Evangelizar desde el Amor

Si se enfría nuestro amor, se entumece nuestra actividad. El amor que hay en el rostro de Dios, a quien ahora deseamos, y por quien ahora suspiramos, cuando lleguemos a estar con Él (San Agustín. Comentario al Salmo 96,15)

Esta frase de San Agustín es un poderoso llamado a la acción impulsada por el amor y a la esperanza en ver a Dios en todo lo que nos rodea. En pocas palabras, San Agustín nos dice que el amor-caridad debe ser el motor de nuestras acciones y el catalizador de la visión de Dios. El amor-caridad perfecto, es la meta que debe inspirarnos. Si el amor se debilita, nuestra capacidad de actuar con propósito y fervor disminuye. Esta es una conexión fundamental que solemos olvidar. El amor-caridad no es un sentimiento pasivo, sino la fuerza vital que impulsa la acción. Cuando nuestro amor se debilita, ya sea amor a Dios, al prójimo o a nuestra vocación, nuestra energía y motivación disminuyen. Nos volvemos apáticos, ineficaces e incluso paralizados en nuestra capacidad de obrar el bien. Cuando San Agustín usa la palabra "Entumece" señala esta pérdida de sensibilidad y agilidad, tanto en el mundo como de forma espiritual. Sin amor-caridad, nuestras acciones se vuelven rutinarias, vacías de significado y sin la pasión que el amor proporciona. Esta es una de las tácticas que el enemigo utiliza para desactivarnos como cristianos.

En la segunda frase de la cita, define el amor verdadero y la fuente de la motivación. El "rostro de Dios" es una metáfora de la presencia de Dios en todo lo que nos rodea. Este amor-caridad, que deberíamos desear y anhelar ("suspiramos"), es la fuerza que debe guiarnos. La esperanza de la unión con Dios, la certeza de que algún día contemplaremos su rostro y experimentaremos su amor en plenitud, es lo que nos da la fuerza para perseverar en el amor y la acción en el presente.

En el contexto de la evangelización digital, esta frase es un llamado a la autenticidad. Debemos evangelizar con amor-caridad, con una presencia plena de compasión y generosidad. Nuestras palabras y acciones deben reflejar el amor de Dios y la esperanza de la vida eterna. Evangelizar es mucho más que transmitir información. Evangelizar es reflejar en nosotros el amor que Cristo nos mostró.