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El Señor se ha compadecido de nosotros desde lo alto

San Agustín. Comentario al Salmo 36, s.1 ,3

Compasión de Dios con el ser humano

Compasión de Dios con el ser humanoN.M.N.

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Donde hay afecto, hay misericordia. ¿Dónde hay misericordia? Porque [el Señor] se ha compadecido de nosotros desde lo alto. (San Agustín. CS 36,s.1 ,3

Esta frase, aparentemente sencilla, esconde una profunda verdad sobre la naturaleza del amor-caridad, la misericordia y la relación entre Dios y la humanidad. 

San Agustín establece una conexión directa entre el afecto y la misericordia. El afecto, en este contexto, no se refiere solo a un sentimiento superficial, sino a un amor-caridad profundo, una conexión real con el prójimo. Donde existe este tipo de afecto, naturalmente surge la misericordia. La misericordia es la capacidad de sentir compasión por el sufrimiento del otro, de entender su dolor y de desear aliviarlo. Es la respuesta natural del corazón ante la vulnerabilidad y la necesidad. Piensa en una madre que siente un inmenso afecto por su hijo. Ese afecto la impulsa a la misericordia cuando el niño está enfermo, triste o en peligro. Ella siente su dolor como propio y hace todo lo posible para ayudarlo.

Después, San Agustín señala al Señor como fundamento y eleva el foco del amor-caridad al plano trascendente. La pregunta "¿Dónde hay misericordia?" es respondida inmediatamente con la afirmación de que la misericordia primordial, la fuente de toda misericordia, reside en Dios. Dios, en su infinito amor-caridad, se ha compadecido de la humanidad desde lo alto. Esta compasión divina es la base de nuestra salvación y la inspiración para nuestra propia práctica de la misericordia. Dios no es un juez distante e indiferente, sino un Padre amoroso que siente nuestro dolor y nos ofrece su ayuda y perdón.

Si aplicamos esta frase a la Evangelización digital, nos damos cuenta que evangelizar implica abrir nuestros corazones a los demás, escuchar sus relatos y sentimientos. Comprender sus luchas y sentir su dolor. Esto requiere empatía, paciencia y un deseo sincero de conectar a un nivel profundo. Tristemente, en las redes digitales rara vez se encuentra esta empatía. El evangelizador debe ser un canal que lleve la misericordia de Dios a quienes la necesitan. La misericordia no es solo un sentimiento, sino una acción. Implica ayudar a los necesitados, perdonar a los que nos han ofendido, consolar a los que sufren y defender a los oprimidos. Cada acto de misericordia es un reflejo del amor de Dios en el mundo. En las redes se echa en falta este tipo de conexión entre personas. El evangelizador debe intentar traspasar las murallas de las apariencias digitales y el miedo a dejarse ver como realmente somos. Debemos ser conscientes que Dios nos ha llamado a ser un canal para llevar su misericordia al mundo. No podemos limitarnos a sentir compasión emotivista. Los evangelizadores digitales debemos buscar oportunidades para marcar la presencia de Dios en la vida de los demás.

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