Religión en Libertad

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Señor, tomo la gran decisión

y me siento en este sillón tan cómodo y amarillo.

Antes he abierto del todo la ventana.

Para verte mejor, para que entre el canto

del Espíritu Santo y de esos pájaros

que me transportan en el tiempo.

El día nos ha salido gris y ya no queda nadie

en la casa. Estamos solos. Tú y yo.

Tú con toda Tu Gloria

y yo en pijama. Lo sé, no son formas Señor,

no son formas de abrirte el alma,

pero me faltan las ganas y ando un poco triste.

¿Por el otoño? O quizá porque no me atrevo

a amarte minuciosamente. Y te dejo

para otro rato, pues estoy ocupado

soñando con viajes y bibliotecas

o unas vistas encomiables del mar o de unos ojos.

Señor, no quisiera cansarte con mis monsergas.

Cuéntame de Ti, mi Dios, cuéntame

del porqué de este cielo gris, del significado

de todos estos pájaros

que acuden tan puntuales al alma.

Levanto la cabeza para verte

entre las nubes de mi negligencia.

Descruzo las piernas atento a cualquier resquicio

de Tu envolvente Presencia.

¡Qué majestad tiene la brisa! ¡Qué belleza

ostenta la gracia de la vida!

Perdona el desorden. Espera, deja

que quite de ahí esos libros y esa pereza.

¿Qué puedo ofrecerte Jesús mío? Quisiera

que estuvieses a gusto en mi casa.

Descansa, no Te vayas. Entre todas estas palabras

mira a ver si encuentras alguna que sirva

para amarte, o que venga al caso

para alguno de Tus inefables designios.

De esos que el mundo ni por asomo sospecha.

Señor, no Te pido nada. Hoy

sólo quiero estar Contigo,

y que podamos contemplar el cielo juntos.

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