Viernes, 19 de abril de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio (Jn 4, 5-42

Hemos olvidado la Palabra

por La divina proporción

El Evangelio de hoy domingo es uno de los más bellos y profundos del Nuevo Testamento. Cristo y la Samaritana se encuentran junto la Pozo de Jacob. La Samaritana nos representa a nosotros, humildes seres que necesitan buscar el agua de lo cotidiano con trabajo. No esperamos llegar donde siempre vamos y encontrarnos con Dios. Al igual que Moisés en el monte Tabor, Dios es una presencia que excede nuestra imaginación y que nos llena de esperanza.

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. El estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de El, y sin El nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. (Jn 1, 1-5)

La Samaritana se encontró con el Verbo de Dios, el Logos de Dios. La Gracia le permitió ir más allá de lo que solemos ir. El Verbo, la Palabra, ha sido olvidada por el mundo, pero no deja de intentar encontrarse con cada uno de nosotros. La Palabra busca resonar en nuestro corazón para llenarlo de Esperanza y sentido. El Agua Viva que ofrece Cristo apaga la sed para siempre. Lo hace porque nos ayuda a convertirnos desde lo más profundo de nuestro ser. 

Mas como la mujer lo pedía, deseando recibir el agua ofrecida, le dijo el Señor: "llama a tu marido", dando a entender que también él debía participar de aquello. Mas ésta, deseando recibir el agua y ocultando su mala vida, creía aún que hablaba solamente a un hombre. Por esto dice: "La mujer respondió, y dijo: No tengo marido". Habiendo oído esto el Salvador, cree llegado el momento de exponerle sobre las demás cosas, porque le cuenta cuántos maridos ha tenido y le reprende por el que ahora ocultaba. Prosigue: "Jesús le dijo: bien has dicho, no tengo marido". (San Juan Crisóstomo, In Ioannem hom., 31)

La Samaritana desconocía al Logos de Dios y vivía según la sociedad le indicaba que viviera. Había tenido varios esposos y ahora vivía con un hombre que tampoco era su esposo. Cristo sabe tocar justo en la herida del sinsentido de la vida de la Samaritana. Toca como un médico que busca sanar aunque genere un dolor durante la cura. A nosotros nos sucede igual. Vivimos adaptándonos a lo que la sociedad nos demanda y nos olvidamos del Logos de Dios. 

Hoy en día seguimos viviendo alejados de la Palabra que nos da sentido. Nos contentamos con tener una vida relativamente tranquila, sin molestar mucho no ser molestados por los demás. Estemos atentos, porque Cristo nos espera en donde menos lo esperamos nosotros. El llama a nuestra puerta y si le abrimos, llenará nuestro corazón de Esperanza.

 

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