San Hilario Barbal: venganza de mártir (2)
II. HACIA EL APOSTOLADO
MANUEL BARBAL COSÁN nació en Enviny (Lérida) el 2 de enero de 1898. Sus cristianos padres, Antonio y María, le dieron esmerada educación cristiana. Hizo sus estudios con gran provecho en su pueblo natal, en Rialp, Seo de Urgel, Mollerusa e Irán, donde vistió el hábito de las Escuelas Cristianas, tomando el nombre religioso de HERMANO JAIME HILARIO.
Terminada su formación religiosa, intelectual y pedagógica, pronto reveló en Mollerusa, y después en Manresa y Pibrac, las excelentes dotes de eximio educador que le adornaban.

En agosto de 1926 hizo los ejercicios espirituales de treinta días. Estuvo en Lourdes, donde rogó por todos, según escribió en sus cartas.
Los superiores veían en él al maestro ideal de los futuros Hermanos de las Escuelas Cristianas. En Pibrac, cerca de Tolosa (Francia), tienen uno de sus 68 noviciados [nota del trascriptor: este dato es de 1961]. En él, jóvenes españoles y franceses se preparaban para su misión sublime de educadores. El Hermano Jaime Hilario iba a ser uno de sus profesores.
Para quitar a su familia la sorpresa que pudiera producirle, escribió a los suyos una carta rebosante del espíritu universalista, característico de los buenos españoles que, en las cinco partes del mundo, al igual que sus antepasados, enseñan a amar a Dios.
Vivir en España, en Francia o en Cuba; vivir a la sombra de la casa que guarda nuestra cuna o a mil horas, lejos de la familia, ¡qué mas da! Dentro de cuatro días tendremos que abandonarlo todo y nos reuniremos en nuestra verdadera patria para siempre jamás.
El pensamiento del Cielo eterno era el sol esplendoroso que iluminaba de continuo su vida, ha escrito su biógrafo, autor de Balas reverentes [otra de las biografías que se publicó en 1952]. Este privilegio quería que lo disfrutasen también sus allegados. De ahí que aprovechara las ocasiones que se le presentaban para deslizarles tal idea en sus cartas.
Con motivo de la fiesta del pueblo, escribió a su familia:
…Os deseo buena fiesta. Un día celebraremos nuestra fiesta, la mayor, en compañía de la familia que ya está del otro lado. Precisamente, esta mañana, revolvía yo en mi mente la idea siguiente: ¿Qué será el cielo, aquella dicha que no se acabará?
III. LA PRUEBA
Alma verdaderamente apostólica, e inflamada de santo celo por la gloria divina, hacía vislumbrar la más brillante carrera en el magisterio español. Mas pronto se vieron frustradas tan halagüeñas esperanzas: se le declaró una pertinaz sordera, que no cesó de aumentar, imposibilitándole el ejercicio del apostolado activo con la niñez y juventud. Enteramente resignado a la voluntad divina y con la alegría propia de los santos, aceptó esa cruz que Dios le enviaba.
La sordera del Hermano Jaime Hilario iba en aumento. La salud no le pintaba del todo en Francia. Los superiores le enviaron a Cambrils (Tarragona), tras breve estancia en Calaf.
Desde esta última población escribió a un sobrino suyo, con motivo de la matanza (1934) de ocho hermanos de las Escuelas Cristianas en Turón (Asturias):
… ¡Habían cometido el crimen de haber enseñado el catecismo a los pequeñuelos! Nosotros, en Calaf, hubiéramos corrido la misma suerte, ¡gracia insigne!, si los proyectos de la masonería no hubieran sido desbaratados.
En Cambrils continuó ocupado en las faenas propias de jardinero del convento. Allí cumpliendo con perfección los quehaceres ordinarios, se preparaba, también él, sin saberlo y por las mismas causas, a recibir la palma del martirio.
En esta mediterránea población tienen los Hermanos de las Escuelas Cristianas una de sus casas de formación. Más de trescientos jóvenes cursan allí los estudios de bachillerato y del magisterio, amén de la formación religiosa propia de los hijos de san Juan Bautista de la Salle, que los habilita para continuar después otros estudios que los hacen idóneos para el desempeño de su excelsa labor apostólica y patriótica.
En este hogar sagrado se deslizó el resto de la vida de nuestro futuro mártir, dedicada a los quehaceres propios de jardinero, empleo que desempeñó con habilidad y espíritu verdaderamente sobrenaturales.
Dotado de conocimientos científicos y artísticos poco comunes, particularmente lingüísticos, no cesó de acrecentarlos en los momentos que le dejaban libres sus cotidianas ocupaciones. Los enfocó hacia el apostolado de la pluma, y con tanto cariño y éxito se ejercitó en ellos, que algunos fueron recompensados en certámenes nacionales y extranjeros.
