército del demonio, prontas al insulto soez y á la violencia material.

Hace algún tiempo esto hubiera bastado para que los más se hubiesen abstenido de asistir ó de continuar en las filas de la piadosa comitiva; pero indudablemente, si el miedo es contagioso, el valor también lo es. Ha pasado ya, por fortuna, la época en que los católicos se asustaban ante la insolencia de los sectarios; ahora la moda (¡moda bendita y que jamás acabe!) es considerar puesto de honor la presencia en una procesión amenazada, y resistir los insultos verbales con generoso desprecio, y los golpes con golpes en moderada, pero vigorosa defensiva. Por este camino llegaremos pronto a lo que, según decía un lord, constituye la paz interior de Inglaterra: á que las gentes honradas sean tan valientes como los canallas. Si ahí arribamos, España se habrá salvado. Porque lo que aquí nos tiene bajo el agua es eso: que los buenos se meten en sus casas y atrancan las puertas en cuanto gritan en la calle cuatro galopines, dejando á los insolentes y desvergonzados dueños del campo.

Dar idea de los atropellos cometidos por los sectarios durante el paso de la procesión, llenaría todo el espacio disponible para esta crónica A una señorita, hija de María, la derribaron al suelo de un empujón. Contra los Luises hicieron varios disparos, y los insultos canallescos fueron constantes y de lo más terrible y canallesco; los jóvenes congregantes respondían vitoreando á la Inmaculada. Al párroco Terri tiraron con un revolver á tan corta distancia, que salió ileso por milagro, Un grupo se lanzó valerosamente contra una señorita para quitarla el estandarte que llevaba; pero las señoras y señoritas lo defendieron con tanta energía, que no pudieron salir adelante con su intento.

El 15 de diciembre de 1904 aparecía la noticia en el diario Nuevo Mundo con esta imagen.

El 15 de diciembre de 1904 aparecía la noticia en el diario Nuevo Mundo con esta imagen.

Frente a la parroquia de San Martín otro grupo, que, según La Voz de Valencia, no bajaría de mil jacobinos, harto de vomitar blasfemias y asquerosos insultos a los fieles, rompió nutrido fuego, hiriendo á cuatro feligreses de San Bartolomé; los de San Nicolás fueron abofeteados. En la Plaza de la Reina los energúmenos, blasfemando de la Virgen Santísima, apalearon (¡qué hazaña!) a los niños de las Escuelas Maristas, pegando brutalmente á uno de los profesores. Al anochecer fueron apedreadas varias casas de las que ostentaban luminarias en honra de la Inmaculada.

Muchos fieles heridos atestiguan la barbarie de los jacobinos. Algunos muy graves, y a la hora en que escribimos, se sabe de dos que han muerto; uno, el escribano don Salvador Perles de sesenta y seis años, y otro D. Juan Perpiñá, de veintinueve años, abogado y secretario del presidente de la Diputación provincial; ambos caballeros intachables y muy piadosos. Su muerte ha sido gloriosa, envidiable, y con caracteres de martirio; porque por confesar a Cristo fueron asesinados en acto de culto y por

asistir a él.

Los católicos de Valencia acusan unánimemente al gobernador civil, Sr. Soler y Casajuana, de falta de previsión y acierto en las medidas tomadas para guardar el orden durante la procesión. La tranquilidad no se ha restablecido todavía en la ciudad levantina».

Agradezco a Pepe Fos y a la Congregación Mariana de Valencia el esfuerzo por dar a conocer a los mártires de la Inmaculada.

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