Viernes, 26 de abril de 2024

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Cesantes y entrantes

por El olivo en las semblanzas sacerdotales

Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27

Las cesantías nacieron durante la Restauración decimonónica canovista. Los cesantes eran los probos funcionarios servidores de un partido político que al perder el poder en las urnas pasaban a la honrosa, pero no remunerada pecuniariamente, clase de los parados obligados. En aquellas alternativas de poder entre los dos grandes partidos de la época restauracionista se encontraban historias familiares dolorosas contadas en las novelas por entregas y en las coplas populares de los charlatanes de feria. En estas fechas se vuelve a repetir la historia por las extensas tierras andaluzas proclives a criar cesantes al calor del cacique de turno.

Los entrantes, en las actuales jornadas, proceden de tres encastes a quienes les cuesta ponerse de acuerdo, cuando han recibido votos a porrillo para que se entiendan y traduzcan la voluntad popular libre y democrática en obras que son amores y no buenas razones.

 

Uno de los grupos tiene aversión a sentarse con el último invitado al banquete para no verse mancillado por unas supuestas manchas de origen, inventadas por la propaganda condenatoria del monopolio del pensamiento único. El otro entrante no tiene inconveniente en dialogar con los tres. Total, que los puritanos pretenden marginar a esos impuros.

A este propósito, conviene recordar cómo en el evangelio de San Marcos 9,38-40, se lee lo siguiente: “Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.”

Desde esta doctrina, los cristianos debemos aceptar a todos por igual, sin distinción de lengua, raza, cultura y nación, porque quien habla en el nombre del Señor, nunca podrá ser enemigo de los católicos. A lo largo de la historia eclesial esta enseñanza se ha oscurecido, olvidado, o incluso manipulado. Tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica abrió sus puertas y ventanas para ventilar el aire viciado del puritanismo exclusivista. Hoy no existen intransigencias condenatorias hacia ninguna otra opción religiosa, gracias a que el derecho a la libertad religiosa está recogido en todos los códigos nacionales y universales.

No es comprensible, tampoco, desde la Doctrina Social de la Iglesia, que una formación política legal, concurrente a las últimas elecciones andaluzas en plena igualdad de oportunidades que todas las que se presentaron, sea ninguneada, marginada, estigmatizada por una corriente de puritanismo social y político, más oportunista que maduro, más embustero que responsable, más amigo de restar que de sumar las voluntades de los votos.

 

Sinceramente, siento pena por los cesantes que llenarán las cifras del paro obligatorio y duro. Y tengo tristeza por los entrantes que a fecha de hoy andan dándose zancadillas de patio de colegio para que fulanito no juegue a la pelota porque no tiene dimensiones atléticas, está pasado de peso, tiene el pelo en pincho y puede desinflar el balón cuando le pegue con la cabeza. Porque quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Fuera el puritanismo.

Tomás de la Torre Lendínez

 

 

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