Miércoles, 24 de abril de 2024

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«Por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos».

Reflexión Domingo I de Cuaresma

por La alegría de la Buena Noticia

Queridos hermanos

Hemos entrado en la Cuaresma, ¿Qué significa entrar en la Cuaresma? es un combate espiritual que nos propone la Iglesia para luchar contra nuestro hombre viejo que tenemos en el corazón y preservarnos del mal, del pecado que existe en el mundo. La primera Palabra que nos da el Génesis en este primer Domingo de Cuaresma es la lectura de Adán y Eva, que nos viene a iluminar este tiempo que iniciamos. La cuaresma nos invita a reconocer nuestro comer del árbol. Hoy la sociedad está comiendo del árbol que nos prohibió comer, estamos tocando y dañando la naturaleza humana promoviendo el aborto, la eutanasia, la ideología de género; es decir, estamos tocando la ley natural. Al prescindir de Dios nos hemos convertido nosotros en dioses. ¿Qué podemos pedir? Lo que dice el Salmo 50 que hoy nos propone la Iglesia: “Misericordia Dios mío por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito”. Hemos trasgredido la ley natural, hemos querido ser dioses, y estamos destruyendo al hombre. Por eso gritamos: “¡Oh Dios, crea en mí un corazón puro, no me quites tu santo espíritu, devuélveme la alegría de la salvación y mi boca proclamara tu alabanza!”.

La segunda Palabra que nos da la Iglesia es de la Carta a los Romanos dice que “Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, el pecado nos lleva a la muerte…así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos”. Esta Palabra nos muestra la salvación. Cristo, Dios hecho carne, es decir, asumiendo nuestra condición humana, obedeció en todo hasta la muerte. Y Él ha sido resucitado de entre los muertos, por Él todos hemos sido justificados. Alegrémonos, hermanos, de esta Buena Noticia.

El Evangelio de San Mateo nos habla de las tentaciones de Jesús en el desierto. ¿Por qué es tentado Jesús? Porque nos enseña a combatir. Fijaros que es el mismo Espíritu el que le lleva al desierto. Las tentaciones, hermanos, es el camino que tiene el cristiano para vencer al demonio y para que se manifieste el poder del Señor. Y el Señor es llevado al desierto 40 días y 40 noches, tiempo que hace presente los 40 años del pueblo de Israel en el desierto en donde fue preparado para entrar en la Tierra Prometida. Hermanos, el Señor nos está invitando a fiarnos de él: “no solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. El Señor, nuestro Padre, proveerá para sus hijos en todo momento. No podemos seguir dando culto al hombre, a la técnica, a nuestros pensamientos, a nosotros mismos. Hermanos, volvamos los ojos al Señor, por eso imponemos la ceniza que significa matar al hombre viejo para que se dé en nosotros el hombre nuevo.

Que el Señor nos ayude en este tiempo de lucha contra el hombre viejo. Para ello la Iglesia viene en nuestra ayuda y nos da tres armas para combatir: el ayuno, la oración y la limosna. Recuperemos la verdadera creación que Dios ha hecho para el hombre, que es vivir como Jesucristo.

Que la bendición de Dios esté con todos vosotros.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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