Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Del famoso anillo del pescador…

por En cuerpo y alma

 

 

            …del que hasta la fecha apenas sabíamos nada y hoy, sin embargo, se ha puesto tan de actualidad gracias a unas divertidas escenas que corren de red en red (nada más apropiado para un anillo que se llama “del pescador”) y que tienen por protagonista al mismísimo Papa Francisco.

             Pero no es mi intención aquí comentar las escenas que tantas opiniones y tan variadas están suscitando, sino informar un poquito a la feligresía sobre el preciado objeto que, de la noche a la mañana, se ha convertido en el protagonista de la crónica papal de los principales “vaticanistas”.

             Pues bien, la primera noticia que tenemos sobre la existencia del anillo del pescador se la debemos al Papa Clemente IV, centésimo octogésimo quinto papa de la Iglesia Católica, que lo es desde el 5 de febrero de 1265 hasta el 29 de noviembre de 1268, quien en los mismos inicios de su pontificado, informa a su sobrino Pedro Grossi en una carta de que los papas acostumbran a sellar sus cartas privadas con el “sello del Pescador”, mientras que reservan para los documentos públicos las “bulas” de plomo adjuntas que acabarán dando nombre al documento en sí, unas bulas que, por cierto, no son otra cosa que unas esferas, y que además de al documento papal, dan también origen a la palabra “bola”. Esta primera noticia significa que, con toda seguridad, el anillo ya existía en 1265, pero no excluye que pudiera existir desde mucho antes, aunque no dispongamos, bien por no haberse producido, bien por haberse perdido, de ningún documento anterior que lo corrobore.

             Sí es cierto que desde el s. XV, el famoso anillo ya no se usa sólo para sellar la correspondencia privada de los papas, sino para sellar también otros documentos papales, ahora sí, de carácter oficial.

             A partir de un determinado momento, que probablemente sea coetáneo de la propia aparición del anillo, éste se convierte en un símbolo más del magisterio papal, y los fieles lo besan como modo de saludar al Papa y de mostrarle su respeto en su calidad de cabeza de la Iglesia.

             El anillo del pescador, “annulus piscatoris” en latín, “anello piscatorio” en italiano, se llama así por representar siempre al Príncipe de los Apóstoles, pero no de cualquier manera, sino generalmente (ya veremos por qué digo “generalmente”) en su condición de pescador a la que se refieren los cuatro evangelios:

             Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores” (Mt. 4, 18, similar en Mc. 1, 16-17 y Lc. 5, 2-3; de manera algo diferente en Jn. 21, 3)

             Ese "pescador de hombres" en que Jesús dice que le va a convertir (Lc. 5, 10).

             En su calidad de uno más de los atributos papales, el anillo lleva el nombre del Papa que lo porta en cada momento, y se transmite de Papa a Papa de una manera muy curiosa, como curioso, llamativo e interesante es siempre todo el protocolo referido a los papas, y al que tan afecto soy.

             Cuando se produce el óbito del Obispo de Roma, el Cardenal Camarlengo es el llamado a dar fe de la muerte del pontífice, cosa que hace llamando al Papa tres veces por su nombre para, a continuación, pronunciar las palabras latinas “Vere Papa mortuus est”, “ciertamente el Papa ha muerto”, procediendo por último a retirar de su mano el anillo. Este es golpeado hasta desfigurarlo, y el oro del que está realizado es guardado para confeccionar el anillo de su sucesor, con distinto diseño y con el nombre elegido por el nuevo pontífice para reinar. Lo que quiere decir que, en buena teoría, el anillo de Benedicto XVI está hecho del mismo oro que lo estaba el de Clemente IV, o por lo menos, el de algún otro pontífice aunque antiguo algo más moderno, suponiendo que la tradición de hacer cada anillo con el oro del precedente sea algo posterior.

             El anillo, de oro pues, pesa unos 35 gramos, pero como escenificación de su intención de austerizar los símbolos del poder papal, al ascender a la silla de Pedro el Papa Francisco demandó que el suyo no fuera de tan precioso metal, sino de plata, algo en lo que algunos han querido ver además un guiño a su procedencia argentina, pues como es bien sabido, argentina no significa otra cosa que "hecho de plata", por cuanto plata en latín se dice “argentum”, y la actual república no es sino la sucesora del último de los cuatro virreinatos fundados por los españoles en América, el Virreinato de la Plata. Una plata eso sí, bañada en oro, que da al ornamento el aspecto que siempre tuvo.

             En cuanto al motivo, y a pesar del nombre que se acostumbra a dar a la joya, Francisco no optó por el Pedro pescador, sino por el Pedro portador de las llaves del reino, algo en lo que también se separó de la tradición. El hecho de pedir Francisco que su anillo fuera hecho de plata y no de oro, por otro lado, habría de “salvar la vida” al que portara Benedicto XVI, el cual no ha sido destruido sino simplemente “cancelado”, “anulado”, mediante la sobreimpresión de una cruz sobre su motivo.

             Aunque sí lo era Benedicto XVI, pero parece que tampoco Juan Pablo II o incluso los papas Píos -no es, desde luego, aditamento obligatorio para ningún papa-, Francisco ha demostrado no ser muy afecto a este símbolo de su magisterio, como tampoco a otros que igualmente tuvimos ocasión de comentar en esta columna, así por ejemplo los famosos zapatos rojos que con tanta elegancia portaba Benedicto XVI (pinche aquí si le interesa el tema). Aparte la escena de todos conocida en la que se resiste a que los fieles le besen el anillo, lo cierto es que con mucha frecuencia no lo porta y porta en su lugar otro de diseño más “moderno” (apenas una cruz y su nombre en el interior del aro) que, por cierto, le fue realizado por un orfebre barcelonés. En cuanto al anillo que portaba en su calidad de arzobispo de Buenos Aires, parece que no lo posee más, por haberlo enviado a la sede porteña como regalo y recuerdo de su persona.

             Dicho todo lo cual y para terminar, ahora me pregunto yo: el anillo que el Papa no se ha dejado besar en el santuario de la Virgen de Loreto, ¿era efectivamente el anillo del pescador o era el realizado en Barcelona? ¿o no era ni el uno ni el otro? Con esta pregunta les dejo por hoy, no sin desearles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

  

            ©L.A.

            Si desea suscribirse a esta columna y recibirla en su correo cada día, o bien ponerse en contacto con su autor, puede hacerlo en encuerpoyalma@movistar.es. En Twitter  @LuisAntequeraB

 

 

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