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Espiritualidad Católica - Nueva Evangelización

Más allá de sentimientos y emociones

San Agustín. Tratado sobre la Trinidad 12, 12, 17

(San Agustín. Tratado sobre la Trinidad 12,12,17)

(San Agustín. Tratado sobre la Trinidad 12,12,17)

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Los sentidos del cuerpo perciben las cosas corporales; las espirituales, inconmutables y eternas, las conoce la razón, que se aplica a la sabiduría (San Agustín. Tratado sobre la Trinidad 12,12,17)

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La frase de San Agustín que comparto hoy nos indica que, más allá de lo que sentimos en un momento dado, existe una realidad espiritual que puede ser conocida por la razón, y que esta búsqueda de conocimiento es fundamental para una espiritualidad completa y duradera.

San Agustín establece una distinción clara entre dos modos fundamentales de percepción y dos tipos de objetos de conocimiento: sentidos corporales y razón. Nuestros cinco sentidos (vista, oído, olfato, gusto, tacto) están diseñados para interactuar con el mundo físico que nos rodea, pero no tienen capacidad de ver más allá de lo cotidiano y evidente. Lo cotidiano es aparente y está sujeto a cambio, corrupción y finitud. Lo que percibimos hoy de una manera, puede ser diferente mañana.

Mediante la razón, podemos tener conocimiento de lo que trasciende lo físico y social. Las cosas "espirituales, inconmutables y eternas, las conoce la razón, que se aplica a la sabiduría". La razón es una facultad superior, capaz de trascender las limitaciones de los sentidos. La razón no se ocupa de lo que cambia y perece, sino de lo espiritual, lo inconmutable y lo eterno.

Quizás nos preguntemos sobre ¿A qué se refiere con "cosas espirituales, inconmutables y eternas"? Actualmente, nos centramos en lo evidente y menospreciamos lo trascendente. San Agustín alude a las verdades universales, las leyes morales, los principios lógicos, e incluso a Dios mismo. Estas realidades no pueden ser captadas por los sentidos, ya que no tienen una existencia física. Son eternas porque no están sujetas al tiempo, e inconmutables porque no cambian.

La razón, al aplicar la sabiduría, es el camino que nos permite acceder a este tipo de conocimiento superior. La sabiduría, para San Agustín, no es meramente acumulación de datos, sino la comprensión profunda de las verdades que nos guían hacia el bien y hacia Dios. Mediante la introspección, la reflexión y la contemplación, la razón puede elevarse a estas realidades trascendentes.

San Agustín nos invita a mirar más allá de lo que nuestros ojos ven, nuestros oídos oyen y nuestras sensibilidades sienten o se emocionan. Nos impulsa a utilizar nuestra razón, guiada por la sabiduría, para discernir las verdades más profundas y duraderas que dan sentido a nuestra existencia y nos conectan con lo divino.

Otra pregunta que nos podemos hacer es ¿No era lo emocional lo que nos lleva a Dios? Este punto de vista se ha ido asentando desde que el romanticismo (s. XVIII-XIX) se superpuso a la estética barroca. De hecho, al despreciar lo racional, quedamos a merced de las corrientes ideológicas que están de moda en cada momento. Como resultado tenemos la profunda secularización y desencanto religión institucional.

Muchas personas han abandonado la Iglesia debido a escándalos, dogmatismos, o simplemente por no sentirse representadas. Sin embargo, la necesidad humana de trascendencia, propósito y significado persiste. Ante la ausencia de estructuras religiosas que ofrezcan un marco racional y doctrinal, la gente tiende a buscar la espiritualidad en la experiencia personal, que a menudo se cimienta únicamente en el ámbito emocional.

Muchas veces, la "emoción" se coloca como criterio absoluto de verdad:  "siento luego existo" ha sustituido al "pienso luego existo" cartesiano. Lo "bueno" o "verdadero" se asocia con lo que nos hace sentir bien. Esto puede llevar a una espiritualidad superficial que busca el placer emocional inmediato, sin la profundidad que implica el esfuerzo racional y ético.

Es importante señalar que la emotividad no es, en sí misma, negativa para la espiritualidad. Las experiencias espirituales a menudo van acompañadas de emociones profundas (asombro, gratitud, amor, paz). Sin embargo, el problema surge cuando la emoción se convierte en el único criterio o fin de la trascendencia y la espiritualidad, descuidando la dimensión racional, ética y trascendente que otras tradiciones, como la sostiene San Agustín, consideran esenciales para alcanzar la verdadera sabiduría y la conexión con lo eterno e inmutable.

La reflexión de San Agustín nos recuerda que, más allá de lo que sentimos en un momento dado, existe una realidad espiritual que puede ser conocida por la razón, y que esta búsqueda de conocimiento es fundamental para una espiritualidad completa y duradera. Lo que sentimos es efímero. Es como el viento que mueve un barco. Da fuerza, pero es cambiante en dirección y fuerza. Lo que comprendemos profundamente es duradero. Es como el timón de la barca que nos lleva hacia Dios.

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