San Hilario Barbal: venganza de mártir (3)
IV. UNOS DÍAS DE VACACIONES
El 16 de Julio de 1936 el Hno. Jaime Hilario salió de Cambrils en dirección de su pueblo natal, con el fin de pasar unos días al lado de su familia. Al llegar a Mollerusa se detuvo en su antigua residencia, y allí le sorprendió la revolución.
Al día siguiente se iniciaba en Melilla el Movimiento salvador de España contra los asesinos, incendiarios, demoledores de iglesias, conventos y casas católicas: los que habían jurado aniquilar la religión en nuestra patria e instaurar en ella el ateísmo comunista. El 18 se hizo nacional la Cruzada.
Los rojos, dueños de Mollerusa, no tardaron en personarse en el Colegio de los Hermanos. En él se encontraban numerosos jóvenes preparándose a la sublime misión de educadores lasalianos. Para que la presencia de los siniestros visitantes no les asustara los Hermanos los acompañaron al patio. Con ellos fue el Hno. Jaime Hilario.
Tres días después tuvo lugar la desgarradora escena de tener que separarse de tan prometedora juventud. Asegurada su suerte, los Hermanos pensaron en la suya propia. La familia Mir los acogió con toda deferencia y cariño. El Hno. Jaime Hilario pasó los días sucesivos con pasmosa tranquilidad, entregado a la oración intensa por España y por los perseguidores de la Iglesia.

V. PRESO
Los faístas (F.A.I.) se presentaron en la casa Mir exigiendo la entrega de los Hermanos. Dieron con ellos en los calabozos del Ayuntamiento. Instalados en él, el Hermano Jaime dijo a su compañero: Hermano, un tedeum, pues Dios nos ha concedido la gracia de poder sufrir algo por Él.
Siete días permanecieron en aquella habitación, sin luz ni aire. La gente del pueblo, al darse cuenta de ello, acudió a socorrerlos en cuanto se lo permitieron los nuevos dueños.
La milicianada no cesó de insultarlos del modo más humillante. El Hno. Jaime Hilario lo ofrecía todo a Dios y permanecía tranquilo. Cuando le referían las matanzas que se perpetraban aquellos días, exclamaba:
Son mártires. ¡Que dicha sí nosotros llegásemos a serlo!
El señor Badía, antiguo alumno lasaliano, exponiéndose abiertamente a que le mataran, fue a visitarlos y socorrerlos, e incluso se presentó al Comité revolucionario solicitando que le dejaran llevarse a los Hermanos a su casa. Lo consiguió al cabo de cinco días de reiteradas demandas y con la amenaza de ser fusilado si uno de ellos se escapaba. Los trató como a hijos propios, y ellos correspondieron lo mejor que les fue posible. Dios recompensó tanta caridad haciendo visible su protección sobre la familia Badia desde que se hospedaron en ella los futuros mártires.
El Hno. Jaime Hilario se ofreció al Señor como víctima en reparación de los pecados y sacrilegios que se cometían aquellos días.
¿Por qué temer la muerte en estas circunstancias? -decía-. Un instante les ha costado a los que han muerto por Dios; ya gozan de Él. Tal vez nos suceda lo propio a nosotros y estaremos dentro de pocos días con nuestros Hermanos.
VI. ¡ESTO MUESTRA LO QUE ERES!
Los que rodeaban al Hno. Jaime Hilario estaban pasmados de ver su imperturbable serenidad de ánimo en medio de las circunstancias que los rodeaban. A los que se lo manifestaban, repetía:
Sólo nos harán lo que el Señor les permita hacer, y nada más. ¡Pobrecitos! Todo cuanto hacen lo realizan por ignorancia.
El 24 de agosto llegaron a Mollerusa nuevos milicianos; arrancaron de sus pacíficos hogares a 34 víctimas, entre ellas a los Hermanos Arnoldo, Director, y al Hno. Jaime Hilario, y se los llevaron a Lérida. Al cachearlos encontraron el rosario que este último llevaba en el bolsillo y, mostrándolo con aire triunfal, dijeron: ¡Esto muestra lo que eres!
Las plegarias, los himnos religiosos y patrióticos se sucedían en las tétricas celdas carcelarias republicanas. En ellas se amontonaban los condenados a muerte. Sus paredes se llenaron pronto de sublimes inscripciones de héroes y martires que emularon a los de los primeros siglos cristianos. He aquí algunas de ellas:
Hermanos, nunca os abandonaremos desde el cielo. Perdono a todos. Para mí no hay enemigos.
Morir en gracia de Dios y por una España redimida, es mi ideal.
Morir por Cristo no es morir, es pasar a una vida de gloria inconmensurable.
Una carcelera, a su hijo, también preso:
Cuando llegue la hora, has de morir como valiente, por Dios y por España.
Un novio a su prometida:
Quisiera escribirte una carta triste de despedida y no puedo. Me veo envuelto de ideas alegres, como presintiendo la gloria.
Otra madre, a su hijo requeté:
Cuando te veas ante el pelotón, levanta los ojos al cielo y muere como un verdadero requeté.
Contestación del hijo:
Moriré como deseas, madre, orgulloso de la enseñanza que de niño me inculcaste.
Así fueron los mártires de nuestros días a quienes sacrificaron los sindiós en la cárcel ilerdense. Con ellos se encontraban bastantes Hermanos de las Escuelas Cristianas cuando llegó allí el Hno. Jaime Hilario. Uno de ellos, condenado a muerte, confidenció con él. Este le contestó:
Somos ovejas destinadas al matadero. No demos ocasión de que blasfemen los vigilantes. Si Dios nos pide que seamos mártires, ¿qué suerte mayor podemos desear? ¡Adiós! Ya no nos veremos más en este mundo.
Los voceros de la libertad, la igualdad y la fraternidad a lo sindiós no permitieron que los presos manifestaran sus sentimientos. Así lo reveló muy veladamente el Hno. Jaime Hilario en las tarjetas y cartas que escribió. En una de ella, fechada en noviembre de 1936, afirmó haber dado una manta a otro preso, quedándose él con el frío.
Y con todo, no desapareció de él la alegría, y hasta hizo apostolado por medio del buen humor: se convirtió en caricaturista de los presos que con él estaban. Diariamente rezaban en su compañía los quince misterios del rosario, el trisagio y el viacrucis.
En los momentos que consiguió estar a solas con los demás hermanos, les habló de sus escritos abandonados en Cambrils, de la cuestión social, de lo ciegos que iban los perseguidores de la Iglesia y de la gran merced que les hacía el Señor escogiéndolos por víctimas.
Cuando se despidió de los demás presos, el 5 de diciembre, los aconsejó que cumplieran bien con su deber, y añadió: ¡Hasta el cielo!

En 2023 ya publicamos este cómic:
Beato Jaime Hilario Barbal en cómic (1) - ReL
Beato Jaime Hilario Barbal en cómic (2) - ReL