Pregunta pertinente, porque de no haberse escrito el Cuarto Evangelio entre treinta y cuarenta años después de los tres Sinópticos, en el imaginario cristiano no existiría esa imagen tan propia y característica de la Semana Santa en que consiste, precisamente, el portado de la cruz a hombros de Jesús.
Mateo, Marcos y Lucas
Por lo que a dicho episodio se refiere, así nos lo cuenta Marcos: “Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle. Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz” (Mc. 15, 20-21) Y así lo hace Mateo: “Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz”. (Mt. 27, 31-32) Y así Lucas: “Pilato sentenció que se cumpliera su demanda. Soltó, pues, al que habían pedido, al que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su deseo. Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús”. (Lc. 23, 24-26). Relatos los tres de los que no cabe concluír sino que Jesús no carga con la cruz en la que luego será colgado en ningún momento de la condena.
Juan
Sólo Juan, como decimos arriba, realiza un relato que permite sostener semejante afirmación. “Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota” (Jn. 19 1617). Si bien lo que nos falta en Juan es, precisamente, el personaje común a los tres Sinópticos, Simón Cireneo, y en consecuencia, el portado de la cruz por alguien distinto del propio condenado, de donde se ha de colegir que según Juan, Jesús cargó con su cruz a lo largo de toda la Vía Dolorosa. Cosa, por otro lado, difícil de aceptar dadas las condiciones físicas en las que se hallaría después de la colosal paliza que según relatan tres de los cuatro evangelistas, el propio Juan incluído -Lucas, curiosamente no lo hace-, había recibido previamente a latigazos.