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ERNANDO SAPERAS EN CERVERA


Terminado el suculento desayuno, Casterás dio orden de partir. Llevaron también al señor Bufarrull por el asunto de las yeguas. Al iniciar el camino, Casterás pone a Fernando en situación de blasfemar. <>.

Pararon el vehículo ante una próxima hondonada, y bajaron todos. Realizaron al Hermano un registro minucioso. Encontraron un reloj de bolsillo, unas hojitas de calendario y diez pesetas. Le mandaron avanzar hacia un montón de gavillas de mieses. Él creyó que era el momento de de entregar su sangre por Cristo. Discuten y se impone la voz de uno de los milicianos: <>.

El automóvil se pone de nuevo en marcha. Los milicianos entablan un diálogo ridículo y blasfemo sobre el Padrenuestro, la santa Misa y, por supuesto, las armas escondidas en el convento.

Una pregunta ensombrece este día: <>.

El Chico, uno de los milicianos se desnuda. Otros dos quitan los vestidos a Fernando y aquel se lanza sobre el inocente como un animal. El Hermano saperas forcejea con toda su fuerza. Se defiende con gritos que no son escuchados. << ¡Matadme, si queréis, matadme, matadme, pero no me hagáis eso! >> Los milicianos se rinden; planean una nueva jornada. <>. Bufarull atestigua que se lo repitieron muchas veces y que obtuvieron la misma respuesta: << ¡Matadme, si queréis, pero eso no! >>

Llegados a Cervera hay un pequeño descanso. Despiden a los amigos Carulla y Bufagull y le llevan a la cárcel. Don Juan Bravo, carcelero municipal en funciones, atiende al Hermano Fernando. Su mujer le lleva algo de comida. Dos horas después vienen de nuevo aquellos desalmados. Sacan de la cárcel a Fernando y viene lo más temido.

Exiete un testigo de excepción; tenía 16 años y se le gravaron las escenas con gran precisión. Don Ramón Vilaró Pont quería mucho a los Padres de Universidad y su casa, por la parte trasera daba al prostíbulo donde fue llevado Fernando. Contempló cómo metían y sacaban a Fernando de aquel lugar. Cómo le lanzaban hacia una de las prostitutas. Lo que allí sucedió se adivina por las frases el mismo Casterás decía en público: << ¡Vaya pieza que llevábamos!... Yo me cansaba de … Él pedía fuerza Dios… Nosotros le tirábamos a tierra, y él, ¡nada!, más frio que el hielo… Esta gente no sirve para nada. Y nada pudimos conseguir… >>

A cada nueva provocación respondía siempre con la misma expresión que recogen los testigos: << ¡Viren soy y Virgen moriré! >>

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