Reflexión ante la salida del padre Cantera

El Valle gris
La reciente salida del Padre Santiago Cantera de la Abadía del Valle de los Caídos ha dejado a muchos con una mezcla de tristeza, perplejidad y preocupación. Su marcha parece encajar dentro de una dinámica más amplia que viene afectando a ese lugar desde hace años: una presión constante, ideológica y muy marcada desde la izquierda política española, para vaciar de contenido cristiano todo lo relacionado con el Valle, y un espíritu anacrónico de revanchismo.
Hablan de memoria, de “resignificación”, de convivencia. Pero en la práctica, muchas de las decisiones que se han tomado en torno al Valle parecen responder más a una lógica política que a un verdadero deseo de reconciliación. No es necesario compartir una determinada visión histórica para ver con claridad que hay una voluntad explícita de silenciar la dimensión religiosa de ese lugar. Y eso, para quienes creemos que la fe no puede ni debe ser expulsada del espacio público, es preocupante.
Según se ha sabido, la salida del Padre Cantera —que él mismo ha confirmado no haber solicitado— ha sido motivada por la autoridad eclesial. No tengo todos los datos, y por tanto no quiero juzgar a quienes han tomado esa decisión. Entiendo que puede haber elementos delicados que desde fuera no se ven. La situación del Valle es jurídicamente compleja, y, como ya he señalado estos días, no pertenece a la Iglesia. Puede que estas decisiones se tomen con la intención de evitar males mayores o proteger el conjunto de la misión eclesial en un clima cada vez más hostil.
Pero, dicho esto, no deja de inquietarme que un monje benedictino, fiel a su vocación, haya tenido que salir de su comunidad de forma impuesta. La Regla de San Benito subraya el voto de estabilidad como uno de los pilares de la vida monástica. Romperlo, aunque sea temporalmente y por motivos aparentemente pastorales, no es una medida menor. Y aunque él mismo lo ha acogido con una actitud ejemplar, no me deja de sorprender y de doler. Me consta, y así lo he defendido, que la Iglesia no ha cedido un ápice en las pretensiones del Partido Socialista respecto del Valle. Precisamente por eso me sorprende y desconcierta que en este tema sí se haya cedido.
Resulta difícil comprender por qué desde sectores socialistas se ha insistido tanto en que el Padre Santiago Cantera debía salir del Valle. Es cierto que ha sido una figura central en un lugar muy expuesto y simbólico. Su figura ha generado una polémica innecesaria en la izquierda anticlerical. Y, hasta donde yo sé, no ha promovido discurso político alguno ni ha buscado confrontación. Ha vivido su vocación monástica con seriedad, centrado en la oración, el estudio y el culto. Ha sido para muchos un referente espiritual en lo que de hecho es el Valle: un lugar de reconciliación, de plegaria por los caídos de ambos bandos y de oración por la conversión de España. Su presencia no ha sido un problema real, sino más bien una incomodidad simbólica para quienes desean borrar el carácter religioso del Valle y de toda nuestra tierra. Por eso, pedir su salida parece, en el fondo, una decisión innecesaria, más ideológica que espiritual. Una concesión que no me parece apropiada.
No me interesa alimentar divisiones ni simplificar una realidad que es compleja. Pero sí creo que es legítimo preguntarse hasta qué punto estamos cediendo terreno, ciertamente con una intención prudente, pero también atendiendo a una presión ideológica. Y si esto es así, nos corresponde al menos estar atentos. No para rebelarnos, sino para no dormirnos. No para juzgar, sino para orar con mayor conciencia y profundidad. Igual que en su momento consideré justo reconocer que, ante la presión del Partido Socialista para desacralizar la Basílica, expulsar a los monjes y eliminar la Cruz, la Iglesia se ha plantado con firmeza y ha dicho un rotundo “no”; también creo que debo expresar ahora mi inquietud ante una decisión concreta que afecta a uno de esos monjes y a su vida en comunidad. Y que muestra que, al menos en este punto, parece que se está cediendo ante quienes no se van a contentar con nada porque en el fondo quieren acabar con todo. Ojalá las autoridades a quienes corresponda decidan dar marcha atrás en este punto y dejen al padre Cantera quedarse en su comunidad.
Rezo por el Padre Santiago, por su comunidad benedictina, por quienes han tomado decisiones difíciles y también por quienes, desde fuera, nos sentimos removidos por este hecho. Y pido al Señor que, en medio de las tensiones del mundo y de la Iglesia, sepamos mantenernos firmes, sin perder la paz, pero también sin renunciar a la verdad. Y sobre todo, pido que dejemos de insultarnos y pelearnos entre nosotros, reconociendo al verdadero enemigo. No solo al anticlericalismo que mueve a quienes atacan el Valle, sino sobre todo al enemigo espiritual que parece decidido a demoler la Iglesia en España. Sabemos que no prevalecerá. Sabemos que el Sagrado Corazón de Jesús reinará en España. Dejemos de entrar, por tanto, en el juego del maligno, que muchos están promoviendo en estos aciagos días.