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Monasterio de El Escorial

Monasterio de El Escorial

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Un dron divisa la monumental fachada del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, sigue adelante por el patio de los reyes en su impresionante sobriedad y al fin se adentra en la basílica hasta detenerse ante el impresionante retablo. Aquí está la clave de la octava maravilla del mundo, porque en el centro se alza el tabernáculo para custodiar la Eucaristía.

Un retablo vivo

Este retablo ha resumido en óleos, mármol y bronce la vida de Jesucristo como Salvador del hombre: es el centro del monasterio y de historia de la humanidad. Desde abajo acompañan al tabernáculo dos misterios gozosos -el Nacimiento y Adoración de los reyes- contemplados en el rezo del rosario, que son custodiados por los cuatro grandes padres de la Iglesia. El mármol y bronce sigue el orden dórico. El piso superior presenta también dos misterios dolorosos -Flagelación y la Cruz a cuestas- y en el centro el martirio del diácono san Lorenzo, custodiados por los cuatro evangelistas. El orden arquitectónico es jónico. En el tercer piso encontramos dos misterios gloriosos del rosario -la Resurrección de Jesucristo y la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles- mientras en el centro se representa la Asunción de la Virgen María. Esta vez el orden arquitectónico es el corintio, y acompañan las imágenes del apóstol Santiago y de Andrés. El cuarto piso muestra el calvario, Jesucristo en la Cruz acompañado por la Virgen María y el apóstol san Juan, flanqueados por san Pedro y san Pablo. En suma este retablo muestra a modo de tapiz la historia de la salvación.

Los arquitectos fueron Juan Bautista de Toledo, Juan de Herrera, y también Felipe II como gran orientador e iniciativa. Y se hizo en tan solo veintiún años. Asombroso.

Para llegar hasta aquí hay que pasar por el patio de los Reyes que no son los emperadores españoles sino seis reyes de Israel, Salomón, David, Josías, Manasés, Josafat y Ezequías. La austeridad de este patio representa los tiempos de la Antigua Alianza en la espera del Mesías; en cambio al entrar en la basílica el visitante queda subyugado por el esplendor de la nave, la gran cúpula, y las capillas laterales que dirigen la mirada al gran retablo. Las pinturas, el granito, el mármol, y el bronce ofrecen la luz de la Nueva Alianza que celebra la llegada del Salvador Jesucristo.

Reyes muertos

A derecha e izquierda del imponente retablo se encuentran los dos cenotafios de Carlos V y de Felipe II acompañados de esposas e hijas en actitud orante de adoración a Jesucristo Eucaristía. Cenotafios en bronce dorado obra de León y Pompeo Leoni, que también han esculpido todas las imágenes del retablo, que no contienen los restos de estos emperadores porque se hallan, como es sabido, en la cripta situada precisamente debajo del presbiterio y altar donde se celebra la Eucaristía.

Porque en este recinto se encuentran los reyes de la dinastía de los Austrias y de los Borbones, también en mármol y bronce junto a Jesucristo crucificado, no con orgullo imperial sino en la tierra común a todos los mortales: a la hora de la muerte todos somos iguales, si bien es verdad que permanecen las obras buenas como es este monasterio, panteón real, basílica, biblioteca, colegio, patios, galerías y jardines. Muertos que perviven en estas obras realizadas con magnificencia porque aquellos hombres tenían fe y reconocían su miseria ante el Dios creador y salvador de la humanidad. Reyes, emperadores, artistas, artesanos, y constructores supieron adorar al Dios vivo y verdadero con su voluntad salvífica universal.

Sí, los hombres y mujeres del siglo XXI, recibimos el gran mensaje de la fe cristiana, de la esperanza que no defrauda, y de la Vida plena en Dios a la que estamos llamados. Desde la magnitud grandiosa de estas obras, desde la belleza que eleva el alma, desde las ciencias que buscan la verdad, y desde la sabiduría del corazón, y mucho más, los hombres de hoy podemos encontrar el sentido de la historia. Y en ella el sentido de la vida personal que tiene su origen en Dios Padre creador, en Jesucristo redentor y en el Espíritu santificador.

La muerte y la vida son las dos caras de la moneda para entrar en la felicidad plena a la que estamos llamados. Lo mismo los ricos que los pobres, los sanos y los enfermos, les reyes y los plebeyos. Basta acercarse al monasterio de san Lorenzo de El Escorial y abrir los ojos para dejarse llevar hacia lo más sublime y consistente de la historia.

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