El mal no sigue a un Gobierno, le precede. Elena Aiello 2
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Años después de aquella otra carta recogida en el post anterior, sor Elena comprobaba en sus carnes las consecuencias de la desobediencia del Duce a los avisos del Cielo. Sin embargo el Cielo aún ofrecía su Misericordia. No le debió costar escribir esta nueva carta a la hermana de Mussolini, pues de nuevo había una oportunidad para la paz.
15 de mayo de 1943.
Estimada Señora,
este largo silencio le habrá hecho pensar, sin duda, que me había olvidado de Vos, pero todo lo contrario, me acuerdo todos los días, en mi pobre oración, siguiendo siempre los dolorosos sucesos que afectan a nuestra bella Italia.
La razón de esta carta es para volverme a Ud., como en aquel mes de mayo de 1940, cuando llegué a Roma, presentada por la Baronesa Ruggi, para entregarla por escrito la revelación que el Señor me hizo sobre el Duce. ¿Recordáis cuando el 6 de mayo hablábamos sobre la decisión del Duce de entrar en guerra, mientras el Señor le hacía saber en mi carta que debía salvar a Italia de la guerra, o de lo contrario sería golpeado por Su divina Justicia? (…)
¡Ah… si el Duce hubiera escuchado las palabras de Jesús, Italia no se encontraría ahora en esta triste condición¡ Imagino que el corazón del Duce estará muy consternado al ver a Italia transformada, de un jardín florido, en un campo desierto, sembrado de dolor y muerte. Pero ¿por qué continuar esta guerra cruel, si Jesús ha dicho que para ninguno habrá un verdadera victoria? Por ello, querida Señora, diga al Duce, en mi nombre, que este es el último aviso que le manda el Señor. Podrá salvarse todavía poniéndolo todo en manos del Papa. “Si no hiciera esto –decía el Señor- pronto descenderá sobre él la Divina Justicia. Del mismo modo serán reconvenidos y castigados los demás Gobernantes que no han escuchado los avisos y directivas de Mi Vicario”. ¿Os acordáis cuando el 7 de julio del año pasado me preguntabais que le podría ocurrir al Duce, y que yo os respondí que si no permanecía unido al Papa, tendría un fin peor que el de Napoleón? Ahora os repito las mismas palabras: si el Duce no salva Italia haciendo todo cuanto diga y haga el santo Padre, pronto caerá.
Querida Señora, reflexionad acerca de cómo todo lo que ha dicho nuestro Señor ha sido perfectamente cumplido. ¿Qué es lo que ha causado tanta ruina a Italia? ¿Acaso no ha sido el Duce por no haber escuchado las palabras de nuestro Señor? Ahora todavía podrá remediarlo haciendo cuanto quiere el Señor.
Yo no dejaré de rezar.”
A la luz de estas palabras sor Elena planteaba una directa relación entre los males ocurridos a Italia durante la segunda guerra mundial y las decisiones del Duce. Era notorio como el líder había desencadenado el horror a su misma nación. Pero era más notorio cómo ese horror se había producido por un directo incumplimiento del querer del Cielo. Parece sorprendente, y quizá así lo sea. Pocos gobernantes han tenido la directa y concreta ayuda del Cielo para decidir en la aciagas horas de su poder. Mussolini sabía el concreto y detallado parecer del Cielo. Es más, se le brindaba una segunda oportunidad. Decidió otra cosa y el Cielo no equivocó su preaviso: el final de Mussolini fue peor que el de Napoleón. Solo, odiado, perseguido y sumarísimamente muerto.
“Los tiempos son graves: el mundo está todo revuelto porque ha llegado a una situación peor que los tiempos del diluvio. El materialismo avanza su marcha bañada de sangre, de luchas fratricidas; cual signo evidente y peligroso para la paz. El castigo está pasando por el mundo como la sombra de una nube amenazante, para testimoniar a los hombres que la Justicia de Dios pende sobre la humanidad y que mi poder como Madre de Dios contiene todavía el golpe del huracán. Todo está pendiente de un filo: cuando este filo caiga la Justicia divina golpeará el mundo en su terrible curso purificador. Todas las naciones serán castigadas por sus muchos pecados que, como una marea de barro, han recubierto la tierra. Las fuerzas del mal están preparadas para desencadenarse sobre cualquier parte del mundo, con cruda violencia. Tremendo será lo que está por venir… Los gobernantes de los pueblos advierten el grave peligro: pero no quieren reconocer que para evitar el flagelo es necesario hacer retornar a las sociedades a una vida verdaderamente cristiana…”
Sor Elena no hacía más que constatar la olvidada verdad: son los pecados los culpables de los males del mundo; las decisiones políticas vienen detrás.
x cesaruribarri@gmail.com