Experiencias cercanas a la muerte (I)

Túnel del Elba y Hamburgo
Las experiencias cercanas a la muerte (ECM), en inglés Near Death Experience (NDE), son un fenómeno que se ha estudiado científicamente desde hace varias décadas. En el IV Congreso de la Sociedad de Científicos Católicos de España hubo una serie de conferencias que ilustraron sobre un tema poco conocido pero que, según un estudio que se hizo en los años 80 en Estados Unidos, afecta nada menos que a un 5% de la población (entre quienes han estado a punto de morir, lógicamente aumenta, hasta entre un 10 y un 20%).
La charla más interesante provino de Jeffrey Long, un médico norteamericano cuya esposa precisamente vivió una de esas experiencias cuando su corazón se detuvo mientras estaba bajo los efectos de una anestesia. Long creó en 1998 la Fundación para la Investigación de Experiencias Cercanas a la Muerte (Near-Death Experience Research Foundation, NDERF), que tiene la página web más completa sobre la temática (www.nderf.org) y dispone de una base de datos de más de 4.000 casos, lo cual constituye la mayor colección de informes de experiencias cercanas a la muerte del mundo.
Long definió primeramente qué es una ECM. Se trata de una situación en la que una persona se halla inconsciente o clínicamente muerta. No parecen las mejores condiciones para recordar nada de ese momento. Sin embargo, muchas personas sí recuerdan cosas. Además, aunque no hay dos ECM iguales, sí existe un patrón de elementos comunes muy consistente, no solo en la investigación del doctor Long, sino también en la de otros investigadores. De hecho, hay centenares de publicaciones anteriores a su trabajo que corroboran lo que él ha observado.
Uno de los aspectos más llamativos en una encuesta a casi 1.000 personas que sufrieron paro cardíaco (el flujo de sangre para de llegar al cerebro y se tiene un encefalograma plano durante 10-20 segundos) es que, entre quienes experimentaron una ECM durante este trance, el 78% reconoce que se hallaban más conscientes y en alerta que de normal. Por otro lado, un 45% de estas experiencias ocurren fuera del cuerpo, y surge la duda de si lo que ven es real. Pero los estudios de Long, y también de otros investigadores como Sabom y Sartori, y los de una review de artículos realizada por Janice Holden, demuestran que en más del 90% de los casos no hay imprecisión en lo que observaron. Incluso personas ciegas de toda la vida ven durante las experiencias.
Además, como he dicho antes, el porcentaje de personas que pasan por una ECM no es nada despreciable, y les ocurre a todo tipo de personas: niños o adultos, gente religiosa o atea. Incluso aquellos que nunca habían oído hablar de las ECM las han tenido.
Con todo, existen muchos escépticos, algo que no resulta del todo extraño, porque analizar este tipo de fenómenos no resulta trivial. Es básicamente el testimonio de las personas que las han experimentado, y no podemos generar una ECM cuando nos apetezca.
Pero sí que resulta muy curioso que entre los escépticos no haya un consenso. Existen hasta 30 explicaciones diferentes y los investigadores no se ponen en absoluto de acuerdo los unos con los otros. Esto podría parecer que resta credibilidad a esta postura, aunque también puede ser simplemente una demostración de lo complejo que es analizar este fenómeno desde la ciencia.
Por ejemplo, a veces se dice que la anestesia general puede ser la causante de este tipo de efectos, pero se ha visto que no existen diferencias entre las experiencias sufridas por personas con o sin anestesia. El nivel de conciencia es el mismo, y hasta 32 de los 33 elementos típicos que ocurren durante las ECM se hallan con la misma frecuencia en ambas situaciones. Lo único que cambia un poco es el tema del típico túnel que se suele observar.