Abuso sexual en la Iglesia: el escándalo no es que se sepa
"Con las mismas manos con que un abusador hace daño a la víctima después toca el Cuerpo de Cristo cada vez que celebra la Eucaristía"

El escándalo no es que se sepa, sino que haya ocurrido.
En varias ocasiones he escuchado a víctimas de abusos dentro de la Iglesia. No hay palabras que alcancen el dolor que cargan. No tienen solo una herida en el cuerpo y la mente, llevan clavada una puñalada en el alma. Hecha por el puñal maldito de que quien debía cuidarles fue quien les destrozó, disfrazado además bajo el nombre de Dios. Vamos a hablar con cuidado de este tema tan delicado como fuerte. Y doloroso.
Cuando la víctima de un abuso habla no hay que decir nada, no valen recetas, no hay que hacer juicios. No hay que pretender tapar el dolor con frases piadosas Solo escuchar. La voz que se oye es el sonido de una fe rota, de una juventud robada, de noches llorando sin consuelo. No escuchar es hacerles más daño. Les duele el silencio de los buenos, la indiferencia hiere tanto como el abuso mismo, es como si con con ella les estuvieran hurgando en su herida.
Estando en una misión en otro país un chico me dijo una vez que un día amó profundamente a Dios y ahora no puede ni rezar. No puede entrar a una iglesia sin sentir que el ambiente se vuelve pesado. No puede ver a un sacerdote por la calle y evitar ponerse a llorar. Habían pasado años. Lo más doloroso era escucharle decir que no odia a Dios pero ya no sabe si Él sigue ahí.
Su familia se desmoronó al enterarse. ¿Puede ser de otra manera? Unos padres confiaron en el sacerdote con el que iba su hijo y luego descubrieron que ese mismo hombre lo destruyó. Utilizó la confianza que le dieron por ser un hombre de Dios para hacer un daño de por vida al hijo que tanto querían. ¿Cómo se recompone la fe habiendo vivido esto? ¿Cómo se vuelve a mirar un altar sin temblar? Solo Dios puede curar esto.
Cuando hay un abuso en la Iglesia se suele decir a modo de justificación que tristemente “esto pasa en todas partes”. Yo mismo estoy arrepentido de haberlo dicho en alguna ocasión. Es un error gravísimo. Precisamente porque somos la Iglesia de Cristo el mundo espera más de nosotros. Esperan algo distinto y lo hacen con razón. Somos quienes hablamos en nombre del Amor, el Bien y la Verdad.
El Evangelio nos enseña cómo las personas se acercaban a Jesús esperando lo bueno de parte de Dios que no encontraban en ningún otro lugar. Es escalofriante que en su nombre alguien hiera así. Pero además del sufrimiento causado a la víctima está el sufrimiento hecho al mismísimo Dios. Con las mismas manos con que un abusador hace daño a la víctima después toca el Cuerpo de Cristo cada vez que celebra la Eucaristía.
No suele decirse, pero es así: quienes cometieron un abuso se lo estaban haciendo al mismo Jesús. Detrás de cada víctima está Cristo herido, crucificado por las manos que decían servirle. A las víctimas se las escucha desde el dolor, al hacerlo se descubre que se están tocando las llagas del Señor. No se hace escucha desde arriba sino desde el suelo donde Él también cayó bajo el peso de la Cruz.
El escándalo no es que se sepa que haya habido abusos aquí o allá, el escándalo es que dichos abusos hayan ocurrido. Ojalá el dolor de las víctimas nos despierte, que la verdad nos purifique, que el valor de quien pide ayuda nos devuelva el Evangelio. Orar. Callar. Reparar el corazón de la víctima y el de Cristo. Penitencia y conversión.