Santo Hermano Pedro
Inicia el Año Jubilar por los 400 años de su nacimiento

San Pedro de San José Betancur
Con el lema Un encuentro con el Santo Hermano Pedro, el Templo de San Francisco El Grande, Santuario del Hermano Pedro, en la ciudad de Antigua Guatemala, ha tenido abierta la tumba del primer santo de Guatemala, los días 21, 22 y hoy 23 de marzo, con motivo del jubileo por los 400 años de su nacimiento, de quien se tiene registro de bautismo el 21 de marzo de 1626. Por ello, la celebración concluirá el 21 de mayo del 2026.
El Santo Hermano Pedro, llamado de San José Betancur nace en Vilaflor de Tenerife el 19 de marzo de 1626 y muere en Guatemala el 25 de abril de 1667. La distancia en el tiempo no opaca la luz que emana de su figura y que ha iluminado tanto a Tenerife como a toda la América Central desde aquellos remotos días de la Colonia.
Pedro de San José Betancur supo leer el Evangelio con los ojos de los humildes y vivió intensamente los misterios de Belén y de la Cruz, los cuales orientaron todo su pensamiento y acción de caridad. Hijo de pastores y agricultores, tuvo la gracia de ser educado por sus padres profundamente cristianos; a los 23 años abandonó su nativa Tenerife y, después de 2 años, llegó a Guatemala, tierra que la Providencia había asignado para su apostolado misionero.
Apenas desembarcado en el Nuevo Mundo, una grave enfermedad lo puso en contacto directo con los más pobres y desheredados. Recuperada inesperadamente la salud, quiso consagrar su vida a Dios realizando los estudios eclesiásticos pero, al no poder hacerlo, profesó como terciario en el Convento de San Francisco, en la actual La Antigua Guatemala, con un bien determinado programa de revivir la experiencia de Jesús de Nazaret en la humildad, la pobreza, la penitencia y el servicio a los pobres.
En un primer momento realizó su programa como custodio y sacristán de la Ermita del Santo Calvario, cercana al convento franciscano, que se convierte en el centro irradiador de su caridad. Visitó hospitales, cárceles, las casas de los pobres; los emigrantes sin trabajo, los adolescentes descarriados, sin instrucción y ya entregados a los vicios, para quienes logró realizar una primera fundación para acoger a los pequeños vagabundos blancos, mestizos y negros. Atendió la instrucción religiosa y civil con criterios todavía hoy calificados como modernos.
Construyó un oratorio, una escuela, una enfermería, una posada para sacerdotes que se encontraban de paso por la ciudad y para estudiantes universitarios, necesitados de alojamiento seguro y económico. Recordando la pobreza de la primera posada de Jesús en la tierra, llamó a su obra «Belén».
Otros terciarios lo imitaron, compartiendo con el Beato penitencia, oración y actividad caritativa: la vida comunitaria tomó forma cuando el Beato escribió un reglamento, que fue adoptado también por las mujeres que atendían a la educación de los niños; estaba surgiendo aquello que más tarde debería tener su desarrollo natural: la Orden de los Bethlemitas y de las Bethlemitas, aún cuando éstas sólo obtuvieron el reconocimiento de la Santa Sede más tarde.
El santo Hermano Pedro se adelantó a los tiempos con métodos pedagógicos nuevos y estableció servicios sociales no imaginables en su época, como el hospital para convalecientes. Sus escritos espirituales son de una agudeza y profundidad inigualables.
Sus conciudadanos denominaron al Hno. Pedro: «Madre de Guatemala»,eso da idea de la impresión de tutela en todos los ámbitos que había ejercido con ellos con su admirable caridad. Murió el 25 de abril de 1667 debido a una bronconeumonía que atacó a su organismo debilitado por las mortificaciones y los ayunos. Apenas contaba con 41 años. Uno de sus biógrafos lo ha calificado como “sabio en misericordia”. San Juan Pablo II lo beatificó el 22 de junio de 1980, y lo canonizó el 30 de julio de 2002.

San Juan Pablo el día de la canonización del Hno. Pedro, en 2002

Canonizacion del Hermano Pedro de San José en Guatemala
Finalmente, una canción. Se cuenta en su biografía que le "obsesionaba" la conversión de los pecadores, y que solía buscarlos por las calles de noche y de día. Con una campana iba repitiendo por las calles: Acordaos, hermanos, que un alma tenemos y, si la perdemos, no la recobramos.